Calendar 2011 - Corunna (panoramic views) .
Free download here in PDF: Calendar 2011
By E.V.Pita
Calendario 2011 - A Coruña. (vistas panorámicas).
Descargar aquí gratis en PDF: Calendario 2011
Autor: E.V.Pita
Tamén en galego: Calendario 2011
Novels, comicbooks and short stories written by E.V.Pita (format PDF or iPad are avaliable). Reading is free but some short stories are protected by Spanish Law of Intellectual Property. / Libros e relatos cortos escritos por E.V.Pita para baixar en PDF para o iPad. Algúns están rexistrados na Propiedade Intelectual. / Relatos cortos de E.V.Pita para descargar libremente y leer on line en PDF con iPad. Algunos textos están protegidos por la ley de Propiedad Intelectual. Autores galegos.
Páginas
- Página principal
- ÍNDICE
- Coronavirus. Álbum de cómic "Cuando todo esto acabe..." (E.V.Pita, 2020)
- Coronavirus: once resúmenes de libros para compren...
- Coronavirus / Cómic / Sansón Troleyro, estudiante ...
- Tesis doctoral sobre la Economía Colaborativa de Internet y el periodismo ciudadano (E.V.Pita, 2016 / USC)
- Grandes rutas
- Héroes literarios
- Reportajes de viajes
- Turbulencias económicas del siglo XXI (1999-2017)
- La era "smartphone" (crónica de 1989 a 2015) (E.V.Pita)
- Novela: Sansón Troleyro
- Novela: O Ouro de Agrícola
- Novela: Europa na mochila
- A Coruña. 800 años de Historia (guión)
- 150 resúmenes de libros de Economía
- Comic book: "Forza Depor!" / Tebeo "Forza Dépor" (...
- Técnicas de maestros del cómic contemporáneo
- CÓMIC - HISTORIA DE LA ECONOMÍA (1776-2019)
- Historia económica de la Humanidad y las Civilizac...
- De Adam Smith a Piketty en 400 resúmenes de libros...
- 350 resúmenes de libros de Economía
martes, 14 de diciembre de 2010
sábado, 27 de noviembre de 2010
Intriga en la Hispania romana: Introducción rápida e sinxela a "O ouro de Agrícola" (en PDF)
Introducción a la novela "O Ouro de Agrícola" (Edelvives, 2004).
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Contenido del documento: resume la novela histórica "O ouro de Agrícola", ambientada en la Galicia romana
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Contenido del documento: resume la novela histórica "O ouro de Agrícola", ambientada en la Galicia romana
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lunes, 8 de noviembre de 2010
History of Hispania: Viriato against Roma (in PDF) / Historia de Hispania: Viriato contra Roma (en PDF) / Author: E.V.Pita
History of Hispania: the lusitanian Viriato figther againts Roman legions.
Author: E.V.Pita, 2003
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Relato corto sobre la lucha de Viriato en Hispania contra los romanos y, tras ser asesinado, la rebelión de las tribus galaicas del Norte.
Autor: E.V.Pita, 2003
Descargar en formato PDF:hispaniaviriato-esp
Versión orixinal en galego: Limia o río do esquecemento.
Autor: E.V.Pita, 2003
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Author: E.V.Pita, 2003
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Relato corto sobre la lucha de Viriato en Hispania contra los romanos y, tras ser asesinado, la rebelión de las tribus galaicas del Norte.
Autor: E.V.Pita, 2003
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Versión orixinal en galego: Limia o río do esquecemento.
Autor: E.V.Pita, 2003
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viernes, 5 de noviembre de 2010
"Mochilera en Sevilla" en PDF / "Backpackering in Seville" in PDF
Free download a short tale "Backpackering in Seville" (E.V.Pita, 2006) / 1 page
http://evpitafreebooks.files.wordpress.com/2010/11/sevilla-eng2.pdf
Descarga gratuita del relato corto "De mochilazo por Sevilla" (E.V.Pita, 2006) / 1 página
http://evpitafreebooks.files.wordpress.com/2010/11/sevilla-esp.pdf
Télécharger le fichier "RANDONÉE DE SÉVILLE " (E.V.Pita, 2006) / 1 pagine
http://evpitafreebooks.files.wordpress.com/2010/11/sevilla-fran.pdf
Descargar o arquivo "Unha mochileira en Sevilla" (E.V.Pita, 2006) / 1 páxina
http://evpitafreebooks.files.wordpress.com/2010/11/sevilla-gal.pdf
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jueves, 4 de noviembre de 2010
Jinetes del desierto (E.V.Pita, 2006)
DIÁLOGO DE TRES JÓVENES EN EL QUE HABLAN SOBRE LOS VIAJES DE AVENTURA
JINETES DEL DESIERTO
Enlace al texto original y actualizado:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/jinetes-del-desierto-evpita-2006.html
Autor: E.V.Pita (2006)
Dos amigos, sentados en un bullicioso bar, planean su verano.
JUAN -Hola, Sandra. Siento el retraso. ¿Aún no ha llegado Pepe?
SANDRA - Juan, sin él no podemos empezar. Le dije que tenía que traer los mapas.
Un joven entra en el bar acalorado.
PEPE- Siento el retraso. El coche sufrió una avería.
JUAN-¡Lo que faltaba!
SANDRA -Mi hermano podría prestarme su automóvil pero no podemos decirle a dónde vamos.
JUAN- Si se lo dices, le podría dar un ataque de ansiedad.
PEPE - He mirado los planos de carreteras y de varias ciudades.
SANDRA - ¿Cuántos días tardaremos?
PEPE – Accedí a una web de Internet que calcula automáticamente la ruta. Serán tres días de viaje. La gasolina nos va a costar una millonada. Debemos conducir el coche hasta Algeciras, luego tomar el ferry a Tánger y continuar hasta Marraqués. Desde allí, estaremos a las puertas de las montañas del Atlas y del desierto del Sahara.
JUAN- Ya he comprado una tienda de campaña con capacidad para tres personas.
PEPE- Y yo traje varios botes de repelentes de mosquitos.
SANDRA- ¿No dormiríamos más cómodos en los almohadones y camastros de una "haima" como los nómadas bereberes?
JUAN- Permitirnos ese tipo de lujos dependerá del dinero que nos quede en el bolsillo. Yo ya los tengo vacíos y ni siquiera he salido de casa.
PEPE - Creo que hará tanto calor que dormiré al raso en una duna del desierto. Madrugaré para ver el amanecer sobre el horizonte.
SANDRA- A mí me gustaría sentarme a contar las estrellas....
PEPE- Podrías pasarte la vida entera y nunca acabarías.
JUAN- ¿Cuánto costará dar un paseo montado en camello? Esa fue mi ilusión desde pequeñito.
PEPE – Cabalgaremos bajo las tormentas de arena como si fuésemos Lawrence de Arabia.
SANDRA- Creo que habéis visto demasiadas películas. ¡Qué ganas tengo de empezar nuestra aventura!
JINETES DEL DESIERTO
Enlace al texto original y actualizado:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/jinetes-del-desierto-evpita-2006.html
Autor: E.V.Pita (2006)
Dos amigos, sentados en un bullicioso bar, planean su verano.
JUAN -Hola, Sandra. Siento el retraso. ¿Aún no ha llegado Pepe?
SANDRA - Juan, sin él no podemos empezar. Le dije que tenía que traer los mapas.
Un joven entra en el bar acalorado.
PEPE- Siento el retraso. El coche sufrió una avería.
JUAN-¡Lo que faltaba!
SANDRA -Mi hermano podría prestarme su automóvil pero no podemos decirle a dónde vamos.
JUAN- Si se lo dices, le podría dar un ataque de ansiedad.
PEPE - He mirado los planos de carreteras y de varias ciudades.
SANDRA - ¿Cuántos días tardaremos?
PEPE – Accedí a una web de Internet que calcula automáticamente la ruta. Serán tres días de viaje. La gasolina nos va a costar una millonada. Debemos conducir el coche hasta Algeciras, luego tomar el ferry a Tánger y continuar hasta Marraqués. Desde allí, estaremos a las puertas de las montañas del Atlas y del desierto del Sahara.
JUAN- Ya he comprado una tienda de campaña con capacidad para tres personas.
PEPE- Y yo traje varios botes de repelentes de mosquitos.
SANDRA- ¿No dormiríamos más cómodos en los almohadones y camastros de una "haima" como los nómadas bereberes?
JUAN- Permitirnos ese tipo de lujos dependerá del dinero que nos quede en el bolsillo. Yo ya los tengo vacíos y ni siquiera he salido de casa.
PEPE - Creo que hará tanto calor que dormiré al raso en una duna del desierto. Madrugaré para ver el amanecer sobre el horizonte.
SANDRA- A mí me gustaría sentarme a contar las estrellas....
PEPE- Podrías pasarte la vida entera y nunca acabarías.
JUAN- ¿Cuánto costará dar un paseo montado en camello? Esa fue mi ilusión desde pequeñito.
PEPE – Cabalgaremos bajo las tormentas de arena como si fuésemos Lawrence de Arabia.
SANDRA- Creo que habéis visto demasiadas películas. ¡Qué ganas tengo de empezar nuestra aventura!
De mochilazo a Sevilla (E.V.Pita, 2006)
DE MOCHILAZO A SEVILLA
Ver el texto original y actualizado en:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/de-mochilazo-sevilla-evpita-2006.html
Autor: E.V.Pita (2006)
Me llamo María. Trabajo en una oficina en Uruguay, cerca del Mar de Plata, y siempre he soñado con ir de mochilazo, cruzar el charco y visitar Sevilla. Ir a Andalucía fue desde niña mi mayor ilusión. Siempre soñé con pasear en carromato por las calles cercanas a la torre de la Giralda o bailar flamenco en un "tablao" acompañada de guitarristas que daban taconazos en el suelo. Pero yo sola no me atrevía.
El problema no era el precio del viaje pues había ahorrado varios años para poder comprar el billete de avión. Tenía miedo de explorar un país extranjero, aunque me animó el hecho de que allí hablan el mismo idioma. En una agencia vi un cartel con una oferta y me di cuenta de que esa era mi oportunidad. Sabía que o lo hacía ahora o no lo haría nunca. Le comenté la idea a mi amiga Anastasia y se entusiasmó con el plan. Miramos por Internet y supimos que el billete de tren Eurail nos permitiría viajar por toda España. Así que hicimos nuevos proyectos: después de visitar Sevilla, tomaríamos un tren veloz AVE para ver la mezquita de Córdoba.
También queríamos visitar la Alhambra de Granada y luego descansar en las playas de Marbella. El miedo se me había pasado y estaba tan contenta que sólo pensaba en hacer las maletas y partir de inmediato. Ese año, mi jefe me cambió el mes de vacaciones...
Ver el texto original y actualizado en:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/de-mochilazo-sevilla-evpita-2006.html
Autor: E.V.Pita (2006)
Me llamo María. Trabajo en una oficina en Uruguay, cerca del Mar de Plata, y siempre he soñado con ir de mochilazo, cruzar el charco y visitar Sevilla. Ir a Andalucía fue desde niña mi mayor ilusión. Siempre soñé con pasear en carromato por las calles cercanas a la torre de la Giralda o bailar flamenco en un "tablao" acompañada de guitarristas que daban taconazos en el suelo. Pero yo sola no me atrevía.
El problema no era el precio del viaje pues había ahorrado varios años para poder comprar el billete de avión. Tenía miedo de explorar un país extranjero, aunque me animó el hecho de que allí hablan el mismo idioma. En una agencia vi un cartel con una oferta y me di cuenta de que esa era mi oportunidad. Sabía que o lo hacía ahora o no lo haría nunca. Le comenté la idea a mi amiga Anastasia y se entusiasmó con el plan. Miramos por Internet y supimos que el billete de tren Eurail nos permitiría viajar por toda España. Así que hicimos nuevos proyectos: después de visitar Sevilla, tomaríamos un tren veloz AVE para ver la mezquita de Córdoba.
También queríamos visitar la Alhambra de Granada y luego descansar en las playas de Marbella. El miedo se me había pasado y estaba tan contenta que sólo pensaba en hacer las maletas y partir de inmediato. Ese año, mi jefe me cambió el mes de vacaciones...
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Tribulaciones de un turista en Shanghai (E.V.Pita, 2006)
TRIBULACIONES DE UN TURISTA EN SHANGHAI
Autor: E.V.Pita (2006)
En un reciente viaje organizado a China, viví muchas anécdotas por culpa de las diferencias del idioma. En las calles de Shanghai, muchos letreros no están escritos en inglés sino en un ininteligible mandarín.
Era verano y hacía mucho calor de bochorno. Me entró sed y le dije al guía que me separaba un momento del grupo para entrar en una tienda a comprar una botella de agua. "¿Necesita ayuda?", dijo amablemente el encargado de la agencia de viajes. "No hace falta, ya llevo un diccionario", indiqué.
Entré en el ultramarinos y pedí agua al venerable anciano que estaba sentado en el mostrador junto a unos nietos. "Shuí", pronuncié muy despacio mientras leía la palabra en el diccionario. El hombre sonrió, se metió en un rincón y volvió con unas frutas. "Shuî gûo", contestó con una sonrisa. Puse cara de decepción y repetí "Shuí".
El viejo y los nietos asintieron y rebuscaron en unas estanterías. Pero volvió con unas gafas de sol. "Shui", insistió con una sonrisa cortés. Desesperado, abrí al frigorífico y tomé una botella de agua mineral. "Shuí", aclaré mientras la posaba en el mostrador. El dependiente y los niños mostraron una cara de sorpresa y luego se les iluminó el rostro. No paraban de reír y de repetir "Shuí". Sin entender nada, puse un billete grande en su mano y, tras hacer una reverencia, me marché con mi botella. El guía me explicó que gafas, fruta o agua se pronuncian parecido pues sólo varía el acento, que puede ser ascendente, descendente o plano. Sólo un nativo es capaz de captar los matices. No hay día que no te acuestes sin aprender algo más.
Autor: E.V.Pita (2006)
En un reciente viaje organizado a China, viví muchas anécdotas por culpa de las diferencias del idioma. En las calles de Shanghai, muchos letreros no están escritos en inglés sino en un ininteligible mandarín.
Era verano y hacía mucho calor de bochorno. Me entró sed y le dije al guía que me separaba un momento del grupo para entrar en una tienda a comprar una botella de agua. "¿Necesita ayuda?", dijo amablemente el encargado de la agencia de viajes. "No hace falta, ya llevo un diccionario", indiqué.
Entré en el ultramarinos y pedí agua al venerable anciano que estaba sentado en el mostrador junto a unos nietos. "Shuí", pronuncié muy despacio mientras leía la palabra en el diccionario. El hombre sonrió, se metió en un rincón y volvió con unas frutas. "Shuî gûo", contestó con una sonrisa. Puse cara de decepción y repetí "Shuí".
El viejo y los nietos asintieron y rebuscaron en unas estanterías. Pero volvió con unas gafas de sol. "Shui", insistió con una sonrisa cortés. Desesperado, abrí al frigorífico y tomé una botella de agua mineral. "Shuí", aclaré mientras la posaba en el mostrador. El dependiente y los niños mostraron una cara de sorpresa y luego se les iluminó el rostro. No paraban de reír y de repetir "Shuí". Sin entender nada, puse un billete grande en su mano y, tras hacer una reverencia, me marché con mi botella. El guía me explicó que gafas, fruta o agua se pronuncian parecido pues sólo varía el acento, que puede ser ascendente, descendente o plano. Sólo un nativo es capaz de captar los matices. No hay día que no te acuestes sin aprender algo más.
El misterio de la pirámide maya (E.V.Pita, 2006)
EL MISTERIO DE LA PIRÁMIDE MAYA
El texto original y actualizado del relato corto está en:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/el-misterio-de-la-piramide-maya-evpita.html
Autor: E.V.Pita (2006)
Mi luna de miel a los volcanes y las selvas cercanas al mar Caribe tuvo muchas anécdotas. Todas están grabadas en vídeo e invito a mis amigos a verlas en el nuevo televisor de pantalla plana que me he comprado. Pero la aventura más cómica ocurrió en una misteriosa pirámide amerindia situada en el montículo de una montaña cubierta por la niebla. El guía caminaba hacia el templo con su mula cuando el animal tropezó. Los turistas ayudamos a levantar al equino, que no paraba de rebuznar y dar coces.
En medio de la confusión, una viajera que era arqueóloga y yo nos percatamos de que, sobre la tierra, asomaba una esquina metálica. Ambos sospechamos que podía tratarse de un tesoro repleto de figuras y joyas de oro de El Dorado. Así que la arqueóloga me propuso guardar silencio. Si volvíamos por la noche, sin que nadie se enterase, y excavábamos el arcón podríamos hacernos ricos. Pensé en la gran sorpresa que le daría a mi mujer. La cubriría de brazaletes y collares.
Esa noche, en el hotel, me excusé ante mi esposa porque estaba un poco mareado y necesitaba tomar el aire.
Una vez en la pirámide, la arqueóloga y yo desenterramos el baúl a toda prisa. Pero el botín resultó ser decepcionante: sólo contenía un puñado de monedas de oro... romanas. En el reverso aparecía el rostro de un emperador llamado Claudius. En otra pieza, se leía Julius Caesar. Era un fiasco, pues las tiendas de antigüedades de Italia vendían piezas similares por precios irrisorios. Pero la arqueóloga saltaba de alegría y gritaba "¡Eureka!". Ella tenía la prueba de que navegantes de la Antigua Roma habían llegado en sus galeras de remos hasta las costas de América quince siglos antes que Cristóbal Colón. ¡Era el mayor hallazgo de la arqueología! Nos abrazamos llenos de entusiasmo.
Justo en el momento de mayor éxito, apareció mi esposa, acompañada de la policía. Se había alarmado por mi tardanza y al oír gritos en la selva avisó a los guardias. Al verme con aquella turista, interpretó que nos veíamos a escondidas y se llevó un gran disgusto con aquel malentendido. Estaba tan enojada que tardó varios días en acudir a pagar la fianza y sacarme de la cárcel. La policía me había acusado del delito de expoliador del patrimonio histórico. La arqueóloga también perdió sus minutos de gloria: su revolucionaria teoría se vino abajo. Resulta que el abogado de un turista inglés, un tal John Silver, gran aficionado a la numismática, telefoneó a la comisaría para reclamar las monedas de su colección. Había extraviado su baúl unos años antes durante un fuerte huracán que movió ríos de barro en la zona. La niebla había dificultado la búsqueda y Silver había dado por perdidas para siempre sus monedas. Aparecieron casi todas.
Tuve que comprar rosas durante un mes a mi mujer. Para el que no me crea, le puedo mostrar una de las piezas de oro que, por casualidad, quedó olvidada en mi bolsillo.
El texto original y actualizado del relato corto está en:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/el-misterio-de-la-piramide-maya-evpita.html
Autor: E.V.Pita (2006)
Mi luna de miel a los volcanes y las selvas cercanas al mar Caribe tuvo muchas anécdotas. Todas están grabadas en vídeo e invito a mis amigos a verlas en el nuevo televisor de pantalla plana que me he comprado. Pero la aventura más cómica ocurrió en una misteriosa pirámide amerindia situada en el montículo de una montaña cubierta por la niebla. El guía caminaba hacia el templo con su mula cuando el animal tropezó. Los turistas ayudamos a levantar al equino, que no paraba de rebuznar y dar coces.
En medio de la confusión, una viajera que era arqueóloga y yo nos percatamos de que, sobre la tierra, asomaba una esquina metálica. Ambos sospechamos que podía tratarse de un tesoro repleto de figuras y joyas de oro de El Dorado. Así que la arqueóloga me propuso guardar silencio. Si volvíamos por la noche, sin que nadie se enterase, y excavábamos el arcón podríamos hacernos ricos. Pensé en la gran sorpresa que le daría a mi mujer. La cubriría de brazaletes y collares.
Esa noche, en el hotel, me excusé ante mi esposa porque estaba un poco mareado y necesitaba tomar el aire.
Una vez en la pirámide, la arqueóloga y yo desenterramos el baúl a toda prisa. Pero el botín resultó ser decepcionante: sólo contenía un puñado de monedas de oro... romanas. En el reverso aparecía el rostro de un emperador llamado Claudius. En otra pieza, se leía Julius Caesar. Era un fiasco, pues las tiendas de antigüedades de Italia vendían piezas similares por precios irrisorios. Pero la arqueóloga saltaba de alegría y gritaba "¡Eureka!". Ella tenía la prueba de que navegantes de la Antigua Roma habían llegado en sus galeras de remos hasta las costas de América quince siglos antes que Cristóbal Colón. ¡Era el mayor hallazgo de la arqueología! Nos abrazamos llenos de entusiasmo.
Justo en el momento de mayor éxito, apareció mi esposa, acompañada de la policía. Se había alarmado por mi tardanza y al oír gritos en la selva avisó a los guardias. Al verme con aquella turista, interpretó que nos veíamos a escondidas y se llevó un gran disgusto con aquel malentendido. Estaba tan enojada que tardó varios días en acudir a pagar la fianza y sacarme de la cárcel. La policía me había acusado del delito de expoliador del patrimonio histórico. La arqueóloga también perdió sus minutos de gloria: su revolucionaria teoría se vino abajo. Resulta que el abogado de un turista inglés, un tal John Silver, gran aficionado a la numismática, telefoneó a la comisaría para reclamar las monedas de su colección. Había extraviado su baúl unos años antes durante un fuerte huracán que movió ríos de barro en la zona. La niebla había dificultado la búsqueda y Silver había dado por perdidas para siempre sus monedas. Aparecieron casi todas.
Tuve que comprar rosas durante un mes a mi mujer. Para el que no me crea, le puedo mostrar una de las piezas de oro que, por casualidad, quedó olvidada en mi bolsillo.
Autobús hacia el Sur (E.V.Pita, 2006)
Relato corto
Título: Autobús hacia el Sur
Autor: E.V.Pita (2006)
Ver texto original y actualizado en:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/autobus-hacia-el-sur-evpita-2006.html
Volver a Valparaíso me emocionó. Fue una alegría volver a oír a las gaviotas o sentir el penetrante olor de guano. Lo primero que quise hacer fue subir de nuevo en el viejo ascensor Reina Victoria que comunica con el barrio de cerro Concepción. También busqué un mirador para divisar desde lo alto las viejas casas de colores del puerto. Incluso aspiré el suave olor del pescado fresco de los mercadillos.
La comida es mi debilidad y como estudiante en el extranjero he tenido que tragar cuanto me cupiese en el estómago por un puñado de monedas. Me acuerdo de una vez que un amigo llamado Antonio, un compañero de clase que vivía en Tijuana, me invitó a pasar un fin de semana en su casa. Así podríamos repasar unos ejercicios de ingeniería.
Tomamos un autobús de Greyhound en San Diego y recorrimos la desértica carretera de California hasta la frontera. El viaje me abrió el apetito y, sobre todo, me dio mucha sed. Me impresionó ver el río seco y una gran bandera mexicana ondeando sobre la ciudad de casas bajas blancas. Mi amigo vivía en la mejor zona, donde los turistas pasean de la mano, se fotografían subidos a un burro o comen en restaurantes. Eso me hizo la boca agua. Mi compañero puso el mantel en la mesa canturreando, y sacó unos "burritos" del congelador, que calentó en el microondas en dos minutos. "¡Típica comida mexicana!", alardeó mi amigo mientras sacaba unos nachos secos, salsa de tabasco y otros picantes. Poco convencido mordisqueé el "burrito" congelado.
No hace falta ser un chef de alta cocina como Adrián Ferrer o El Bulli para percatarse de que la masa de la tortita estaba cruda y los mini-trozos de carne parecían pedazos de plástico. Fuese lo que fuese aquella especialidad de Tex Mex, mi paladar rechazó aquel ladrillo que sabía a rayos. "¿No te gusta? Lo compré por el camino, en una tienda 24 horas. No sabía que el señorito fuese tan sibarita", se excusó mi amigo mientras se atusaba el bigote. "Detesto la comida basura", protesté. La cosa no hubiera ido a más sino ocurriese que la salsa resultó tan picante que sentí cómo me ardían las cejas. Al final, bajamos a la calle y compramos unas mazorcas asadas de maíz a un vendedor callejero. Y hubiese aceptado un buen plato de fríjoles refritos, tortillas y guacamoles.
Título: Autobús hacia el Sur
Autor: E.V.Pita (2006)
Ver texto original y actualizado en:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/autobus-hacia-el-sur-evpita-2006.html
Volver a Valparaíso me emocionó. Fue una alegría volver a oír a las gaviotas o sentir el penetrante olor de guano. Lo primero que quise hacer fue subir de nuevo en el viejo ascensor Reina Victoria que comunica con el barrio de cerro Concepción. También busqué un mirador para divisar desde lo alto las viejas casas de colores del puerto. Incluso aspiré el suave olor del pescado fresco de los mercadillos.
La comida es mi debilidad y como estudiante en el extranjero he tenido que tragar cuanto me cupiese en el estómago por un puñado de monedas. Me acuerdo de una vez que un amigo llamado Antonio, un compañero de clase que vivía en Tijuana, me invitó a pasar un fin de semana en su casa. Así podríamos repasar unos ejercicios de ingeniería.
Tomamos un autobús de Greyhound en San Diego y recorrimos la desértica carretera de California hasta la frontera. El viaje me abrió el apetito y, sobre todo, me dio mucha sed. Me impresionó ver el río seco y una gran bandera mexicana ondeando sobre la ciudad de casas bajas blancas. Mi amigo vivía en la mejor zona, donde los turistas pasean de la mano, se fotografían subidos a un burro o comen en restaurantes. Eso me hizo la boca agua. Mi compañero puso el mantel en la mesa canturreando, y sacó unos "burritos" del congelador, que calentó en el microondas en dos minutos. "¡Típica comida mexicana!", alardeó mi amigo mientras sacaba unos nachos secos, salsa de tabasco y otros picantes. Poco convencido mordisqueé el "burrito" congelado.
No hace falta ser un chef de alta cocina como Adrián Ferrer o El Bulli para percatarse de que la masa de la tortita estaba cruda y los mini-trozos de carne parecían pedazos de plástico. Fuese lo que fuese aquella especialidad de Tex Mex, mi paladar rechazó aquel ladrillo que sabía a rayos. "¿No te gusta? Lo compré por el camino, en una tienda 24 horas. No sabía que el señorito fuese tan sibarita", se excusó mi amigo mientras se atusaba el bigote. "Detesto la comida basura", protesté. La cosa no hubiera ido a más sino ocurriese que la salsa resultó tan picante que sentí cómo me ardían las cejas. Al final, bajamos a la calle y compramos unas mazorcas asadas de maíz a un vendedor callejero. Y hubiese aceptado un buen plato de fríjoles refritos, tortillas y guacamoles.
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Un mundo por descubrir (E.V.Pita, 2006)
Microrrelato
UN MUNDO POR DESCUBRIR
Autor: E.V.Pita (2006)
El texto original y actualizado está en el siguiente link:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/un-mundo-por-descubrir-evpita-2006.html
El verdadero viaje es aquel que te cambia. Al regresar, ya no eres exactamente el mismo. Porque, quizás, un viaje es como una historia, con un inicio, un desarrollo y un final. Por muy fugaz que sea el trayecto, es difícil que conozcas otras tierras y culturas sin que te hagan reflexionar. He viajado en autobús por Marruecos y tomado té con las tribus bereberes antes de recorrer varios kilómetros de dunas para ver el amanecer en el desierto. He subido en una noche, sólo iluminado por la luna llena y pisando escorpiones, por un sendero que conduce al refugio del Toukal, en el Atlas. He recorrido en tren toda Europa, desde Oslo hasta Budapest, y desde allí hasta Nápoles. He viajado hasta el Loch Ness, en Escocia, en pleno temporal de enero, con el autobús atascado en esa clase de nieve que refleja el arco iris. Y he comido yogures y fiambre en los merenderos de las autovías francesas. Y en Londres, he esperado con impaciencia al desayuno del albergue, porque esa iba a ser mi única comida del día.
Cuando no tienes ni una libra en el bolsillo, porque te lo has gastado todo en el ferry de vuelta, unos frutos secos y una fuente son tu única comida. Y he subido a pie hasta las montañas de Meteora, bajo el insoportable ruido de cigarras, porque no nos quedaba ni una dracma para pagar un taxi. He regateado con los vendedores bereberes y turcos y, pese a comportarme como un avaro miserable, me he sentido timado. Y he dado vueltas y vueltas por el aeropuerto de Heathrow aguardando al avión de la British Airways que me llevaría al norte de Escocia a pasar unos días con una petite amie muy especial. Pero nada me cambió tanto como el viaje que voy a relatar.
Quizás, después de ver tantas ciudades, regresas a tu mundo de forma distinta. Pero, yo lo atribuyo más a la edad. Jamás había salido del país y, un buen día, estabas en París y al día siguiente en Londres, durmiendo en las butacas de los trenes y corriendo la cortina para no ser importunado. Y, quizás, lo más duro haya sido cargar con la mochila y con el peso de las latas de conserva, y el irrespirable olor de la ropa sucia. Con el tiempo, te planteas que la vida de mochilero no es sana. Pero es barata, dentro de lo que cabe.
Pero, sin duda, si algo te cambia es la conversación con otras personas. Quizás no hayas salido jamás de tu ciudad y, durante las tardes de charla en el café, conozcas a otra persona que te cambie la forma de pensar o que al menos te haga replantear todo de nuevo. Quizás, intentar entender la lógica del regateo y la hospitalidad bereber pueda ayudarte al plantear al jefe una subida de sueldo que antes no te cuestionabas. Quizás, aprendas a saborear el zumo de naranja tras probarlo en el desierto durante el desayuno. O quizás te vuelvas piadoso al conocer la situación en que viven los habitantes del Norte de África. O llegues a defender la igualdad de hombres y mujeres al conocer las injusticias en otras zonas y luego reconocerlas en tu propio país.
Viajar también puede abrir los ojos sobre la riqueza de las naciones y relacionarla con la gastronomía. El crêpe bretón es la versión evolucionada de la filloa gallega, con más sabores y variedades. Al principio eran lo mismo, pero en el primer caso se añadió más imaginación. O quizás también te haga reflexionar el momento exacto en que cruzas la frontera húngara y austriaca o la alemana y checa. En el primer caso, los campos de Hungría son áridos y pobres; a cien metros, crecen cientos de hectáreas de cereal austriaco, que supongo que irá a parar al desayuno en forma de Müsli. Y el viaje desde Berlín a Praga también hace pensar sobre la riqueza de las naciones. A un lado del río, casa turísticas que parecen sacadas de un cuento de hadas. En la otra orilla, por donde va el tren, abetos color ceniza calcinados por la lluvia ácida de fábricas desvencijadas. Pero no voy a adelantar acontecimientos.
Mayo de 1995, pocos años después de la caída del muro de Berlín. El año pasado, había perdido la oportunidad de conseguir plaza en un campo de trabajo en Francia. Al final, recorrí Europa en Inter Rail durante 30 días. Pero ahora, estaba decidido a pasar unos días trabajando en un campo en Dinamarca, mi país favorito, y no sólo por las danesas. Recordaba los paseos veraniegos por el puerto de Nyhav de Copenhague. Allí se encontraba la Sirenita, frente a una zona industrial y buques mercantes. Dinamarca, volver a Dinamarca, y recorrer los campings y lagos de la península de Jutlandia, bajo aquel clima cálido pero suave, y con aquella luz matinal que surgía a las cinco de la madrugada. Dinamarca, con sus helados Dazen-Hass y sus caballitos rojos, sus trolls... Realmente, ese sería un buen verano.
Ese día, madrugué a las 8 de la mañana y salí disparado hacia el teléfono a llamar al departamento del Teléfono Joven. Sabía que tenía más posibilidades si llamaba unos minutos antes de que las secretarias iniciasen su jornada. Se verían obligadas a atender al interlocutor. Pero el truco no funcionó. Comunicaba. Colgué. Volví a telefonear. Tenía en la mano un recorte de periódico que indicaba los destinos: cinco plazas en una granja en las inmediaciones de Londres por 20 días, el único destino en el Reino Unido; una granja en Dinamarca; destinos varios en la Francia mediterránea y algunas regiones de Alemania. El objetivo era Dinamarca; ese verano lo quería pasar allí. El teléfono comunicaba. Colgué y volví a llamar. Así eran las reglas. Había 50 plazas que se quedarían los primeros que llamasen.
Por lo tanto, sólo debía esperar la oportunidad de que una teleoperadora del Teléfono Joven descolgase el teléfono y contestase. Pero el aparato seguía comunicando y nadie contestaba. Había que volver a intentarlo. Eran las nueve y seguía comunicando. Decidí esperar varios minutos hasta que cambiase el tono. Volví a intentarlo. Las nueve y media, luego las diez. Nuevamente, comunicaba. Esperé casi media hora con el auricular en la oreja con la esperanza de que alguien contestase al otro lado. Pero, seguía comunicando. Nuevo intento y nuevo fracaso. Las once, luego las once y media, y no había forma. Por mucho que esperase, volvía a comunicar. Colgaba y marcaba, y esperaba varios minutos sin éxito. Nuevo intento, pero esta vez hasta una hora. Las doce, doce y media, la una. No había forma. Seguía sin dar línea. Debía estar todo el mundo llamando al mismo sitio.
Llegó la hora de comer y todavía no había conseguido contactar con el departamento que asignaba las plazas en los campos de trabajo por riguroso orden de llamada. A estas alturas, lo daba todo por perdido, porque supuse que ya se habrían agotado todos los destinos atractivos. Estaba visto que aquel verano lo iba a pasar en casa. Volví a intentarlo después de comer atragantado, a las 15,15 horas, sólo por probar si había suerte y totalmente desanimado. Aquella vez sí dio tono y una voz femenina al otro lado del auricular contestó:
-Teléfono Joven, dígame.
-Quería reservar una plaza para Dinamarca.
La operadora consultó un momento:
-Sólo nos quedan plazas para Rumania y Alemania. Si quiere, puede anotarse en la lista de espera para Dinamarca, siempre hay alguien que renuncia.
-¿Y hay muchos delante?
-Unos quince.
-¿Y para Inglaterra?
-Unos veinte. Esta plaza fue la primera que se agotó a las nueve de la mañana.
Las probabilidades de conseguir plaza en Dinamarca se esfumaron. La solución pasaba por pedir otro lugar, si quería pasar un verano distinto. Me decidí por Alemania, aunque tendría que revisar mis conocimientos del idioma de Goethe. Las fechas eran interesantes, de primeros de julio a primeros de agosto. Tendría el resto del mes para preparar los exámenes de septiembre. Había una asignatura que me hacía la vida imposible.
-Me quedo con una plaza para Alemania.
-Una reserva para Halle, en Alemania, del 7 al 30 de julio. Ya sabe que antes de 24 horas debe ingresar las 8.000 pesetas en una caja de ahorros y presentar su resguardo en una oficina del Teléfono Joven. Ahora, deme sus datos.
-¿Qué hay que hacer allí?
-No lo pone claro pero es algo relacionado con la jardinería.
-Parece interesante. Me llamo Brais Orvallo, de 24 años.
-Su petición ha sido aceptada. Buenos tardes. No olvide abonar la cuota y entregarla.
El mochilero salió del salón y corrió a su habitación a consultar el atlas de Europa. Miró el índice toponímico y encontró Halle, Alemania. Pensó que con un poco de suerte le tocaría un lugar turístico de la Selva Negra. Buscó el mapa y allí estaba la ciudad, a 40 kilómetros, de Berlín, y próxima a Leigzip y Dresde.
¡Qué mala suerte! Estaba en plena Alemania del Este, algo que le sonaba a totalmente gris, al Muro y a parados. La imagen que tenía de Alemania del Este era la Banhaus central de Berlín, que había visitado el año pasado durante un día. Manuel y yo habíamos esperado unos minutos por el autobús en una parada de la estación, junto a varios vagabundos, vendedores de alfombras e inmigrantes árabes. Un día lluvioso y gris con casas grises y destartaladas, algunas con restos de balas en las fachadas. A medida que el bus abandonaba aquel fantasmagórico lugar, los edificios parecían más modernos y céntricos. Esa es la imagen que tenía de Alemania del Este, tan triste como aquellos abetos checos de color ceniza. Al menos, mejoraría mis conocimientos de alemán, que cada vez me iban peor en la Escuela Oficial de Idiomas.
Esa misma tarde regresé a la escuela. Nuevamente tarde, porque se había vuelto a liar con mi trabajo. Intenté apurar al máximo al tiempo y luego recorrí a pie los cuatro kilómetros que separaban mi casa de la escuela, media hora de camino. Como siempre, me retrasé cinco minutos porque seguía pensando que podía cubrir esa distancia en sólo 25 minutos. No me explico porque nunca se me ocurrió tomar un autobús para llegar a tiempo. Era tan testarudo que me empañaba en andar y andar, contrarreloj. Era como si me hubiese empeñado en sacar de quicio a la profesora. Subí rápidamente las escaleras de la escuela y casi sofocado comprobé que, nuevamente, la puerta estaba cerrada. Tomé aire y me quité el sudor con un pañuelo. Al menos, debía aparentar cierta calma. La calma de la cara dura, pensaría la profesora Rosita. Asomé la cabeza por la puerta y caminé de puntillas hasta el primer pupitre, que ya había reservado para este tipo de emergencias.
Mi compañera, una alumna de COU sabihonda, soltó una sonrisa cínica mientras que la profesora prefirió no mirar; me daba como un caso perdido y, simplemente, había decidido ignorarme. Mejor, porque así no me vería obligado a contestar sus enrevesadas frases de los participios. Rossita estaba segura de que aquel despistado alumno desperdiciaba una plaza pública. Tampoco ayudaba mucho que sistemáticamente aquel impertinente llegase tarde a clase. Para una alemana nativa, por muchos años que viviese en el extranjero, la puntualidad era sagrada. Y ésta saboreaba su venganza contra un tardón compulsivo que rompía el orden de la clase. En mi frente llevaba marcada una palabra: Suspenso. Temía que la profesora, a pesar de su distraída afección, jamás me perdonaría mi tardanza. Estaba sentenciado.
Como siempre, el primer examen había sido un éxito pero, a partir de allí, mi estrella comenzó a declinar. Una vez el grupito de las quinceañeras sabihondas me habían echado en cara que era un gandul por suspender alemán. Mi compañera, la mayor y más sensata del grupo, me defendió: tenía poco tiempo y debía elegir entre mi trabajo o los idiomas. Dio en el clavo, porque la secretaria del editor se ponía muy nerviosa cada vez que se aproximaba el plazo de entrega, que casualmente solía coincidir con algún examen de alemán. Y, lógicamente, me quedaba con la editorial porque me daba algo de dinero, de vez en cuando. El editor me hacía últimamente muchos encargos que me absorbían por completo, sin reparar en exámenes de alemán. Me levantaba a las 8 de la mañana y trabajaba en el ordenador hasta las 18.30 horas, con una pausa para comer e imprimir. Al final, mis simpáticas compañeras, comenzaron a mirarme mal por llegar tarde, a hacerme gestos reprobatorios con el reloj y, luego, a criticarme abiertamente por suspender.
Ese mismo día, había quedado con mi amiga bávara Lorena en el bar de la Escuela de Idiomas. Habíamos quedado en intercambiar clases de alemán por español. Pero aquello no funcionaba. Cuando ella me hablaba en alemán lo hacía tan rápido que no me enteraba de nada. A veces, se daba cuenta de mi cara de lelo y se disculpaba: "Perdona, estaba hablando alemán como si estuviese en un bar con un colega alemán. No me daba cuenta de que entiendes muy poco". Realmente, nada. Y eso que tenía la culpa de que el bávaro era un dialecto ininteligible para los propios alemanes que hablaban el Alto Alemán. Bueno, de oídas a mí me sonaban igual uno que otro. Aquellas clases de alemán en el bar duraron más bien poco.
Por eso pensé que aquel viaje a Alemania me daría la oportunidad de ponerme al día en declinaciones y verbos. Sinceramente, a estas alturas del curso no me enteraba de nada. Ni siquiera funcionaba el truco de pensar en inglés y trascribirlo tal como sonaba para obtener alemán. La revisión del último examen era bastante elocuente al respecto.
La mañana no había podido empezar peor. Decidí acercarme al banco para abonar las 8.000 pesetas que me daban derecho a una reserva en el campo de trabajo. Era una ganga. Por ese precio, valía la pena, ya que estaría 25 días con todos los gastos pagados en Alemania, con alojamiento y comida. Y respecto al viaje, me pagaría un billete de Inter Rail por 30.000 pesetas.
Una vez cumplidos los trámites regresé a casa. Todavía faltaba dos meses para julio y tenía tiempo de sobra para organizar todo. Ya me imaginaba en aquella colonia de verano, disfrutando del aire libre, nuevas amistades, visitas a sitios bonitos, olvidando todo. Además, al coger las vacaciones en julio era mejor porque así tendría el resto del mes para estudiar y terminar las asignaturas pendientes. En septiembre, con un poco de suerte, me habría liberado de todas mis preocupaciones.
El mes de mayo transcurrió sin novedades.
Y llegó junio. Los problemas volvieron a empezar. Una semana de exámenes que se vio complicada con el trabajo. Entre examen y examen tuve que viajar a pedir disculpas a una asociación ecologista porque había escrito que había irregularidades en las subvenciones. La bronca fue monumental. "¿Qué les decimos ahora al Instituto de Ambiente?", me preguntó el presidente del colectivo desde su despacho. "Aquí no se despilfarra el dinero", insistió. regresé rápido. Aún tenía que estudiar para el último examen y al día siguiente volar a Barcelona para reunirme con la editorial. Esa misma mañana volvió a llamar el editor:
Aquello era demasiado estresante. Todo se complicaba demasiado. Estaba con el agua con el cuello y faltaban 25 días para marcharme a Alemania.
Terminé el examen lo mejor que pude. Era mi último año y todo me sonaba a repetido. Apenas le dedicaba horas de estudio por no decir que me leía libros enteros unas horas antes del examen, al que iba tan fresco. Una compañera que había pedido excedencia como funcionaria para terminar aquel curso me había echado en cara que alardease de estudiar el último día y sacar notas altas. No siempre era así, pero quizás con la presión memorizaba mejor o, como le expliqué, llevábamos cinco años con las mismas historias de siempre.
Entregué el examen y me acerqué a clase de alemán donde iban a entregarnos las notas del curso. "El único que se va es el que suspende". Bueno, tenía demasiadas cosas que hacer y estaba seguro de que en septiembre aprobaría con todos los honores. Después de un mes en un campo de trabajo.
A la tarde, me acerqué por el local de Ártabros, la asociación de montañeros. No sé cómo me atrevía, ya que algunos todavía me recordaban un artículo que había escrito en el que les hacía poner en su boca: "En estos viajes tienes que ir de arrastrado", en referencia en un viaje a Kenya en tren y hasta la montaña de los gorilas. "Arrastrado suena a miserable. Yo no dije eso", me decían cada vez que aparecía por allí.
Ahora estaban todos en el garaje, escalando una roca artificial. Algunos parecían el hombre araña, colgados por el techo. Probé a subir pero era necesario hacer mucha fuerza con los dedos al agarrar los salientes para aguantar el peso del cuerpo. No resistí más de unos metros y caí al vacío, es decir a las baldosas. Volví a intentarlo pero no había forma. Estaba demasiado debilucho. Los amigos comentaron sus planes para el verano. Manuel había conseguido una beca Intercampus para desarrollar un proyecto en agosto en Chile. José Luis y unos amigos viajarían en una furgoneta alquilada a Praga. Otros se preparaban para escalar unos picos del Cáucaso.
-Supongo que yo iré a un campo de trabajo en Alemania del Este.
-¿Y si no te da tiempo? ¿Perderás las 8.000 pesetas de la inscripción.
-¡Qué más podía faltar! Mojé el pan para tomar el huevo frito y continué enfrascado en mi gran problema.
-Quizás, deberías anular el viaje.
-¡No va a pasar nada! Me paso el año trabajando, así que las vacaciones son sagradas.
El día siguiente lo pasé en la playa.
A mediados de semana recibí una carta de Verónica, una antigua compañera de carrera. Me decía que le habían concedido una beca Erasmus para estudiar un año en Suecia. ¡Qué suerte! Se tenía que incorporar a primeros de agosto, justo cuando terminaba mi campamento de trabajo. Era una buena ocasión para hacer una visita a Suecia. La telefoneé y le dije que contara conmigo en Suecia. Por fin me iba de viaje. Empezaban las vacaciones.
UN MUNDO POR DESCUBRIR
Autor: E.V.Pita (2006)
El texto original y actualizado está en el siguiente link:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/un-mundo-por-descubrir-evpita-2006.html
El verdadero viaje es aquel que te cambia. Al regresar, ya no eres exactamente el mismo. Porque, quizás, un viaje es como una historia, con un inicio, un desarrollo y un final. Por muy fugaz que sea el trayecto, es difícil que conozcas otras tierras y culturas sin que te hagan reflexionar. He viajado en autobús por Marruecos y tomado té con las tribus bereberes antes de recorrer varios kilómetros de dunas para ver el amanecer en el desierto. He subido en una noche, sólo iluminado por la luna llena y pisando escorpiones, por un sendero que conduce al refugio del Toukal, en el Atlas. He recorrido en tren toda Europa, desde Oslo hasta Budapest, y desde allí hasta Nápoles. He viajado hasta el Loch Ness, en Escocia, en pleno temporal de enero, con el autobús atascado en esa clase de nieve que refleja el arco iris. Y he comido yogures y fiambre en los merenderos de las autovías francesas. Y en Londres, he esperado con impaciencia al desayuno del albergue, porque esa iba a ser mi única comida del día.
Cuando no tienes ni una libra en el bolsillo, porque te lo has gastado todo en el ferry de vuelta, unos frutos secos y una fuente son tu única comida. Y he subido a pie hasta las montañas de Meteora, bajo el insoportable ruido de cigarras, porque no nos quedaba ni una dracma para pagar un taxi. He regateado con los vendedores bereberes y turcos y, pese a comportarme como un avaro miserable, me he sentido timado. Y he dado vueltas y vueltas por el aeropuerto de Heathrow aguardando al avión de la British Airways que me llevaría al norte de Escocia a pasar unos días con una petite amie muy especial. Pero nada me cambió tanto como el viaje que voy a relatar.
Quizás, después de ver tantas ciudades, regresas a tu mundo de forma distinta. Pero, yo lo atribuyo más a la edad. Jamás había salido del país y, un buen día, estabas en París y al día siguiente en Londres, durmiendo en las butacas de los trenes y corriendo la cortina para no ser importunado. Y, quizás, lo más duro haya sido cargar con la mochila y con el peso de las latas de conserva, y el irrespirable olor de la ropa sucia. Con el tiempo, te planteas que la vida de mochilero no es sana. Pero es barata, dentro de lo que cabe.
Pero, sin duda, si algo te cambia es la conversación con otras personas. Quizás no hayas salido jamás de tu ciudad y, durante las tardes de charla en el café, conozcas a otra persona que te cambie la forma de pensar o que al menos te haga replantear todo de nuevo. Quizás, intentar entender la lógica del regateo y la hospitalidad bereber pueda ayudarte al plantear al jefe una subida de sueldo que antes no te cuestionabas. Quizás, aprendas a saborear el zumo de naranja tras probarlo en el desierto durante el desayuno. O quizás te vuelvas piadoso al conocer la situación en que viven los habitantes del Norte de África. O llegues a defender la igualdad de hombres y mujeres al conocer las injusticias en otras zonas y luego reconocerlas en tu propio país.
Viajar también puede abrir los ojos sobre la riqueza de las naciones y relacionarla con la gastronomía. El crêpe bretón es la versión evolucionada de la filloa gallega, con más sabores y variedades. Al principio eran lo mismo, pero en el primer caso se añadió más imaginación. O quizás también te haga reflexionar el momento exacto en que cruzas la frontera húngara y austriaca o la alemana y checa. En el primer caso, los campos de Hungría son áridos y pobres; a cien metros, crecen cientos de hectáreas de cereal austriaco, que supongo que irá a parar al desayuno en forma de Müsli. Y el viaje desde Berlín a Praga también hace pensar sobre la riqueza de las naciones. A un lado del río, casa turísticas que parecen sacadas de un cuento de hadas. En la otra orilla, por donde va el tren, abetos color ceniza calcinados por la lluvia ácida de fábricas desvencijadas. Pero no voy a adelantar acontecimientos.
Mayo de 1995, pocos años después de la caída del muro de Berlín. El año pasado, había perdido la oportunidad de conseguir plaza en un campo de trabajo en Francia. Al final, recorrí Europa en Inter Rail durante 30 días. Pero ahora, estaba decidido a pasar unos días trabajando en un campo en Dinamarca, mi país favorito, y no sólo por las danesas. Recordaba los paseos veraniegos por el puerto de Nyhav de Copenhague. Allí se encontraba la Sirenita, frente a una zona industrial y buques mercantes. Dinamarca, volver a Dinamarca, y recorrer los campings y lagos de la península de Jutlandia, bajo aquel clima cálido pero suave, y con aquella luz matinal que surgía a las cinco de la madrugada. Dinamarca, con sus helados Dazen-Hass y sus caballitos rojos, sus trolls... Realmente, ese sería un buen verano.
Ese día, madrugué a las 8 de la mañana y salí disparado hacia el teléfono a llamar al departamento del Teléfono Joven. Sabía que tenía más posibilidades si llamaba unos minutos antes de que las secretarias iniciasen su jornada. Se verían obligadas a atender al interlocutor. Pero el truco no funcionó. Comunicaba. Colgué. Volví a telefonear. Tenía en la mano un recorte de periódico que indicaba los destinos: cinco plazas en una granja en las inmediaciones de Londres por 20 días, el único destino en el Reino Unido; una granja en Dinamarca; destinos varios en la Francia mediterránea y algunas regiones de Alemania. El objetivo era Dinamarca; ese verano lo quería pasar allí. El teléfono comunicaba. Colgué y volví a llamar. Así eran las reglas. Había 50 plazas que se quedarían los primeros que llamasen.
Por lo tanto, sólo debía esperar la oportunidad de que una teleoperadora del Teléfono Joven descolgase el teléfono y contestase. Pero el aparato seguía comunicando y nadie contestaba. Había que volver a intentarlo. Eran las nueve y seguía comunicando. Decidí esperar varios minutos hasta que cambiase el tono. Volví a intentarlo. Las nueve y media, luego las diez. Nuevamente, comunicaba. Esperé casi media hora con el auricular en la oreja con la esperanza de que alguien contestase al otro lado. Pero, seguía comunicando. Nuevo intento y nuevo fracaso. Las once, luego las once y media, y no había forma. Por mucho que esperase, volvía a comunicar. Colgaba y marcaba, y esperaba varios minutos sin éxito. Nuevo intento, pero esta vez hasta una hora. Las doce, doce y media, la una. No había forma. Seguía sin dar línea. Debía estar todo el mundo llamando al mismo sitio.
Llegó la hora de comer y todavía no había conseguido contactar con el departamento que asignaba las plazas en los campos de trabajo por riguroso orden de llamada. A estas alturas, lo daba todo por perdido, porque supuse que ya se habrían agotado todos los destinos atractivos. Estaba visto que aquel verano lo iba a pasar en casa. Volví a intentarlo después de comer atragantado, a las 15,15 horas, sólo por probar si había suerte y totalmente desanimado. Aquella vez sí dio tono y una voz femenina al otro lado del auricular contestó:
-Teléfono Joven, dígame.
-Quería reservar una plaza para Dinamarca.
La operadora consultó un momento:
-Sólo nos quedan plazas para Rumania y Alemania. Si quiere, puede anotarse en la lista de espera para Dinamarca, siempre hay alguien que renuncia.
-¿Y hay muchos delante?
-Unos quince.
-¿Y para Inglaterra?
-Unos veinte. Esta plaza fue la primera que se agotó a las nueve de la mañana.
Las probabilidades de conseguir plaza en Dinamarca se esfumaron. La solución pasaba por pedir otro lugar, si quería pasar un verano distinto. Me decidí por Alemania, aunque tendría que revisar mis conocimientos del idioma de Goethe. Las fechas eran interesantes, de primeros de julio a primeros de agosto. Tendría el resto del mes para preparar los exámenes de septiembre. Había una asignatura que me hacía la vida imposible.
-Me quedo con una plaza para Alemania.
-Una reserva para Halle, en Alemania, del 7 al 30 de julio. Ya sabe que antes de 24 horas debe ingresar las 8.000 pesetas en una caja de ahorros y presentar su resguardo en una oficina del Teléfono Joven. Ahora, deme sus datos.
-¿Qué hay que hacer allí?
-No lo pone claro pero es algo relacionado con la jardinería.
-Parece interesante. Me llamo Brais Orvallo, de 24 años.
-Su petición ha sido aceptada. Buenos tardes. No olvide abonar la cuota y entregarla.
El mochilero salió del salón y corrió a su habitación a consultar el atlas de Europa. Miró el índice toponímico y encontró Halle, Alemania. Pensó que con un poco de suerte le tocaría un lugar turístico de la Selva Negra. Buscó el mapa y allí estaba la ciudad, a 40 kilómetros, de Berlín, y próxima a Leigzip y Dresde.
¡Qué mala suerte! Estaba en plena Alemania del Este, algo que le sonaba a totalmente gris, al Muro y a parados. La imagen que tenía de Alemania del Este era la Banhaus central de Berlín, que había visitado el año pasado durante un día. Manuel y yo habíamos esperado unos minutos por el autobús en una parada de la estación, junto a varios vagabundos, vendedores de alfombras e inmigrantes árabes. Un día lluvioso y gris con casas grises y destartaladas, algunas con restos de balas en las fachadas. A medida que el bus abandonaba aquel fantasmagórico lugar, los edificios parecían más modernos y céntricos. Esa es la imagen que tenía de Alemania del Este, tan triste como aquellos abetos checos de color ceniza. Al menos, mejoraría mis conocimientos de alemán, que cada vez me iban peor en la Escuela Oficial de Idiomas.
Esa misma tarde regresé a la escuela. Nuevamente tarde, porque se había vuelto a liar con mi trabajo. Intenté apurar al máximo al tiempo y luego recorrí a pie los cuatro kilómetros que separaban mi casa de la escuela, media hora de camino. Como siempre, me retrasé cinco minutos porque seguía pensando que podía cubrir esa distancia en sólo 25 minutos. No me explico porque nunca se me ocurrió tomar un autobús para llegar a tiempo. Era tan testarudo que me empañaba en andar y andar, contrarreloj. Era como si me hubiese empeñado en sacar de quicio a la profesora. Subí rápidamente las escaleras de la escuela y casi sofocado comprobé que, nuevamente, la puerta estaba cerrada. Tomé aire y me quité el sudor con un pañuelo. Al menos, debía aparentar cierta calma. La calma de la cara dura, pensaría la profesora Rosita. Asomé la cabeza por la puerta y caminé de puntillas hasta el primer pupitre, que ya había reservado para este tipo de emergencias.
Mi compañera, una alumna de COU sabihonda, soltó una sonrisa cínica mientras que la profesora prefirió no mirar; me daba como un caso perdido y, simplemente, había decidido ignorarme. Mejor, porque así no me vería obligado a contestar sus enrevesadas frases de los participios. Rossita estaba segura de que aquel despistado alumno desperdiciaba una plaza pública. Tampoco ayudaba mucho que sistemáticamente aquel impertinente llegase tarde a clase. Para una alemana nativa, por muchos años que viviese en el extranjero, la puntualidad era sagrada. Y ésta saboreaba su venganza contra un tardón compulsivo que rompía el orden de la clase. En mi frente llevaba marcada una palabra: Suspenso. Temía que la profesora, a pesar de su distraída afección, jamás me perdonaría mi tardanza. Estaba sentenciado.
Como siempre, el primer examen había sido un éxito pero, a partir de allí, mi estrella comenzó a declinar. Una vez el grupito de las quinceañeras sabihondas me habían echado en cara que era un gandul por suspender alemán. Mi compañera, la mayor y más sensata del grupo, me defendió: tenía poco tiempo y debía elegir entre mi trabajo o los idiomas. Dio en el clavo, porque la secretaria del editor se ponía muy nerviosa cada vez que se aproximaba el plazo de entrega, que casualmente solía coincidir con algún examen de alemán. Y, lógicamente, me quedaba con la editorial porque me daba algo de dinero, de vez en cuando. El editor me hacía últimamente muchos encargos que me absorbían por completo, sin reparar en exámenes de alemán. Me levantaba a las 8 de la mañana y trabajaba en el ordenador hasta las 18.30 horas, con una pausa para comer e imprimir. Al final, mis simpáticas compañeras, comenzaron a mirarme mal por llegar tarde, a hacerme gestos reprobatorios con el reloj y, luego, a criticarme abiertamente por suspender.
Ese mismo día, había quedado con mi amiga bávara Lorena en el bar de la Escuela de Idiomas. Habíamos quedado en intercambiar clases de alemán por español. Pero aquello no funcionaba. Cuando ella me hablaba en alemán lo hacía tan rápido que no me enteraba de nada. A veces, se daba cuenta de mi cara de lelo y se disculpaba: "Perdona, estaba hablando alemán como si estuviese en un bar con un colega alemán. No me daba cuenta de que entiendes muy poco". Realmente, nada. Y eso que tenía la culpa de que el bávaro era un dialecto ininteligible para los propios alemanes que hablaban el Alto Alemán. Bueno, de oídas a mí me sonaban igual uno que otro. Aquellas clases de alemán en el bar duraron más bien poco.
Por eso pensé que aquel viaje a Alemania me daría la oportunidad de ponerme al día en declinaciones y verbos. Sinceramente, a estas alturas del curso no me enteraba de nada. Ni siquiera funcionaba el truco de pensar en inglés y trascribirlo tal como sonaba para obtener alemán. La revisión del último examen era bastante elocuente al respecto.
La mañana no había podido empezar peor. Decidí acercarme al banco para abonar las 8.000 pesetas que me daban derecho a una reserva en el campo de trabajo. Era una ganga. Por ese precio, valía la pena, ya que estaría 25 días con todos los gastos pagados en Alemania, con alojamiento y comida. Y respecto al viaje, me pagaría un billete de Inter Rail por 30.000 pesetas.
Una vez cumplidos los trámites regresé a casa. Todavía faltaba dos meses para julio y tenía tiempo de sobra para organizar todo. Ya me imaginaba en aquella colonia de verano, disfrutando del aire libre, nuevas amistades, visitas a sitios bonitos, olvidando todo. Además, al coger las vacaciones en julio era mejor porque así tendría el resto del mes para estudiar y terminar las asignaturas pendientes. En septiembre, con un poco de suerte, me habría liberado de todas mis preocupaciones.
El mes de mayo transcurrió sin novedades.
Y llegó junio. Los problemas volvieron a empezar. Una semana de exámenes que se vio complicada con el trabajo. Entre examen y examen tuve que viajar a pedir disculpas a una asociación ecologista porque había escrito que había irregularidades en las subvenciones. La bronca fue monumental. "¿Qué les decimos ahora al Instituto de Ambiente?", me preguntó el presidente del colectivo desde su despacho. "Aquí no se despilfarra el dinero", insistió. regresé rápido. Aún tenía que estudiar para el último examen y al día siguiente volar a Barcelona para reunirme con la editorial. Esa misma mañana volvió a llamar el editor:
Aquello era demasiado estresante. Todo se complicaba demasiado. Estaba con el agua con el cuello y faltaban 25 días para marcharme a Alemania.
Terminé el examen lo mejor que pude. Era mi último año y todo me sonaba a repetido. Apenas le dedicaba horas de estudio por no decir que me leía libros enteros unas horas antes del examen, al que iba tan fresco. Una compañera que había pedido excedencia como funcionaria para terminar aquel curso me había echado en cara que alardease de estudiar el último día y sacar notas altas. No siempre era así, pero quizás con la presión memorizaba mejor o, como le expliqué, llevábamos cinco años con las mismas historias de siempre.
Entregué el examen y me acerqué a clase de alemán donde iban a entregarnos las notas del curso. "El único que se va es el que suspende". Bueno, tenía demasiadas cosas que hacer y estaba seguro de que en septiembre aprobaría con todos los honores. Después de un mes en un campo de trabajo.
A la tarde, me acerqué por el local de Ártabros, la asociación de montañeros. No sé cómo me atrevía, ya que algunos todavía me recordaban un artículo que había escrito en el que les hacía poner en su boca: "En estos viajes tienes que ir de arrastrado", en referencia en un viaje a Kenya en tren y hasta la montaña de los gorilas. "Arrastrado suena a miserable. Yo no dije eso", me decían cada vez que aparecía por allí.
Ahora estaban todos en el garaje, escalando una roca artificial. Algunos parecían el hombre araña, colgados por el techo. Probé a subir pero era necesario hacer mucha fuerza con los dedos al agarrar los salientes para aguantar el peso del cuerpo. No resistí más de unos metros y caí al vacío, es decir a las baldosas. Volví a intentarlo pero no había forma. Estaba demasiado debilucho. Los amigos comentaron sus planes para el verano. Manuel había conseguido una beca Intercampus para desarrollar un proyecto en agosto en Chile. José Luis y unos amigos viajarían en una furgoneta alquilada a Praga. Otros se preparaban para escalar unos picos del Cáucaso.
-Supongo que yo iré a un campo de trabajo en Alemania del Este.
-¿Y si no te da tiempo? ¿Perderás las 8.000 pesetas de la inscripción.
-¡Qué más podía faltar! Mojé el pan para tomar el huevo frito y continué enfrascado en mi gran problema.
-Quizás, deberías anular el viaje.
-¡No va a pasar nada! Me paso el año trabajando, así que las vacaciones son sagradas.
El día siguiente lo pasé en la playa.
A mediados de semana recibí una carta de Verónica, una antigua compañera de carrera. Me decía que le habían concedido una beca Erasmus para estudiar un año en Suecia. ¡Qué suerte! Se tenía que incorporar a primeros de agosto, justo cuando terminaba mi campamento de trabajo. Era una buena ocasión para hacer una visita a Suecia. La telefoneé y le dije que contara conmigo en Suecia. Por fin me iba de viaje. Empezaban las vacaciones.
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Palabras mágicas en el desierto (E.V.Pita, 2006)
Microrrelato
PALABRAS MÁGICAS EN EL DESIERTO
Autor: E.V.Pita
El texto del relato original y actualizado está en el link:
http://evpitabooks.blogspot.com/2010/11/palabras-m.html
-Stazione Centrale di Milano. Attenzione, Il treno arrivara nil binario due.
En verdad que, cuando me siento solo, recreo en mi mente la megafonía de la estación de Milán. Es como la señal para volver a casa. El binario due es como esa habitación acomodada a tu gusto que sirve, según los psicólogos, para aislarte del mundo, para tranquilizarte o relajarte. Viene a ser algo así como un refugio mental, un colchón.
En Italia siempre te sentías bien, como en tu hogar. Después de pasar penurias en culturas extrañas, Italia era como la antesala de mi hogar. Cando quería hacer un chiste imitaba aquel altavoz y repetía la gracia para mí mismo. Il binario due...Es la misteriosa medicina mágica de las palabras. ¡Qué recuerdos! Ella y yo mirábamos de pie por la ventana del vagón mientras cruzábamos a gran velocidad el túnel de Génova. Nos sonreímos mientras ajustábamos las mochilas a los hombres. Milán... volvíamos a casa. Allí estaba la Stazione Centrale y el Binario Due, la plataforma 2. Y allí, en el andén, fue donde esperé de pie, camino de Roma.
Un salto en el tiempo y en la distancia me lleva a otro recuerdo agradable. Suenan en mi cabeza otras mágicas palabras.
-Ou la gare du train, s.v.p.?"-pregunté desesperado por la estación.
Lo hice en un francés macarrónico a unos muchachos que cargaban con la bici sobre su espalda. Yo recorría angustiado las laberínticas calles de Fez, dentro de las murallas de la Ciudad Imperial. Las agujas del reloj corrían y cada vez me entraba más prisa. Había salido de la haima cuando estaba oscureciendo, sólo iluminado por la luna llena. Me marché a pie con la mochila a cuestas y muerto de miedo, no fuera a ser que unos atracadores me diesen un palo. Me bañé en sudor al perderme en un cruce de tráfico que non iba a ningún lado. Y el plano estaba al revés o yo lo veía ya todo enrevesado. A gare du train, una frase que retornó a mí y que recordó la primera vez que me apeé en la Gare d'Austerlizt, la dinámica estación parisina del Sur. Era la misma sensación que Victoria Station. Miles de viajeros de corbata y maletín se metían a toda prisa en un hormiguero llamado Tube. Un espectáculo sólo comparable a la primera imagen del Metro de Madrid, con cientos de usuarios subiendo al unísono las escaleras de la plataforma de la línea azul, la 2, de Puerta de Sol.
-Tout droit! Tout droit!.
Todo recto, hasta llegar a la Nouvelle Ville. Tout droit era otra de esas frases mágicas que oyes por el mundo y que quedan grabadas para siempre. Tenía un sonido que evocaba la eficiencia, la inmediatez, de llegar al destino sin demora ni obstáculos. No había que pensar. Y allí fui, tan rápido como pude. Esta noche debía tomar el tren hacia Marrakest costase lo que costase. Ella estaba allí y, se suponía, me esperaba.
-Un juice d'orange, s.v.p.
Otra frase relajante que evoca los cafés de Marrakest. En las puertas del Sahara -los beréberes dicen Sara- no hay nada mejor que beber un zumo de naranja, sentado en una mesa de la haima después de recorrer un kilómetro de dunas para asistir, muy temprano, al amanecer en el desierto de arena, en la frontera con Argelia. El sol sólo es una tenue luz en el Oeste que asoma por las nubes que perpetuamente -los nómadas dicen que una vez en los últimos siete años- cubren el desierto. Las minúsculas gotas que flotan sobre la arena son lo más asombroso, más que las extrañas criaturas que lo pueblan. Escarabajos peloteros de tamaño gigante pasean indiferentes a tu lado por el medio de la haima mientras tomas un chá (un té) hirviendo -siempre el chá- o una botella de Coca-Cola de tamaño familiar. Los chubascos en el desierto o en las khasbas de barro cocido evocan otro paraíso que altera las leyes de la Física tal y como las conocemos. Es un mundo al revés en el que no hay respiro.
Veo como la lluvia moja la tierra árida y, de fondo, evoco unas casas de barro borrosas, ocultas por el vapor de mi aliento y la caída de la noche. Del frío. Pero ahora me hallaba pidiendo un juice d'orange en la cafetería próxima a la rotonda de la estación. Un aperitivo antes del viaje. Allí había otros mochileros que, seguramente, también aguardaban por la llegada del Expreso a Marrakest, con trasbordo en Casablanca. Los turistas estaban de tertulia alrededor de su mesa, con su Coca-Cola de botella de cristal de medio litro y su juice d'orange. El reloj que presidía la barra del bar marcaba las 23.00 horas, casi a medianoche.
Aunque que los mochileros se regían por la hora europea, por lo que para ellos ya era la una de la madrugada. Alguno de aquellos jóvenes cayó en redondo en la mesa, vencido por el sueño. El resto seguía de charla hablando de sus aventuras. Al poco, se acercaron a aquella mesa unos tipos altos, que resultaron ser viajeros de Polonia, acompañados de un joven español. Este último lucía un sombrero de ala que le daba un aire de explorador, mezcla de Indiana Jones y Lawrence de Arabia. Un paño protegía su cuello de las asperezas del desierto y, curiosamente, cargaba con una maleta de hotel como si aquello fuese una avenida parisina. Relató su visita a una vieja ciudad perdida.
-Volúbilis. Otra palabra que me hace recordar lo exótico. La ciudad romana de los mosaicos fue construida hace dos mil años a las puertas de la cordillera del Atlas y del desierto del Shara, como los beduinos lo pronuncian. El mochilero, con pinta de profesor de arqueología y aventurero, relató en aquel bar de Fez sobre la misteriosa ciudad latina enclavada en un fértil valle, que también atrapó a los colonizadores franceses. Dominada por el arco del triunfo de Trajano, aquella urbe perdida en el Norte de África evocaba un nostálgico pasado como suministrador oficial de animales salvajes al Circo de Roma.
Cuando caminabas sobre las baldosas de la vía más céntrica de Volúbilis no podías sino admirar la disposición de las tiendas de los comerciantes, el alcantarillado subterráneo o los trazados geométricos de los mosaicos. El reloj del bar marcaba lentamente el tiempo, la televisión emitía una serie de acción y los clientes marroquíes agotaban la noche del sábado charlando y bebiendo té. El tiempo transcurría en aquel bar pero no lo suficiente deprisa para terminar la espera del tren que me llevaría a Marrakest.
El reloj dio la hora y todos los mochileros salieron en dirección a la estación. En el andén había más gente que aguardaba el Expresso. Fui a la consigna y pedí al bedel que me diese la mochila, que previamente había guardado en un saco azul por cinco dirhams. Aquello era un precio abusivo, puesto que no se trataba de más que un saco de hilo de los que los agricultores emplean para guardar las patatas. Cargué sobre mi espalda el saco azul, como se fuese mi botín o un hombre de campo, y caminé por el andén. Descargué la mochila y busqué en un saco el teléfono móvil. No había ningún mensaje para mí en el buzón de voz. Ahora me preguntaba si ella estaría o no. Me percataba de que este viaje había sido una locura, fruto de un ataque de impulsividad y pasión. Aunque ella estuviese sentada en el café de la plaza roja de Marrakest, puede que aquello no cambiase nada. ¿Por qué iba a cambiar?
Sería una larga y calurosa noche de viaje. Pronto me vi peleando con otros mochileros por buscar un asiento no reservado en el vagón. De pie, iba a ser difícil dormir. El expreso nocturno arrancó y descargué mi mochila en el suelo. Binario due volvió a sonar en mi cabeza.
PALABRAS MÁGICAS EN EL DESIERTO
Autor: E.V.Pita
El texto del relato original y actualizado está en el link:
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-Stazione Centrale di Milano. Attenzione, Il treno arrivara nil binario due.
En verdad que, cuando me siento solo, recreo en mi mente la megafonía de la estación de Milán. Es como la señal para volver a casa. El binario due es como esa habitación acomodada a tu gusto que sirve, según los psicólogos, para aislarte del mundo, para tranquilizarte o relajarte. Viene a ser algo así como un refugio mental, un colchón.
En Italia siempre te sentías bien, como en tu hogar. Después de pasar penurias en culturas extrañas, Italia era como la antesala de mi hogar. Cando quería hacer un chiste imitaba aquel altavoz y repetía la gracia para mí mismo. Il binario due...Es la misteriosa medicina mágica de las palabras. ¡Qué recuerdos! Ella y yo mirábamos de pie por la ventana del vagón mientras cruzábamos a gran velocidad el túnel de Génova. Nos sonreímos mientras ajustábamos las mochilas a los hombres. Milán... volvíamos a casa. Allí estaba la Stazione Centrale y el Binario Due, la plataforma 2. Y allí, en el andén, fue donde esperé de pie, camino de Roma.
Un salto en el tiempo y en la distancia me lleva a otro recuerdo agradable. Suenan en mi cabeza otras mágicas palabras.
-Ou la gare du train, s.v.p.?"-pregunté desesperado por la estación.
Lo hice en un francés macarrónico a unos muchachos que cargaban con la bici sobre su espalda. Yo recorría angustiado las laberínticas calles de Fez, dentro de las murallas de la Ciudad Imperial. Las agujas del reloj corrían y cada vez me entraba más prisa. Había salido de la haima cuando estaba oscureciendo, sólo iluminado por la luna llena. Me marché a pie con la mochila a cuestas y muerto de miedo, no fuera a ser que unos atracadores me diesen un palo. Me bañé en sudor al perderme en un cruce de tráfico que non iba a ningún lado. Y el plano estaba al revés o yo lo veía ya todo enrevesado. A gare du train, una frase que retornó a mí y que recordó la primera vez que me apeé en la Gare d'Austerlizt, la dinámica estación parisina del Sur. Era la misma sensación que Victoria Station. Miles de viajeros de corbata y maletín se metían a toda prisa en un hormiguero llamado Tube. Un espectáculo sólo comparable a la primera imagen del Metro de Madrid, con cientos de usuarios subiendo al unísono las escaleras de la plataforma de la línea azul, la 2, de Puerta de Sol.
-Tout droit! Tout droit!.
Todo recto, hasta llegar a la Nouvelle Ville. Tout droit era otra de esas frases mágicas que oyes por el mundo y que quedan grabadas para siempre. Tenía un sonido que evocaba la eficiencia, la inmediatez, de llegar al destino sin demora ni obstáculos. No había que pensar. Y allí fui, tan rápido como pude. Esta noche debía tomar el tren hacia Marrakest costase lo que costase. Ella estaba allí y, se suponía, me esperaba.
-Un juice d'orange, s.v.p.
Otra frase relajante que evoca los cafés de Marrakest. En las puertas del Sahara -los beréberes dicen Sara- no hay nada mejor que beber un zumo de naranja, sentado en una mesa de la haima después de recorrer un kilómetro de dunas para asistir, muy temprano, al amanecer en el desierto de arena, en la frontera con Argelia. El sol sólo es una tenue luz en el Oeste que asoma por las nubes que perpetuamente -los nómadas dicen que una vez en los últimos siete años- cubren el desierto. Las minúsculas gotas que flotan sobre la arena son lo más asombroso, más que las extrañas criaturas que lo pueblan. Escarabajos peloteros de tamaño gigante pasean indiferentes a tu lado por el medio de la haima mientras tomas un chá (un té) hirviendo -siempre el chá- o una botella de Coca-Cola de tamaño familiar. Los chubascos en el desierto o en las khasbas de barro cocido evocan otro paraíso que altera las leyes de la Física tal y como las conocemos. Es un mundo al revés en el que no hay respiro.
Veo como la lluvia moja la tierra árida y, de fondo, evoco unas casas de barro borrosas, ocultas por el vapor de mi aliento y la caída de la noche. Del frío. Pero ahora me hallaba pidiendo un juice d'orange en la cafetería próxima a la rotonda de la estación. Un aperitivo antes del viaje. Allí había otros mochileros que, seguramente, también aguardaban por la llegada del Expreso a Marrakest, con trasbordo en Casablanca. Los turistas estaban de tertulia alrededor de su mesa, con su Coca-Cola de botella de cristal de medio litro y su juice d'orange. El reloj que presidía la barra del bar marcaba las 23.00 horas, casi a medianoche.
Aunque que los mochileros se regían por la hora europea, por lo que para ellos ya era la una de la madrugada. Alguno de aquellos jóvenes cayó en redondo en la mesa, vencido por el sueño. El resto seguía de charla hablando de sus aventuras. Al poco, se acercaron a aquella mesa unos tipos altos, que resultaron ser viajeros de Polonia, acompañados de un joven español. Este último lucía un sombrero de ala que le daba un aire de explorador, mezcla de Indiana Jones y Lawrence de Arabia. Un paño protegía su cuello de las asperezas del desierto y, curiosamente, cargaba con una maleta de hotel como si aquello fuese una avenida parisina. Relató su visita a una vieja ciudad perdida.
-Volúbilis. Otra palabra que me hace recordar lo exótico. La ciudad romana de los mosaicos fue construida hace dos mil años a las puertas de la cordillera del Atlas y del desierto del Shara, como los beduinos lo pronuncian. El mochilero, con pinta de profesor de arqueología y aventurero, relató en aquel bar de Fez sobre la misteriosa ciudad latina enclavada en un fértil valle, que también atrapó a los colonizadores franceses. Dominada por el arco del triunfo de Trajano, aquella urbe perdida en el Norte de África evocaba un nostálgico pasado como suministrador oficial de animales salvajes al Circo de Roma.
Cuando caminabas sobre las baldosas de la vía más céntrica de Volúbilis no podías sino admirar la disposición de las tiendas de los comerciantes, el alcantarillado subterráneo o los trazados geométricos de los mosaicos. El reloj del bar marcaba lentamente el tiempo, la televisión emitía una serie de acción y los clientes marroquíes agotaban la noche del sábado charlando y bebiendo té. El tiempo transcurría en aquel bar pero no lo suficiente deprisa para terminar la espera del tren que me llevaría a Marrakest.
El reloj dio la hora y todos los mochileros salieron en dirección a la estación. En el andén había más gente que aguardaba el Expresso. Fui a la consigna y pedí al bedel que me diese la mochila, que previamente había guardado en un saco azul por cinco dirhams. Aquello era un precio abusivo, puesto que no se trataba de más que un saco de hilo de los que los agricultores emplean para guardar las patatas. Cargué sobre mi espalda el saco azul, como se fuese mi botín o un hombre de campo, y caminé por el andén. Descargué la mochila y busqué en un saco el teléfono móvil. No había ningún mensaje para mí en el buzón de voz. Ahora me preguntaba si ella estaría o no. Me percataba de que este viaje había sido una locura, fruto de un ataque de impulsividad y pasión. Aunque ella estuviese sentada en el café de la plaza roja de Marrakest, puede que aquello no cambiase nada. ¿Por qué iba a cambiar?
Sería una larga y calurosa noche de viaje. Pronto me vi peleando con otros mochileros por buscar un asiento no reservado en el vagón. De pie, iba a ser difícil dormir. El expreso nocturno arrancó y descargué mi mochila en el suelo. Binario due volvió a sonar en mi cabeza.
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lunes, 1 de noviembre de 2010
Webcomic "Cambio de paradigma" en PDF
Comic "Cambio de paradigma" en PDF
Descargar en el siguiente link el comic (4 páginas, blanco y negro):
http://evpitafreebooks.files.wordpress.com/2010/11/fisical-ok.pdf
Sinopsis: Una profesora se niega a impartir en las aulas de su instituto la teoría de Supercuerdas porque considera que esa teoría no ha sido probada con datos. Ella tendrá problemas con el director de su instituto de secundaria.
Abstract: A teacher refuses to teach in their school classrooms superstring theory because he believes that this theory has been tested with data. She will have trouble with the director of secondary school.
Sinopse: Unha profesora negase a impartir nas aulas do seu instituto a teoría de Supercordas porque considera que esa teoría non foi probada con datos. Ela terá problemas co seu director do seu instituto de secundaria.
Descargar en el siguiente link el comic (4 páginas, blanco y negro):
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Sinopsis: Una profesora se niega a impartir en las aulas de su instituto la teoría de Supercuerdas porque considera que esa teoría no ha sido probada con datos. Ella tendrá problemas con el director de su instituto de secundaria.
Abstract: A teacher refuses to teach in their school classrooms superstring theory because he believes that this theory has been tested with data. She will have trouble with the director of secondary school.
Sinopse: Unha profesora negase a impartir nas aulas do seu instituto a teoría de Supercordas porque considera que esa teoría non foi probada con datos. Ela terá problemas co seu director do seu instituto de secundaria.
domingo, 31 de octubre de 2010
Consultas de viajes en tren por Europa (30 respuestas)
30 consejos para organizar un viaje por Europa en tren en PDF (Eurail / InterRail)
http://europaenmochila.files.wordpress.com/2010/10/consultasinterrailevpita2.pdf
En este documento en PDF encontrarás la contestación a múltiples preguntas que te puedes plantear a la hora de organizar un viaje en tren por Europa con el pase Inter Rail o Eurail , como solucionar el alojamiento, que horarios de viaje elegir y otras cuestiones similares.
http://europaenmochila.files.wordpress.com/2010/10/consultasinterrailevpita2.pdf
En este documento en PDF encontrarás la contestación a múltiples preguntas que te puedes plantear a la hora de organizar un viaje en tren por Europa con el pase Inter Rail o Eurail , como solucionar el alojamiento, que horarios de viaje elegir y otras cuestiones similares.
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domingo, 10 de octubre de 2010
"La jaula de la fortuna" (primer capítulo) en PDF
Ya está disponible en PDF el primer capítulo de mi primera novela escrita exclusivamente para el formato en e-book.
Habrá versión en inglés, español y gallego.
Actualmente, está disponible la versión en español en:
http://evpitafreebooks.files.wordpress.com/2010/10/jaula-de-la-fortuna-1-evpita.pdf
Se puede descargar para leer en un e-book electrónico o en un iPad.
La versión en gallego e inglés saldrá en breve.
Habrá versión en inglés, español y gallego.
Actualmente, está disponible la versión en español en:
http://evpitafreebooks.files.wordpress.com/2010/10/jaula-de-la-fortuna-1-evpita.pdf
Se puede descargar para leer en un e-book electrónico o en un iPad.
La versión en gallego e inglés saldrá en breve.
O Xílgaro da sorte (resumo) / 2003
Autor: E.V.Pita
O XÍLGARO DA SORTE
SINOPSE
Un neno mendigo recorre as rúas de Jadz sen un patacón. Unha nena turista ten moitos cartos e deciden cumprir todos os seus desexos infantís.
INTRODUCIÓN
1) Neno, cunha camiseta do Depor, lee a fortuna ós mochileiros.
-Hola, Coca-Cola....
2) “A sorte está por vin nun momento especial da túa vida”
2) Merca unha torta de pan e un prato de arroz.
3) Un taxista riñelle.
4) Parase nunha tenda a ver os televisores. O dono bótao.
5) Un imán vai tras del para levalo á escola.
6) Uns nómadas propoñenlle levar alcohol.
7) ¿Nunca sentiche curiosidade polo teu destino?
8) O neno saca unha mensaxe e pidan que o le: “Estás xa no camiño na felicidade”
9) O seu amigo nómada ri: “Non di si se tarda moito ou pouco ou si che caerá do ceo”.
PRIMERA PARTE
1) presentación das personaxes:
-Avión Austrialines:
-Nai: señora repoluda, a tipica de Malpica. Soña con chegar a Dubai (mira no mapa) para facer a ultima escala a Perth, onde está o seu home, retenido polos tribunais por pesca ilegal.
-Filla pequena: sempre está a facer preguntas. Escribe frases e le os horoscopos. “E momento de coñecer novos amigos”. Imita as azafatas.
-Rapaza maior: interesada nas aventuras e videoxogos.
-A pasaxeira: o seu home boa noutro avión porque tiveron un accidente e agora van en vos distintos.
2) tormenta no Golfo
-Comandante: advirte que deben desviarse a Jadz e pasarán unha noite no hotel.
-Nai: protesta porque axiña vai ser o xuizo.
-Amigos chineses con nena china.
3) Chegada a Jadz.
Pasaportes.
Preguntas da nena.
Fajo de billetes.
Queren chamar o pai pero non teñen cobertura.
4) Taxi loco por Jadz.
No hotel de Jadz. Chimeneas e cúpulas.
A nai entra nun cíber.
Os nenos valeiran a neveira do hotel.
Van dar unha volta.
Suben no bus, deben ir detrás.
Señor coa moto.
SEGUNDA PARTE
1) O neno vende
Bazar.
Especias: té, azafrán, etc...
Mesquita
A nena se proba un chador, bailando as Mil e unha noites.
2) Aparece unha inspectora das multas.
Mostralle o espello.
Cobralle moitos cartos.
3) confusión entre chinos e familia.
A señora china insiste en que veñan con eles, pois a filla esta de cumpleaños.
Van todos a unha tenda de alfombras.
O señor se enrolla.
4) Neno coa gaiola e o xilgaro.
Lee as mensaxes.
Desafíos infantís.
O neno non acepta o pago por 3 veces.
A nena lle paga moitos cartos polas mensaxes.
3) Chega un sacerdote e lle rifa por idólatra.
Botao dalí.
As mensaxes caen ó río.
O neno non sabe escribir e chora porque o pai lle vai rifar.
A nena propón novas frases orixinais.
4) Buscan clientes pero as mensaxes lle saen ó revés.
-uns turistas occidentais.
-un vello.
TERCEIRA PARTE
1) Van mercar un xelado.
Votación.
O toman no parque.
Logo mercan unhas rodallas de melón.
Ven os señores que xogan o xadrez e levan concas de rosario.
3) Decatase de que a nai xa non está.
Queren chamar.
Deben ir un cíber.
4) Fuxen doutra inspectora.
Entran no templo do lume eterno do Maestro Zaratrusta.
Fala o vello, sentado.
5) Un amigo e unha amiga de chador busca un taxi que os leve ó hotel Dario III.
Chegan ó hotel e a policía detén ó mendigo.
6) A nai ordena irse.
A nena non quere para poder salvar ó seu amigo.
¿Ti non o farías por papá?
A nai dalle unha bofetada e volven ó aeroporto.
Mentras esperan, o avión se retrasa.
A nai arrepintese.
Quedan en terra.
7) Van buscar ó rapaz.
Xa o deixaran marchar.
Corren ó parque.
Se escreben por e-mail.
FIN
O XÍLGARO DA SORTE
SINOPSE
Un neno mendigo recorre as rúas de Jadz sen un patacón. Unha nena turista ten moitos cartos e deciden cumprir todos os seus desexos infantís.
INTRODUCIÓN
1) Neno, cunha camiseta do Depor, lee a fortuna ós mochileiros.
-Hola, Coca-Cola....
2) “A sorte está por vin nun momento especial da túa vida”
2) Merca unha torta de pan e un prato de arroz.
3) Un taxista riñelle.
4) Parase nunha tenda a ver os televisores. O dono bótao.
5) Un imán vai tras del para levalo á escola.
6) Uns nómadas propoñenlle levar alcohol.
7) ¿Nunca sentiche curiosidade polo teu destino?
8) O neno saca unha mensaxe e pidan que o le: “Estás xa no camiño na felicidade”
9) O seu amigo nómada ri: “Non di si se tarda moito ou pouco ou si che caerá do ceo”.
PRIMERA PARTE
1) presentación das personaxes:
-Avión Austrialines:
-Nai: señora repoluda, a tipica de Malpica. Soña con chegar a Dubai (mira no mapa) para facer a ultima escala a Perth, onde está o seu home, retenido polos tribunais por pesca ilegal.
-Filla pequena: sempre está a facer preguntas. Escribe frases e le os horoscopos. “E momento de coñecer novos amigos”. Imita as azafatas.
-Rapaza maior: interesada nas aventuras e videoxogos.
-A pasaxeira: o seu home boa noutro avión porque tiveron un accidente e agora van en vos distintos.
2) tormenta no Golfo
-Comandante: advirte que deben desviarse a Jadz e pasarán unha noite no hotel.
-Nai: protesta porque axiña vai ser o xuizo.
-Amigos chineses con nena china.
3) Chegada a Jadz.
Pasaportes.
Preguntas da nena.
Fajo de billetes.
Queren chamar o pai pero non teñen cobertura.
4) Taxi loco por Jadz.
No hotel de Jadz. Chimeneas e cúpulas.
A nai entra nun cíber.
Os nenos valeiran a neveira do hotel.
Van dar unha volta.
Suben no bus, deben ir detrás.
Señor coa moto.
SEGUNDA PARTE
1) O neno vende
Bazar.
Especias: té, azafrán, etc...
Mesquita
A nena se proba un chador, bailando as Mil e unha noites.
2) Aparece unha inspectora das multas.
Mostralle o espello.
Cobralle moitos cartos.
3) confusión entre chinos e familia.
A señora china insiste en que veñan con eles, pois a filla esta de cumpleaños.
Van todos a unha tenda de alfombras.
O señor se enrolla.
4) Neno coa gaiola e o xilgaro.
Lee as mensaxes.
Desafíos infantís.
O neno non acepta o pago por 3 veces.
A nena lle paga moitos cartos polas mensaxes.
3) Chega un sacerdote e lle rifa por idólatra.
Botao dalí.
As mensaxes caen ó río.
O neno non sabe escribir e chora porque o pai lle vai rifar.
A nena propón novas frases orixinais.
4) Buscan clientes pero as mensaxes lle saen ó revés.
-uns turistas occidentais.
-un vello.
TERCEIRA PARTE
1) Van mercar un xelado.
Votación.
O toman no parque.
Logo mercan unhas rodallas de melón.
Ven os señores que xogan o xadrez e levan concas de rosario.
3) Decatase de que a nai xa non está.
Queren chamar.
Deben ir un cíber.
4) Fuxen doutra inspectora.
Entran no templo do lume eterno do Maestro Zaratrusta.
Fala o vello, sentado.
5) Un amigo e unha amiga de chador busca un taxi que os leve ó hotel Dario III.
Chegan ó hotel e a policía detén ó mendigo.
6) A nai ordena irse.
A nena non quere para poder salvar ó seu amigo.
¿Ti non o farías por papá?
A nai dalle unha bofetada e volven ó aeroporto.
Mentras esperan, o avión se retrasa.
A nai arrepintese.
Quedan en terra.
7) Van buscar ó rapaz.
Xa o deixaran marchar.
Corren ó parque.
Se escreben por e-mail.
FIN
martes, 14 de septiembre de 2010
(6) O río do Esquecemento (Acto III, escena III)
Por E.V.Pita (2001)
ESCENA III
DESPEDIDA DE HIDACIO
HIDACIO entra en escena. Só queda el.
HIDACIO- Esta é a vella historia, ocurrida 600 anos atrás, que contan os vellos á carón da lareira e que eu, Hydatyus de Lémica, recollín ó pé da cidade asolagada de Anthioquía para salvagardar a memoria de Gallaecia. Termino de escribir esta crónica no Forum Limicorum, nuns tempos moi difíciles e coa cidade de Roma a punto de sucumbir baixo os bárbaros. Deixo escrito esto para as novas xeracións. Sinto como o barqueiro rema pola lagoa e chama por mín.
Eu, Hydatios de Lémica, en Lémica, no ano 470 de Cristo.
........................FIN.................
ESCENA III
DESPEDIDA DE HIDACIO
HIDACIO entra en escena. Só queda el.
HIDACIO- Esta é a vella historia, ocurrida 600 anos atrás, que contan os vellos á carón da lareira e que eu, Hydatyus de Lémica, recollín ó pé da cidade asolagada de Anthioquía para salvagardar a memoria de Gallaecia. Termino de escribir esta crónica no Forum Limicorum, nuns tempos moi difíciles e coa cidade de Roma a punto de sucumbir baixo os bárbaros. Deixo escrito esto para as novas xeracións. Sinto como o barqueiro rema pola lagoa e chama por mín.
Eu, Hydatios de Lémica, en Lémica, no ano 470 de Cristo.
........................FIN.................
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(5) O rio do Esquecemento (Acto III / Escena II)
ESCENA II
DECIMO XUNIO BRUTO CRUZA O RÍO
DÉCIMO XUNIO BRUTO percorre o río ata dar cun paso. Unha néboa lle cubre o camiño e estrañas figuras camiñan pola beira, facendo sinais para que se achegue a eles.
Co estandarte na man, cruza o río lentamente e olla para atrás.
Escoitanse os berros de guerra dos castrexos e os choros dunha ninfa que xurde entre as augas e lle fai sinais para que o sega.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- ¡Son o proconsul Décimo Xuño Bruto, xeneral do éxercito de Roma! Erguín un templo a Hermódoros de Salamina un templo a Marte na cidade das sete colinas. Morto Viriato, loitei contra os lusitanos en ducias de batallas.
O xeneral remata de cruzar o río e baixa o estandarte. Sube a un rocha e dirixese ás súas tropas.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Podedes cruzar. ¡Non hai máis inferno que aquel que mora nos corazóns dos traidores a Roma! ¡Nin máis esquecemento co que consume a conciencia do lume da covardía dos sen nome! ¡Axiña esta terra dos galaicos, á que chamaremos Gallaecia, será civilizada e falará a nosa lingua, que chegará á mar océana, alí onde din que o sol vermello morre no mar cun forte estoupido metálico.
Os lexionarios desconfían e ninguén se atreve a pasar.
CENTURIÓN- ¿Cómo sabemos que non fala o infernal Hades pola túa boca?
DÉCIMO XUNIO BRUTO- ¿Cómo ousas falar así, ti valeroso Caio Cornelio, que loitaches contra Cartago, e que combatische contra Viriato e logo contra os derradeiros rebeldes lusitanos? ¿Non derrotamos á brava tribu de amazonas galaicas que, cos seus fillos ó lombo, loitaban coma expertos guerreiros?
CENTURIÓN- ¡Acórdase de min!
O CENTURIÓN pasa a outra beira e postrase ante o estandarte.
DECIMO XUNIO BRUTO- ¿Cómo estás tan confundido Antonio, que non viche a premonición da nosa victoria?
LEXIONARIO I- ¡Lémbrase de mín!.
O LEXIONAIRO cruza.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Pasade para esta beira, Livio, Marco e Tito, valentes soldados cos que loitei en Olissipo, no monte Herminius e nas campañas dos vacceos. E ti, Cornelio, o máis veterano de nós que combatiche na sitiada Numancia ó mando dos Escipións.
O resto dos LEXIONARIOS cruza o río. Na outra beira, só queda o AUGUR.
CENTURIÓN- Esquecichete de chamar ó augur.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Non lembro ter falado con ningún augur. ¡En marcha!
En formación, TROPAS cuádranse e avanzan.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Continuaremos a marcha ata o mar, ata dar con aquel punto onde din que o sol ponse vermello como unha bola de fogo e afúndese no abismo dos Océanos. Cilivizaremos esta terra incógnita de Gallaecia, chea de ouro.
Na seguinte escena, algunhas tribus van saudar ás tropas romanas, mentras asisten ó espectáculo do solpor en Fisterra.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Non tedes nada que temer, xa que Roma será xenerosa e respeta ós valentes guerreiros galaicos. Romanos e galaicos podemos aprender moito uns dos outros e convivir e facer un mundo mellor, no que compartamos a sabiduría dos gregos, a disciplina de Roma e a bravura dos pobos de Gallaecia. Xuntos fundaremos unha nova cidade que chamaremos Valencia.
Os ROMANOS voltan cruzar ó río acompañados de GUERREIROS galaicos.
DECIMO XUNIO BRUTO CRUZA O RÍO
DÉCIMO XUNIO BRUTO percorre o río ata dar cun paso. Unha néboa lle cubre o camiño e estrañas figuras camiñan pola beira, facendo sinais para que se achegue a eles.
Co estandarte na man, cruza o río lentamente e olla para atrás.
Escoitanse os berros de guerra dos castrexos e os choros dunha ninfa que xurde entre as augas e lle fai sinais para que o sega.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- ¡Son o proconsul Décimo Xuño Bruto, xeneral do éxercito de Roma! Erguín un templo a Hermódoros de Salamina un templo a Marte na cidade das sete colinas. Morto Viriato, loitei contra os lusitanos en ducias de batallas.
O xeneral remata de cruzar o río e baixa o estandarte. Sube a un rocha e dirixese ás súas tropas.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Podedes cruzar. ¡Non hai máis inferno que aquel que mora nos corazóns dos traidores a Roma! ¡Nin máis esquecemento co que consume a conciencia do lume da covardía dos sen nome! ¡Axiña esta terra dos galaicos, á que chamaremos Gallaecia, será civilizada e falará a nosa lingua, que chegará á mar océana, alí onde din que o sol vermello morre no mar cun forte estoupido metálico.
Os lexionarios desconfían e ninguén se atreve a pasar.
CENTURIÓN- ¿Cómo sabemos que non fala o infernal Hades pola túa boca?
DÉCIMO XUNIO BRUTO- ¿Cómo ousas falar así, ti valeroso Caio Cornelio, que loitaches contra Cartago, e que combatische contra Viriato e logo contra os derradeiros rebeldes lusitanos? ¿Non derrotamos á brava tribu de amazonas galaicas que, cos seus fillos ó lombo, loitaban coma expertos guerreiros?
CENTURIÓN- ¡Acórdase de min!
O CENTURIÓN pasa a outra beira e postrase ante o estandarte.
DECIMO XUNIO BRUTO- ¿Cómo estás tan confundido Antonio, que non viche a premonición da nosa victoria?
LEXIONARIO I- ¡Lémbrase de mín!.
O LEXIONAIRO cruza.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Pasade para esta beira, Livio, Marco e Tito, valentes soldados cos que loitei en Olissipo, no monte Herminius e nas campañas dos vacceos. E ti, Cornelio, o máis veterano de nós que combatiche na sitiada Numancia ó mando dos Escipións.
O resto dos LEXIONARIOS cruza o río. Na outra beira, só queda o AUGUR.
CENTURIÓN- Esquecichete de chamar ó augur.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Non lembro ter falado con ningún augur. ¡En marcha!
En formación, TROPAS cuádranse e avanzan.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Continuaremos a marcha ata o mar, ata dar con aquel punto onde din que o sol ponse vermello como unha bola de fogo e afúndese no abismo dos Océanos. Cilivizaremos esta terra incógnita de Gallaecia, chea de ouro.
Na seguinte escena, algunhas tribus van saudar ás tropas romanas, mentras asisten ó espectáculo do solpor en Fisterra.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Non tedes nada que temer, xa que Roma será xenerosa e respeta ós valentes guerreiros galaicos. Romanos e galaicos podemos aprender moito uns dos outros e convivir e facer un mundo mellor, no que compartamos a sabiduría dos gregos, a disciplina de Roma e a bravura dos pobos de Gallaecia. Xuntos fundaremos unha nova cidade que chamaremos Valencia.
Os ROMANOS voltan cruzar ó río acompañados de GUERREIROS galaicos.
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(4) O río do Esquecemento (Acto III / Escena I)
Por E.V.Pita
ACTO III
ESCENA I
O CRUCE DO RÍO DO ESQUECEMENTO
Soan os páxaros. Os romanos están acampados. Lonxe, o pobo dos castrexos, onde asoman unhas pequenas fogueiras.
IDACIO volve a entrar en escena e continúa a súa narración.
IDACIO- Era mañanciña, cando o exército do procónsul Decimo Xuño Bruto agardaba estaba acampado nos limes da Hispania Ulterior. Sometida Lusitania, o xeneral avanzara hacia ó Norde para castigar ás tribus galaicas que apoiaban ós lusitanos. O exército acampara xunto o río Oblivionis, no límite da terra coñecida.
Décimo Xuño Bruto olla para o horizonte, acompañado dun oficial, que vixia coa ollada en todas as direccións. De fondo, soan aturuxos e sons de paxaros, así como o murmurio das augas dun río. Unha brétema cubre o campo onde están acampados os romanos.
CENTURIÓN- Estamos demasiado o Norde. Non debimos internarnos tanto noterritorio dos bárbaros e bandidos. Estas tribus dos gallacoi son moi bravas. Viven afastadas no confín do mundo e non recoñecen más deuses que os espíritus do bosque e os ríos.
DECIMO XUNIO BRUTO- ¿Ti, centurión Livio Graco, que loitache contra os máis feros guerreiros en Ébora, tamén cres que estamos no confín do mundo? ¿E que esqueces as fabulosas minas de ouro e estaño que esperan por nós na outra beira deste río? Todas esas riquezas serán para nós tras anos de loita. Costounos chegar moito ó país do ouro para agora abandonar.
CENTURIÓN- O río que escoitamos a 900 pés é, sen dúbida, o Letheo, das augas que beben sen cesar os mortos para borrar as lembranzas da vida. Estamos na fronteira entre o mundo dos vivos e os mortos.
Aparece en escena un vello cuberto cunha capa negra e un caxato. É o augur da lexión.
AUGUR - ¡Ten cuidado, valente xeneral! ¡As vísceras das aves sinalan un incerto futuro! Os augurios dos deuses non te son propicios. Escoitei dicir ós indíxenas que todo un exército de guerreiros ártabros perdeuse neste río e que esqueceron a súa patria, as familias e quenes eran eles mesmos. Estamos ante as portas do Inferno, de Hades. Algúns lexionarios contaronme esta noite que viron unha barca que atravesaba unha lagoa e outros tiveron extranos sonos. ¡Era o barqueiro! ¡Non despertes ós mortos, xeneral! ¡Xúpiter castigaranos por tal ousadía!
Os guerreiros á outra beira do río berran e fan auturuxos, retando ós romanos.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Se este é o río do Esquecemento, vello augur ¿cómo explicas que estes bárbaros fáganse chamar a sí mesmos fillos de Anthioco o grego? ¡Nin que fosen os gálatas de Siria! Se estes galos coñecen as súas orixes –cousa rara nos pobos bárbaros- é porque non esqueceron as súas raigames. E ademáis tiveron a ousadía de cruzar o río do Esquecemento para atacar ás invencibles lexións romanas. Roma está no seu dereito de castigar esa agresión e rebeldía.
Entra un EXPLORADOR.
EXPLORADOR- Recorrín como os outros catro xinetes o río darriba a abaixo e non vimos tropas inimigas. Só se escoitan berros nesa lingua indescifrable dos bárbaros.
CENTURIÓN- A lexión está preparada.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- ¡En marcha! ¡Polo pobo de Roma, o Senado e a República!
Pero os soldados non se atreven a cruzar e fican quedos.
DÉCIMO XUNIO BRUTO achégase ó lexionario e arranca un estandarte..
DÉCIMO XUNIO BRUTO- ¡Adiante!
Pero ningún soldado avanza.
CENTURIÓN- Ningún destes lexionarios, que amosou o seu valor nas batallas cos lusitanos, ésta disposto a entrar no Inferno e perder as lembranzas terrenas. O río Limaia, como o chaman os galaicos, é o fin da Terra.
LEXIONARIO I- Esta noite decidimolo nunha xuntanza segreda.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Esta será a nosa derradeira campaña. Voltaremos coas mans cheas de ouro e gloria ás nosas casas e honraremos os deuses dos nosos lares e os nosos antepasados. Lembrade que estades consagrados a Marte, o deus da guerra, e que formades parte da maior civilización do Mundo. ¡Por Roma!.¡Seguide ó noso aguia! Unha lenda non pode ter paralizada ó máis grande maquinaria de guerra, ó invencible exército de Roma.
AUGUR- ¡Por Xúpiter, imos perder ó noso xeneral! ¡Que alguén o deteña!
Pero ninguén se move.
ACTO III
ESCENA I
O CRUCE DO RÍO DO ESQUECEMENTO
Soan os páxaros. Os romanos están acampados. Lonxe, o pobo dos castrexos, onde asoman unhas pequenas fogueiras.
IDACIO volve a entrar en escena e continúa a súa narración.
IDACIO- Era mañanciña, cando o exército do procónsul Decimo Xuño Bruto agardaba estaba acampado nos limes da Hispania Ulterior. Sometida Lusitania, o xeneral avanzara hacia ó Norde para castigar ás tribus galaicas que apoiaban ós lusitanos. O exército acampara xunto o río Oblivionis, no límite da terra coñecida.
Décimo Xuño Bruto olla para o horizonte, acompañado dun oficial, que vixia coa ollada en todas as direccións. De fondo, soan aturuxos e sons de paxaros, así como o murmurio das augas dun río. Unha brétema cubre o campo onde están acampados os romanos.
CENTURIÓN- Estamos demasiado o Norde. Non debimos internarnos tanto noterritorio dos bárbaros e bandidos. Estas tribus dos gallacoi son moi bravas. Viven afastadas no confín do mundo e non recoñecen más deuses que os espíritus do bosque e os ríos.
DECIMO XUNIO BRUTO- ¿Ti, centurión Livio Graco, que loitache contra os máis feros guerreiros en Ébora, tamén cres que estamos no confín do mundo? ¿E que esqueces as fabulosas minas de ouro e estaño que esperan por nós na outra beira deste río? Todas esas riquezas serán para nós tras anos de loita. Costounos chegar moito ó país do ouro para agora abandonar.
CENTURIÓN- O río que escoitamos a 900 pés é, sen dúbida, o Letheo, das augas que beben sen cesar os mortos para borrar as lembranzas da vida. Estamos na fronteira entre o mundo dos vivos e os mortos.
Aparece en escena un vello cuberto cunha capa negra e un caxato. É o augur da lexión.
AUGUR - ¡Ten cuidado, valente xeneral! ¡As vísceras das aves sinalan un incerto futuro! Os augurios dos deuses non te son propicios. Escoitei dicir ós indíxenas que todo un exército de guerreiros ártabros perdeuse neste río e que esqueceron a súa patria, as familias e quenes eran eles mesmos. Estamos ante as portas do Inferno, de Hades. Algúns lexionarios contaronme esta noite que viron unha barca que atravesaba unha lagoa e outros tiveron extranos sonos. ¡Era o barqueiro! ¡Non despertes ós mortos, xeneral! ¡Xúpiter castigaranos por tal ousadía!
Os guerreiros á outra beira do río berran e fan auturuxos, retando ós romanos.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Se este é o río do Esquecemento, vello augur ¿cómo explicas que estes bárbaros fáganse chamar a sí mesmos fillos de Anthioco o grego? ¡Nin que fosen os gálatas de Siria! Se estes galos coñecen as súas orixes –cousa rara nos pobos bárbaros- é porque non esqueceron as súas raigames. E ademáis tiveron a ousadía de cruzar o río do Esquecemento para atacar ás invencibles lexións romanas. Roma está no seu dereito de castigar esa agresión e rebeldía.
Entra un EXPLORADOR.
EXPLORADOR- Recorrín como os outros catro xinetes o río darriba a abaixo e non vimos tropas inimigas. Só se escoitan berros nesa lingua indescifrable dos bárbaros.
CENTURIÓN- A lexión está preparada.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- ¡En marcha! ¡Polo pobo de Roma, o Senado e a República!
Pero os soldados non se atreven a cruzar e fican quedos.
DÉCIMO XUNIO BRUTO achégase ó lexionario e arranca un estandarte..
DÉCIMO XUNIO BRUTO- ¡Adiante!
Pero ningún soldado avanza.
CENTURIÓN- Ningún destes lexionarios, que amosou o seu valor nas batallas cos lusitanos, ésta disposto a entrar no Inferno e perder as lembranzas terrenas. O río Limaia, como o chaman os galaicos, é o fin da Terra.
LEXIONARIO I- Esta noite decidimolo nunha xuntanza segreda.
DÉCIMO XUNIO BRUTO- Esta será a nosa derradeira campaña. Voltaremos coas mans cheas de ouro e gloria ás nosas casas e honraremos os deuses dos nosos lares e os nosos antepasados. Lembrade que estades consagrados a Marte, o deus da guerra, e que formades parte da maior civilización do Mundo. ¡Por Roma!.¡Seguide ó noso aguia! Unha lenda non pode ter paralizada ó máis grande maquinaria de guerra, ó invencible exército de Roma.
AUGUR- ¡Por Xúpiter, imos perder ó noso xeneral! ¡Que alguén o deteña!
Pero ninguén se move.
(3) O río do Esquecemento ( Acto II / Escena I )
Por E.V.Pita (con documentación de textos de asociación de festa do rio do esquecemento)
ACTO II
ESCENA I
A TRAICIÓN DE VIRIATO
Nun campamento de guerreiros, Viriato (que leva un brazalete) celebra a súa boda e tira da mesa xoias e plata. Erguese da mesa, apoiase na lanza e reparte o botín. Xunto a él están AUDAS, DITALCÓN y MINURO.
VIRIATO- O deus Tongo está do noso lado. Nós que despreciamos as riquezas temos cantas queremos. Quedádevos co ouro que eu só collerei esta lanza e levadelle algo de comida a miña muller.
AUDAS- Quen desprecia as riquezas fala como un rei.
VIRIATO- Os romanos traicionaron o meu pobo indenfenso. Mandaronnos baixar das montañas sen armas con falsas promesas. Unha vez alí, mataron a mulleres e nenos. Eu fun dos poucos que sobrevivín. Agora xuro vinganza a Roma. Pero creo que chegou o momento da paz. Os romanos avanzan hacia o país dos galaicos e teñen case sometida Lusitania. Audas, Ditalcón e Minuro, ide como embaixadores ós romanos para negociar a paz e que os nosos pobos podamos ser amigos.
Os TRES marchan e pola noite regresan e asesinan a VIRIATO.
Logo regresan a ver a CEPIÓN.
AUDAS- Viriato xa está morto. Danos a recompensa.
CEPIÓN- Roma non paga ós traidores.
Os romanos desfilan por todo a area e aniquilan a canto bárbaro atopan.
INCINERACIÓN DE VIRIATO
Mentras, un cortexo fúnebre acompaña a Viriato, que é incinerado.
ACTO II
ESCENA I
A TRAICIÓN DE VIRIATO
Nun campamento de guerreiros, Viriato (que leva un brazalete) celebra a súa boda e tira da mesa xoias e plata. Erguese da mesa, apoiase na lanza e reparte o botín. Xunto a él están AUDAS, DITALCÓN y MINURO.
VIRIATO- O deus Tongo está do noso lado. Nós que despreciamos as riquezas temos cantas queremos. Quedádevos co ouro que eu só collerei esta lanza e levadelle algo de comida a miña muller.
AUDAS- Quen desprecia as riquezas fala como un rei.
VIRIATO- Os romanos traicionaron o meu pobo indenfenso. Mandaronnos baixar das montañas sen armas con falsas promesas. Unha vez alí, mataron a mulleres e nenos. Eu fun dos poucos que sobrevivín. Agora xuro vinganza a Roma. Pero creo que chegou o momento da paz. Os romanos avanzan hacia o país dos galaicos e teñen case sometida Lusitania. Audas, Ditalcón e Minuro, ide como embaixadores ós romanos para negociar a paz e que os nosos pobos podamos ser amigos.
Os TRES marchan e pola noite regresan e asesinan a VIRIATO.
Logo regresan a ver a CEPIÓN.
AUDAS- Viriato xa está morto. Danos a recompensa.
CEPIÓN- Roma non paga ós traidores.
Os romanos desfilan por todo a area e aniquilan a canto bárbaro atopan.
INCINERACIÓN DE VIRIATO
Mentras, un cortexo fúnebre acompaña a Viriato, que é incinerado.
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(2) O Río do Esquecemento (escena II)
Por E.V.Pita (2001)
ESCENA II
O DISCURSO DE IDACIO
As personaxes se retiran. Só IDACIO permanece na area e, mentras camiña, fala ó público.
IDACIO- Eu, Hydatius de Lémica, sinto que o fin do mundo está próximo, tal como temía Agustín de Hipona. Nestes tempos no que os bárbaros saquearon Roma, sei que axiña chegará ó Apocalipse. A miña vida esgotase neste recóndita esquina do Atlántico e só me resta escoitar o corno dos Campos Elíseos que chame por min. No meu retiro do bispado de Aquae Flaviae rematei as crónicas desta cívitas onde nacín, do Forum Limicorum e do río da tribu dos galaicos, que tanta historia acolle e que os supervivintes deben transmitir de xeración en xeración. No ano 616 desde a fundación de Roma, 137 anos denantes da era do Noso Señor Xesucristo...
ESCENA III
A CEREMONIA DRUIDA
O escenario énchese de POBOADORES CASTREXOS (a ser posible, recreación dun poboado castrexo, cunha cabaña ou máis. Tamén hai unhas pedras a xeito de dolmen). Uns castrexos recollen ouro no río con cestas, outros intercambian productos comerciais, hay guerreiros con escudos redondos... Entre eles destaca o MAGO, unha figura cunha túnica branca (se é home con longa barba e se é muller con longas guedellas).
No pobo entra correndo un CASTREXO
CASTREXO I- ¡Abride as portas, tribu dos galaicos! ¡Abride as portas, tribu dos galaicos! ¡Vinde todos, traigo graves novas da Lusitania!.
Os castrexos reúnense en torno ó CASTREXO I.
CASTREXO I – Camiñaba polo río cando vin a unha muller que peinteaba os seus longos cabelos de ouro na beira dunha fonte. Ela fíxome señas para que a seguira ata o centro do río e mandoume ollar para a corrente de auga.
MAGO- Esa muller era unha ninfa protectora dos tesouros da auga e das fontes. E dinos, ¿qué viche no río?
Nunha esquina da escena (entre a néboa), vese a SOLDADOS ROMANOS, que avanzan mentras o xefe DECIMO IUNO BRUTO porta un estandarte.
CASTREXO I- Milleiros de soldados que avanzaban polas selvas e montes. O seu xefe ía a cabalo e portaba un estandarte cunha águila.
Varios guerreiros sacan as súas espadas e petan nos seus escudos. Atención: os guerreiros levan longas guedellas e as súas espadas teñen un mango en forma de antena:
XEFE GUERREIRO- O exército romano da Lusitania ven cara aquí. Non respetaron o tratado de paz cos lusitanos e fixeron unha matanza cando conquistaron a Numancia dos celtíberos, aliados de Cartago. É a guerra. Hai que convocar a todas as tribus do Norte. Chamade ós grovios, os nerios, os cigurros, os lemabos, os leunos, os supertamaricos, os cáporos e os ártabros.
O MAGO diríxese a unha rocha (a ser posible, simular unhas árbores ou carballos). Os poboadores acheganse en procesión e cada castrexo deposita unha vela no camiño e arroxa unha pedra nunha morea. Nas mans levan visco. O MAGO ergue os brazos e invoca ós deuses. (Na pedra pode haber unha ovella ou un prisioneiro de guerra para ser sacrificado a Ares _según di Estrabón-).
MAGO- Deus Ares, deus da guerra, con este sacrificio pedimoste que nos concedas a victoria. Deus Coso, deus dos exércitos, ofrecemosche este sacrificio para que manteñas o orde no mundo. Deus Bandua, oh soberano, ti que tés lazos máxicos coa terra e o ceo, emprega a túa forza e maxia para infundir terror ó enemigo e para inmovilizalo na batalla.
Neste ponto, con grandes efectos especiais e luces, pode sair á escea o DEUS BANDUA, caracterizado por facer cortonsións físicas, aparencia impoñente e fera, guedellas, berros enxordecedores...). Os guerreiros unense en torno a él e petan os escudos.
GUERREIROS: ¡Morte ós romanos! ¡Antes mortos que escravos!
ESCENA IV
OS GUERREIROS DAS TRIBUS DO NORTE SUMANSE Ó BANQUETE NA CITANIA DOS GALAICOS. HAI XOGOS DE COMPETICIÓN E DANZAS
Empezan a chegar guerreiros de todas as tribus.
O XEFE GUERREIRO dalles a benvida, cita o nome da súa tribu, louva as súas fazañas e os invita a sentar na mesa dun banquete, nas que corre a cervexa e a comida incluso se lles pode ofrecer ó público). Hai bailes, danzas e música. As tribus se pintan a cara de cores e danzan ferindo a terra.
XEFE ÁRTABRO- ¡Saudos, tribu dos galaicos, descendentes do grego Antíoco!
XEFE GUERREIRO- ¡Tribu dos ártabros! Sentade connosco.
XEFE ÁRTABRO- Os meus guerreiros teñen medo deste río. Hai moito tempo, un grande exército de valerosos guerreiros ártabros, procedente da lonxana Brigantia, chegou ata este río e cando o cruzaron, o seu xefe esqueceu ós seus pais, muller e fillos. E o mesmo lle pasou ós seus homes. Moitos se perderon nas selvas, outros morreeon como cans en mans dos seus enemigos.. O seu xefe logrou sobrevivir e foi recoñecido nunha praia do gran Océano por uns pescadores ártabros. Regresou o seu fogar máis nunca recuperou a memoria. Era un morto vivinte.
XEFE GUERREIRO- Non temades por este río, xa que os deuses e as ninfas das augas nos protexen. A deusa Calaech, vixilante do río, permitiranos cruzar. Unirémonos ós lusitanos e ó bravo Viriato na loita contra o invasor romano, que por onde vai asesina a indefensas mulleres e nenos.
TODOS- ¡Deusa Calaech, danos forzas na loita! ¡Deusa Calaech! ¡Calaech!
Os guerreiros de todas as tribus petan os seus escudos e marchan ó frente. Sonan os cornos de guerra. A eles únense moitas mulleres, tamén con escudos.
ESCENA V.
A BATALLA ENTRE AS TRIBUS GALAICAS E OS ROMANOS
Avanza EL CONSUL SERVILIO CEPIÓN xunto a un SOLDADO co estandarte. Entra en escea e ás presas un centurión. De fondo, escoitase “¡Calaech! ¡Calaech!”
CENTURIÓN- Oh, procónsul, os nosos espías estaban no certo. O bandido Viriato e os lusitanos reciben apoios das tribus do Norte. Un exército de 50.000 guerreiros ven cara nós.
CÓNSUL SERVILIO CEPIÓN- Xa escoito os seus berros de combate. Preparádevos para a batalla. E, xurade polo honor dos vosos lares e antergos, que impediredes coa vosa vida que o estandarte da lexión caia nas mans do enemigo. ¡Polo pobo e o Senado da República de Roma!
Entran es escena os guerreiros castrexos, con grandes berros, petando os escudos. En frente, os romans agrupanse en perfecta formación de tartaruga e avanzan implacablemente contra os guerreiros. A táctica de guerra dos lusitanos era enganar ó enemigo, polo que os guerreiros finxen unha retirada e cando os romanos rompen a formación para celebrar a victoria, as tribus regresan e hai un grande combate corpo a corpo. Finalmente, a area está chea de corpos dos guerreiros e os romans collen ós supervivintes.
CÓNSUL SERVILIO CEPIÓN- Ti irás ás minas de plata de Gades e ti serás vendido no mercado de Sagunto. Vos traballaredes as terras nun latifundio perto de Roma.
CENTURIÓN- A maioría dos guerreiros levan aneis de ouros e outras pezas. Sospeito que ó Norte ten que haber moitas riquezas. Pero son terras descoñecidas e antes teríamos que vencer ós bandidos lusitanos.
CÓNSUL SERVILIO CEPIÓN - Ouro, hai moito ouro no Norde. Se Roma chega a esas minas, os seus exércitos serán invencibles e poderán arrasar Cartago ata que non quede pedra sobre pedra.
ESCENA II
O DISCURSO DE IDACIO
As personaxes se retiran. Só IDACIO permanece na area e, mentras camiña, fala ó público.
IDACIO- Eu, Hydatius de Lémica, sinto que o fin do mundo está próximo, tal como temía Agustín de Hipona. Nestes tempos no que os bárbaros saquearon Roma, sei que axiña chegará ó Apocalipse. A miña vida esgotase neste recóndita esquina do Atlántico e só me resta escoitar o corno dos Campos Elíseos que chame por min. No meu retiro do bispado de Aquae Flaviae rematei as crónicas desta cívitas onde nacín, do Forum Limicorum e do río da tribu dos galaicos, que tanta historia acolle e que os supervivintes deben transmitir de xeración en xeración. No ano 616 desde a fundación de Roma, 137 anos denantes da era do Noso Señor Xesucristo...
ESCENA III
A CEREMONIA DRUIDA
O escenario énchese de POBOADORES CASTREXOS (a ser posible, recreación dun poboado castrexo, cunha cabaña ou máis. Tamén hai unhas pedras a xeito de dolmen). Uns castrexos recollen ouro no río con cestas, outros intercambian productos comerciais, hay guerreiros con escudos redondos... Entre eles destaca o MAGO, unha figura cunha túnica branca (se é home con longa barba e se é muller con longas guedellas).
No pobo entra correndo un CASTREXO
CASTREXO I- ¡Abride as portas, tribu dos galaicos! ¡Abride as portas, tribu dos galaicos! ¡Vinde todos, traigo graves novas da Lusitania!.
Os castrexos reúnense en torno ó CASTREXO I.
CASTREXO I – Camiñaba polo río cando vin a unha muller que peinteaba os seus longos cabelos de ouro na beira dunha fonte. Ela fíxome señas para que a seguira ata o centro do río e mandoume ollar para a corrente de auga.
MAGO- Esa muller era unha ninfa protectora dos tesouros da auga e das fontes. E dinos, ¿qué viche no río?
Nunha esquina da escena (entre a néboa), vese a SOLDADOS ROMANOS, que avanzan mentras o xefe DECIMO IUNO BRUTO porta un estandarte.
CASTREXO I- Milleiros de soldados que avanzaban polas selvas e montes. O seu xefe ía a cabalo e portaba un estandarte cunha águila.
Varios guerreiros sacan as súas espadas e petan nos seus escudos. Atención: os guerreiros levan longas guedellas e as súas espadas teñen un mango en forma de antena:
XEFE GUERREIRO- O exército romano da Lusitania ven cara aquí. Non respetaron o tratado de paz cos lusitanos e fixeron unha matanza cando conquistaron a Numancia dos celtíberos, aliados de Cartago. É a guerra. Hai que convocar a todas as tribus do Norte. Chamade ós grovios, os nerios, os cigurros, os lemabos, os leunos, os supertamaricos, os cáporos e os ártabros.
O MAGO diríxese a unha rocha (a ser posible, simular unhas árbores ou carballos). Os poboadores acheganse en procesión e cada castrexo deposita unha vela no camiño e arroxa unha pedra nunha morea. Nas mans levan visco. O MAGO ergue os brazos e invoca ós deuses. (Na pedra pode haber unha ovella ou un prisioneiro de guerra para ser sacrificado a Ares _según di Estrabón-).
MAGO- Deus Ares, deus da guerra, con este sacrificio pedimoste que nos concedas a victoria. Deus Coso, deus dos exércitos, ofrecemosche este sacrificio para que manteñas o orde no mundo. Deus Bandua, oh soberano, ti que tés lazos máxicos coa terra e o ceo, emprega a túa forza e maxia para infundir terror ó enemigo e para inmovilizalo na batalla.
Neste ponto, con grandes efectos especiais e luces, pode sair á escea o DEUS BANDUA, caracterizado por facer cortonsións físicas, aparencia impoñente e fera, guedellas, berros enxordecedores...). Os guerreiros unense en torno a él e petan os escudos.
GUERREIROS: ¡Morte ós romanos! ¡Antes mortos que escravos!
ESCENA IV
OS GUERREIROS DAS TRIBUS DO NORTE SUMANSE Ó BANQUETE NA CITANIA DOS GALAICOS. HAI XOGOS DE COMPETICIÓN E DANZAS
Empezan a chegar guerreiros de todas as tribus.
O XEFE GUERREIRO dalles a benvida, cita o nome da súa tribu, louva as súas fazañas e os invita a sentar na mesa dun banquete, nas que corre a cervexa e a comida incluso se lles pode ofrecer ó público). Hai bailes, danzas e música. As tribus se pintan a cara de cores e danzan ferindo a terra.
XEFE ÁRTABRO- ¡Saudos, tribu dos galaicos, descendentes do grego Antíoco!
XEFE GUERREIRO- ¡Tribu dos ártabros! Sentade connosco.
XEFE ÁRTABRO- Os meus guerreiros teñen medo deste río. Hai moito tempo, un grande exército de valerosos guerreiros ártabros, procedente da lonxana Brigantia, chegou ata este río e cando o cruzaron, o seu xefe esqueceu ós seus pais, muller e fillos. E o mesmo lle pasou ós seus homes. Moitos se perderon nas selvas, outros morreeon como cans en mans dos seus enemigos.. O seu xefe logrou sobrevivir e foi recoñecido nunha praia do gran Océano por uns pescadores ártabros. Regresou o seu fogar máis nunca recuperou a memoria. Era un morto vivinte.
XEFE GUERREIRO- Non temades por este río, xa que os deuses e as ninfas das augas nos protexen. A deusa Calaech, vixilante do río, permitiranos cruzar. Unirémonos ós lusitanos e ó bravo Viriato na loita contra o invasor romano, que por onde vai asesina a indefensas mulleres e nenos.
TODOS- ¡Deusa Calaech, danos forzas na loita! ¡Deusa Calaech! ¡Calaech!
Os guerreiros de todas as tribus petan os seus escudos e marchan ó frente. Sonan os cornos de guerra. A eles únense moitas mulleres, tamén con escudos.
ESCENA V.
A BATALLA ENTRE AS TRIBUS GALAICAS E OS ROMANOS
Avanza EL CONSUL SERVILIO CEPIÓN xunto a un SOLDADO co estandarte. Entra en escea e ás presas un centurión. De fondo, escoitase “¡Calaech! ¡Calaech!”
CENTURIÓN- Oh, procónsul, os nosos espías estaban no certo. O bandido Viriato e os lusitanos reciben apoios das tribus do Norte. Un exército de 50.000 guerreiros ven cara nós.
CÓNSUL SERVILIO CEPIÓN- Xa escoito os seus berros de combate. Preparádevos para a batalla. E, xurade polo honor dos vosos lares e antergos, que impediredes coa vosa vida que o estandarte da lexión caia nas mans do enemigo. ¡Polo pobo e o Senado da República de Roma!
Entran es escena os guerreiros castrexos, con grandes berros, petando os escudos. En frente, os romans agrupanse en perfecta formación de tartaruga e avanzan implacablemente contra os guerreiros. A táctica de guerra dos lusitanos era enganar ó enemigo, polo que os guerreiros finxen unha retirada e cando os romanos rompen a formación para celebrar a victoria, as tribus regresan e hai un grande combate corpo a corpo. Finalmente, a area está chea de corpos dos guerreiros e os romans collen ós supervivintes.
CÓNSUL SERVILIO CEPIÓN- Ti irás ás minas de plata de Gades e ti serás vendido no mercado de Sagunto. Vos traballaredes as terras nun latifundio perto de Roma.
CENTURIÓN- A maioría dos guerreiros levan aneis de ouros e outras pezas. Sospeito que ó Norte ten que haber moitas riquezas. Pero son terras descoñecidas e antes teríamos que vencer ós bandidos lusitanos.
CÓNSUL SERVILIO CEPIÓN - Ouro, hai moito ouro no Norde. Se Roma chega a esas minas, os seus exércitos serán invencibles e poderán arrasar Cartago ata que non quede pedra sobre pedra.
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Viriato
(1) Río do Esquecemento (Acto I / Escena I) 2001
O RIO DO ESQUECEMENTO
Autor: E.V.Pita
ACTO I
ESCENA I (optativa)
INTRODUCCIÓN: O BARQUEIRO
Treboada. Luces vermellas é néboa espesa. No medio da plaza un BARQUEIRO (cunha longa capa negra que lle cubre o rostro) rema para atravesar un pantano. Un LEXIONARIO ROMANO e un VELLO CEGO cuberto cunha capa e cun caxato observan o fenómeno.
LEXIONARIO MARCO - É moi extraño pero pareceme ver, entre a néboa, a un barqueiro que atravesa o pantano da lagoa.
VELLO CEGO- ¿Acaso non sabes que son cego, amigo Marco? Descríbeme mellor ese fenómeno extraño que ves cos teus ollos. Eu tamén sinto a presencia dese espíritu maligno.
LEXIONARIO MARCO- ¿Queres dicir, vello Antioco, que é o diaño quen navega pola lagoa?
VELLO CEGO - Non é o demo senon un espíritu do alén. Os pagáns romanos chamabánlle Caronte, o barqueiro do río Lethes que trouxo a desgracia a Viriato cando foi traicionado e ós guerreiros ártabros que foron derrotados polas lexións. E tamén lle anunciou a morte ós propios romanos cando, ó mando de Brutus Decimo Xunio, ousaron cruzar ó río do Esquecemento.
LEXIONARIO MARCO- ¿Tan malos presaxios anuncia ese espectro?
VELLO CEGO- Por desgracia, esa pantasma só aparece cando chega a morte e a catástrofe. O barqueiro anda á procura dos mortos para conducilos ó outro lado do río Lethes, no reino dos infernos.
IDACIO –con túnica de monxe ó estilo de San Agustín- súmase á escena.
IDACIO- Deus nos libre destas supersticións de cegos pagáns, das que xa nos advirtiron Orosio e Agustín de Hipona.
VELLO- Idacio, recoñezo a túa voz. Tantos anos aprendendo relixión en Costantinopla e nos Santos Lugares e logo esqueces as tradicións do pobo. Mais, benvido sexas á terra dos teus antergos.
IDACIO- A lectura da vida de San Martiño abriume os ollos e o corazón para distinguir a única verdade das supersticións e a maxia. Esas lendas que contas son cousa dos pagáns celtas a carón da lareira durante as treboadas ou lle rinden tributos os espíritus das fontes e as fragas. Eso que dis vello Antíoco semellan historias de maxia e bruxas como as que propagan os seguidores do mago Prisciliano.
VELLO- Nesta terra son moitos os que pensan que o mundo é imperfecto e que o creador fixo unha mala copia. Ti desprecias a sabiduría dos pagáns que foi transmitida de pais a fillos e de fillos a netos e de netos a bisnetos. Os antigos coñecían os perigos que axexaban tras do río Limia e destes pantanos e pedían protección ás árbores e ás ninfas das fontes. Había un equilibrio entre o ben e o mal.
IDACIO- É certo que o fin do mundo está próximo, como anunciou o noso Señor e diso ninguén ten dúbida, agás os moitos pagáns que viven no monte como feras e bestas bravas sin coñecer a mensaxe. E ti falas como un deses agoreiros tolos, un menciñeiro das covas ou un bruxo que ainda le nas visceras dos animais como facían os adiviños pagáns.
VELLO CEGO – O río e a lagoa están cheos de espíritus e de ninfas que lavan os seus cabelos de ouro na fonte. Estas augas levan moita historia.
Autor: E.V.Pita
ACTO I
ESCENA I (optativa)
INTRODUCCIÓN: O BARQUEIRO
Treboada. Luces vermellas é néboa espesa. No medio da plaza un BARQUEIRO (cunha longa capa negra que lle cubre o rostro) rema para atravesar un pantano. Un LEXIONARIO ROMANO e un VELLO CEGO cuberto cunha capa e cun caxato observan o fenómeno.
LEXIONARIO MARCO - É moi extraño pero pareceme ver, entre a néboa, a un barqueiro que atravesa o pantano da lagoa.
VELLO CEGO- ¿Acaso non sabes que son cego, amigo Marco? Descríbeme mellor ese fenómeno extraño que ves cos teus ollos. Eu tamén sinto a presencia dese espíritu maligno.
LEXIONARIO MARCO- ¿Queres dicir, vello Antioco, que é o diaño quen navega pola lagoa?
VELLO CEGO - Non é o demo senon un espíritu do alén. Os pagáns romanos chamabánlle Caronte, o barqueiro do río Lethes que trouxo a desgracia a Viriato cando foi traicionado e ós guerreiros ártabros que foron derrotados polas lexións. E tamén lle anunciou a morte ós propios romanos cando, ó mando de Brutus Decimo Xunio, ousaron cruzar ó río do Esquecemento.
LEXIONARIO MARCO- ¿Tan malos presaxios anuncia ese espectro?
VELLO CEGO- Por desgracia, esa pantasma só aparece cando chega a morte e a catástrofe. O barqueiro anda á procura dos mortos para conducilos ó outro lado do río Lethes, no reino dos infernos.
IDACIO –con túnica de monxe ó estilo de San Agustín- súmase á escena.
IDACIO- Deus nos libre destas supersticións de cegos pagáns, das que xa nos advirtiron Orosio e Agustín de Hipona.
VELLO- Idacio, recoñezo a túa voz. Tantos anos aprendendo relixión en Costantinopla e nos Santos Lugares e logo esqueces as tradicións do pobo. Mais, benvido sexas á terra dos teus antergos.
IDACIO- A lectura da vida de San Martiño abriume os ollos e o corazón para distinguir a única verdade das supersticións e a maxia. Esas lendas que contas son cousa dos pagáns celtas a carón da lareira durante as treboadas ou lle rinden tributos os espíritus das fontes e as fragas. Eso que dis vello Antíoco semellan historias de maxia e bruxas como as que propagan os seguidores do mago Prisciliano.
VELLO- Nesta terra son moitos os que pensan que o mundo é imperfecto e que o creador fixo unha mala copia. Ti desprecias a sabiduría dos pagáns que foi transmitida de pais a fillos e de fillos a netos e de netos a bisnetos. Os antigos coñecían os perigos que axexaban tras do río Limia e destes pantanos e pedían protección ás árbores e ás ninfas das fontes. Había un equilibrio entre o ben e o mal.
IDACIO- É certo que o fin do mundo está próximo, como anunciou o noso Señor e diso ninguén ten dúbida, agás os moitos pagáns que viven no monte como feras e bestas bravas sin coñecer a mensaxe. E ti falas como un deses agoreiros tolos, un menciñeiro das covas ou un bruxo que ainda le nas visceras dos animais como facían os adiviños pagáns.
VELLO CEGO – O río e a lagoa están cheos de espíritus e de ninfas que lavan os seus cabelos de ouro na fonte. Estas augas levan moita historia.
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miércoles, 4 de agosto de 2010
Non te aflixas Haraz / Unha viaxe pola antigua Persia
"Non te aflixas, Harazt" (2004)
Unha viaxe pola antigua Persia
Por E.V.Pita
(Texto íntegro)
Publicado co título "Viaxe a Irán" na Revista Buxola, número 0, en 2004.
Abofé, o taxista do Paykans circulaba a grande velocidade pola vía urbana, esquivando en zig-zag outros destartalados vehículos.
Na estrada xurdían pións dos lugares máis inésperados, quen mantiñan o paso ata que o vehículo freaba ou os esquivaba cunha perigosa maniobra.
Outras veces, as motos con tres persoas —o piloto, a súa dona e un fillo— sorteaban en dirección contraria o denso tráfico do centro de Shiraz. Ás veces, os autobuses urbanos —na parte posterior viaxaban as pasaxeiras— ían directos contra o taxi e no último segundo variaban o rumbo.
Sempre no último segundo, o autobús que viña directamente contra o teu coche viraba á dereita. Con razón este é o pais con máis accidentes mortais do mundo pero o inexplicable é que non haxa máis.
O taxi no que eu viaxaba era un esmendrellado Paykans de cor branca, similar a dos dous millóns de coches de marca nacional que circulan por Teherán e que lembraban ós antigos Seat 124.
As nosas mochilas levábamolas atadas no maleteiro cunha correa de goma e sobresaían por fóra.
Na radio do chófer soaba a música iraní, alegre e pegadiza que lembraba ós cantaores de flamenco. En vez dun moneco de Elvis Presley, do cristal penduraba o retrato do imán Hussein —un home barbudo semellante a Sandokan de pelo negro e ollos azuis, sempre cun fondo verde esmeralda e moi querido polo pobo— e un rosario de madeira co que rezan os crentes musulmáns.
A vertixinosa carreira terminou nos xardíns do mausoleo do poeta Hafez, en Shiraz. O taxista négase tres veces á percibir a propina, mais como os viaxeiros insisten, éste acepta segundo os costumes do país. Sempre hai que aceptar un regalo no terceiro ofrecemento.
Na porta do parque, os nenos pedichóns e farrapentos ofrecen os seus paxaros engaiolados para que saquen o papel do destino, unha mensaxe escrita que revela o teu futuro. Aqueles nenos son os únecos pedechóns, xa que o resto dos cativos nunca pide cartos ós estranxeiros. Son os mesmos que venden chicles de banana nas gasolineiras, onde o litro custa 0,07 euros. Gracias a que o Estado subvenciona o petroleo, millóns de coches Paykans circulan polas autoestradas ou as perigosas e polvorentas estradas que van ó Caspio.
Na entrada do parque tamén hai vendedores ambulantes de froita, como os melóns. Pero o más sabroso é o pan, cunha miga de pan da casa e cunha forma que semella a torta hindú. Esnaquizase coas mans e o seu sabor é delicioso cando está quente.
No mauseleo de Hafez, pasado o río seco e as casas de adobe, resoan aínda os poemas que escribeu hai séculos: "Non te aflixas, Hazrat", verbas que semellan lembrar un pranto que invadira todo aquel país. No seu cadaleito, sempre hai rosas.
Ante o forte sol, apeteceunos beber un chá na tetería do parque, un patio enreixado e cuberto de árbores. Os clientes podense deitar en hamacas alfombradas cos pés descalzos. As bebidas quentes con sucre axudan a vencer á calor e invitan á conversa.
Axiña, beber té convertese nun deses momentos de relaxación do día, xunto coa alegre música que soa na tetería do mausoleo. Entre os clientes está un colexio de rapazas, que foron mercar unhas pizzas (semellan as americanas sen queixo).
Tamén aparecen turistas franceses, as señoras cubertas na cabeza co preceptivo paño... pero de cor rosa ou marelo. Unha das viaxeiras deixa entrever algo do seu cabelo caoba, que xurde coma un misterio baixo o paño. É realmente estraño para un occidental non poder ver os peinteados das mulleres, algo ó que sempre estivo afeito. É entón cando un se decata do cautivadora que pode ser unha ollada e das mensaxes que poden transmitir.
A visita á tetería non estaría completa sen fumar un narguile ou pipa de auga con tabaco con sabores variados, mesmo as rosas, o limón ou a Coca-Cola —coñecida alí como Zipi Pam. Cun té e un narguile, o día pasa moito mellor. Só restaría un prato de arroz con especias e polo á barbacoa para disfrutar dunha boa tarde.
Trala visita do mauselo, compre camiñar pola mezquita dos espellos, cuberta totalmente de minúsculos cristais nas paredes e nas cúpulas. Os visitantes infieis poden visitar o templo descalzos, pisando sobre as alfombras. Alí os crentes toman dunha estantería unha pequena pedra cadrada de arxila (e co nome de Alá gravado) que logo apoian na testa cando oran axenlloados. Os visitantes non poden fotografiar o interior pero ninguén impide tomar notas e bocetos, e pintar o seu interior. O silencio é o único compañeiro, xunto co Corán. Fóra, no patio, escoitase correr a auga das fontes ou o rnurmurio do vento e as árbores.
Para chegar ó parque do poeta Hafez, tivemos que atravesar un pequeño bosque, no que as famílias iranianas facían pic-nic. Sentados no céspede, arredor dun mantel, os homes preparaban o té en grandes teteira de aceiro. As mulleres estaban sentadas, ollando para a paixase, e todas cobertas co chador negro. Só as cativas estaban dispensadas daquel manto, que hai que agarrar coa man para cubrir a cara.
Os viaxeiros continuamos a viaxe ó bazar. O inconfundible olor das especias lembra ós mercados de Estambul ou de Marrocos: pementa, té, azafrán ou froitos secos como o pistacho. Estas mercadurías están expostas na rúa en caixas e se pesan cunha pá. Os prezos non están marcados e compre regatear. Os bazares son inmensos centros comerciais nos que pululan entre a escasa iluminación milleiros de clientes, mozos das encargas con carros, mercadurías, e algún mulah.
Nas tendas se poden atopar paños para cubrir a cabeza coas cores máis variadas: dende o amarelo ata o lila.Nas alfombras, destacan motivos tradicionais e xeométricos con retratos do imán chiíta Hussein ou, algo mais moderno e occidental, debuxos da factoría de Walt Disney. Camisetas da selección nacional de Irán, así como banderíns doutros clubes mundiais adornan algunha das tendas. Pratos de metal, xogos de xadres ou caixas decoradas con esceas de caza compretan o lado da artesanía.
A visita non estaría completa sen unha excursión a Persépole, cando cae o sol. Ten que ser a esa hora. Un microbus percorre case unha hora de camiño, pasando por pobos destartalados, ata unha polvorenta explanada, á beira dun monte de pedra. Alí atópase o pazo de Darío, destruido e incendiado por Alexandre O Grande. As inmensas estatuas de leons, aguias e nomes barbudos reciben ó visitante como no seu tipo saudaron ós embaixadores de remotas civilizacións que ían render homenaxe a Darío. As elevadas columnas dan idea da monumentalidade daquel pazo do Rei de Reis. Na montaña está escavada a súa tumba.
Cae a noite, e o sol alumea os cadaleitos na rocha dos reis persas. Perto, unhas ovellas pastan nas praderías gañadas ó deserto. A paz sexa contigo.
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O Binario Due -Capítulo 2
O BINARIO DUE (1999)
Unha novela ambientada no tren de alta velocidade Oporto-Ferrol
Por Enrique Vázquez-Pita
Borrador da historia orixinal
Segunda parte de "O Pendolino" (Cap. 1 / Cap. 2 / Cap. 3 / Cap. 4)
"O Binario Due" Ver Capítulo 1
CAPÍTULO 2
O home do sorriso, que escoitara o relato, aplaudeu abraiado á rapaza.
-A dúbida sobre o mencer...o que tanto facía sufrir a Hume. Ese cronista romano do que fala vostede é un antecesor dos escépticos. Non sabía que se conservaban uns documentos tan valiosos.
Eu miraba para a costa. Se cadra, o relato da muller dos ollos azuis xelados levaba razón. Eu disculpeime bruscamente:
-Se me permite, baixome nesta parada.
- O indicativo sinalaba Santiago. O home do sorriso replicou: pero vostede tiña unha historia pendiente de rematar.
-É certo e cumprirei a miña promesa. Eu andaba á procura dunha moza de ollos azuis xelados. Non é?
-Así é, aquela que lle esperaba en Marraquest, ou outra?- e o home do sorriso chiscou o ollo. Aquel home sabía ler no corazón da xente. -En Agadir-correxín.
-E ben?
-Decateime de que esa muller me espera en Santiago, nunha plataforma. Hai varias horas que ela agarda o meu regreso.
O home do sorriso ergueu as cellas e retrucou:
-Se me fixera caso eu, de vostede, seguiría ata Ferrol. Hai paradas que só son de paso.
A muller dos ollos azuis miroume con cara de mágoa:
-Quizás a súa historia non remate e teña segunda parte.
-A miña historia remata nesta parada- dixen cun sorriso triste mentras me erguía do asento.
E engadín:
-Amiga, o seu cronista romano viuno moi claro. Hai que vivir no agora, antes de que o sol afunda nas augas. E o meu solpor agora é nesta parada de Compostela.
O home de sorriso replicou:
-O seu agora, o seu hoxe, está aquí, neste sillón, neste tren. E esa parada de Santiago é unha das múltiples posibilidades do seu futuro.
O Pendolino comezou a frear. Moi ao lonxe albiscabanse as torres da Catedral e os teitos da Cidade da Cultura. Tiña que me decidir. Quedaban só poucos segundos.
...........................................
Varios links de viaxes
- Europa en 30 días en tren con InterRail (1994)
- Europa en 30 días en tren con InterRail (2000)
- Bretaña e Normandía (1997)
- O Mediterráneo en tren con InterRail (Grecia e Turquía) (1998)
-Escocia e Stonehegen (1999)
Unha novela ambientada no tren de alta velocidade Oporto-Ferrol
Por Enrique Vázquez-Pita
Borrador da historia orixinal
Segunda parte de "O Pendolino" (Cap. 1 / Cap. 2 / Cap. 3 / Cap. 4)
"O Binario Due" Ver Capítulo 1
CAPÍTULO 2
O home do sorriso, que escoitara o relato, aplaudeu abraiado á rapaza.
-A dúbida sobre o mencer...o que tanto facía sufrir a Hume. Ese cronista romano do que fala vostede é un antecesor dos escépticos. Non sabía que se conservaban uns documentos tan valiosos.
Eu miraba para a costa. Se cadra, o relato da muller dos ollos azuis xelados levaba razón. Eu disculpeime bruscamente:
-Se me permite, baixome nesta parada.
- O indicativo sinalaba Santiago. O home do sorriso replicou: pero vostede tiña unha historia pendiente de rematar.
-É certo e cumprirei a miña promesa. Eu andaba á procura dunha moza de ollos azuis xelados. Non é?
-Así é, aquela que lle esperaba en Marraquest, ou outra?- e o home do sorriso chiscou o ollo. Aquel home sabía ler no corazón da xente. -En Agadir-correxín.
-E ben?
-Decateime de que esa muller me espera en Santiago, nunha plataforma. Hai varias horas que ela agarda o meu regreso.
O home do sorriso ergueu as cellas e retrucou:
-Se me fixera caso eu, de vostede, seguiría ata Ferrol. Hai paradas que só son de paso.
A muller dos ollos azuis miroume con cara de mágoa:
-Quizás a súa historia non remate e teña segunda parte.
-A miña historia remata nesta parada- dixen cun sorriso triste mentras me erguía do asento.
E engadín:
-Amiga, o seu cronista romano viuno moi claro. Hai que vivir no agora, antes de que o sol afunda nas augas. E o meu solpor agora é nesta parada de Compostela.
O home de sorriso replicou:
-O seu agora, o seu hoxe, está aquí, neste sillón, neste tren. E esa parada de Santiago é unha das múltiples posibilidades do seu futuro.
O Pendolino comezou a frear. Moi ao lonxe albiscabanse as torres da Catedral e os teitos da Cidade da Cultura. Tiña que me decidir. Quedaban só poucos segundos.
...........................................
Varios links de viaxes
- Europa en 30 días en tren con InterRail (1994)
- Europa en 30 días en tren con InterRail (2000)
- Bretaña e Normandía (1997)
- O Mediterráneo en tren con InterRail (Grecia e Turquía) (1998)
-Escocia e Stonehegen (1999)
O Binario Due - Capitulo 1
O BINARIO DUE (1999)
Unha novela ambientada no tren de alta velocidade Oporto-Ferrol
Por Enrique Vázquez-Pita
Borrador da historia orixinal / Correxido e ampliado en 2o10
Segunda parte de "O Pendolino" (Cap. 1 / Cap. 2 / Cap. 3 / Cap. 4)
CAPÍTULO 1
No tren Pendolino de Porto a Ferrol, os tres pasaxeiros escoitaron a miña historia.
Todo empezou na estación Central de Milano. Ainda lembro os altofalantes: "Stazione Centrale di Milano. Il treno arrivara nil binario due".
Abofé, cando me sinto só, recreo na miña cachola a megafonía da estación de Milán. Era como voltar á casa. O binario due é como esa habitación acomodada o teu gusto que serve, en psicoloxía, para aislarte do mundo, para acougar our relaxarte. Ben a ser algo así como un refuxio mental, un colchón.
En Italia sempre te sentías ben, como no teu fogar. Logo de pasar penurias en culturas extrañas, Italia era como a antesala do meu lar. Cando quería facelo chiste imitaba aquel altofalante y recreabame eu só da gracia. Il binario due...Que lembranzas!
Ela máis eu ollaramos pola fiestra do coche e sorrimos mentras axustábamos as mochilas ó lombo. Milán, voltamos á casa. Alí estaba a Stazione Centrale e o Binario Due, a plataforma dous. E alí fora onde a esperei de pé, camiño de Roma.
-É unha historia moi bonita- dixo a pasaxeira dos ollos azuis.
O segundo viaxeiro, o doutor Camoes asintiu, intrigado polo que lles quería contar.
Pero eu continuei:
-A historia non terminou.
A miña mente volvía a unha cidade de Marrocos, pode que Fez ou Marraquest.
-Ou la gare du train, s.v.p.?- preguntei desesperado pola estación nun francés trapalleiro a uns cativos que camiñaban coa bici ás costas.
Percorría anguriado as rúas de Fez, fora das murallas da Cidade Imperial. As agullas do reloxio movianse espelidas e eu tiña presa. Saira da haima xa cando estaba oscurecendo, só alumeado pola lúa chea, e marchei a pé coa mochila ó lombo e morto de medo, non fora selo demo que me deran un pau.
Suaba porque naquel intre estaba perdido nunha estrada que non ía a ningún lado. E o plano tiñao do revés ou era eu quen o vía do revés.
"A gare du train", unha frase que retornou á min: non era difícil voltar aquela vez que me apeei na Gare d'Austerlizt, a dinámica estación parisina do Sul. Era a mesma sensación que Victoria Station. Milleiros de persoas e maletín a toda presa e se metían no Tube. Un espectáculo só comparable a primeira imaxe do Metro de Madrid, con centos de usuarios subindo ó unísono as escaleiras da plataforma da línea azul, a 2, en Sol. "Tout droit! Tout droit!". Todo recto, ata chegar á Nouvelle Ville.
"Tout droit" era outra das miñas frases preferidas. Tiña un anaco de eficiencia, de inmediatez, de chegar ó destino sin demora e sen obstáculos. Non había qué pensar. E aló fun, a fume de carozo.
Esa noite había marchar a Marraquest como fora. Ela estaba alí e, supostamente, me esperaba.
"Un juice d'orange". Outra frase relaxante. Nas portas do Sahara -eles din Saara- non hai nada mellor que tomar un zume de laranxe, sentado nunha mesa da haima despois de percorrer un kilómetro de dunas para asistir, moi cedo, ó amencer no deserto de area, na fronteira con Alxeria.
O sol só é unha tenue luz no oeste que asoma polas nubes que perpetuamente -alí din que unha vez nos derradeiros sete anos- cubren o deserto. O orballo do deserto e mais abraiante ainda que as extrañas criaturas que o poboan. Escarabelos peloteiros de tamaño xigante que pasean indiferentes o teu carón polo medio da haima mentras tomas un chá fervendo -sempre o chá- ou unha cola de tamaño familiar.
Os chaparróns no deserto ou nas kasbas, esas cidades de barro cocido, evocan outro paraiso que burla as leis da física tal como a coñecemos. É un mundo ó revés no que non acougo. Vexo como a choiva molla a chan árido e de fondo unhas casas de barro borrosas, ocultas polo vapor do meu alento e a caida da noite. Da friaxe. Pero agora pedira un juice d'orange na cafetería próxima á rotonda da estación. Un aperitivo antes da viaxe.
Na rotonda da estación de Fez atopei outros mochileiros que, seguramente, tamén agardaban pola chegada do Expreso a Marraqueest, con transbordo en Casablanca. Estes estaban de tertulia arredor da súa mesa, coa sua Coca-Cola de botella de cristal de medio litro e o juice d'orange. O reloxio que presidía a barra do bar marcaba as 23 horas, case á medianoite, ainda que os mochileiros rexíanse pola hora europea, polo que para eles xa era a unha da madrugada.
Un daqueles rapaces caeu grogui na mesa, vencido polo sono. O resto seguía de parola falando das súas aventuras. Logo achegaronse a aquela mesa uns tipos altos, que resultaron ser de Polonia, e outro xoven español que os acompañaba. Este último levaba un sombreiro de ala con pinta de Indiana Jones. Un pano protexía o seu coello e, o curioso, cargaba cunha maleta de hotel. Comezou a falar da súa visita a unha vella cidade perdida.
Volubilis. Outra palabra que me fai lembrar o exótico. A cidade romana dos mosaicos construida as portas da cordillera do Atlas e do deserto do Shara, como eles o pronuncian. O mochileiro con pinta de profesor de arqueoloxía e aventureiro falou os que estábamos alí da misteriosa cidade romá, enclavada nun fértil val, que tamén atrapou ós colonizadores franceses. Dominada polo arco do trunfo de Traxano, aquela cidade perdida no Norde de África evocaba un nostálxico pasado como suministrador oficial de animais salvaxes no Circo.
Cando te situabas na vía máis centrica de Volubilis non podías senon admirar a disposición das tendas dos comerciantes, o saneamiento subterráneo ou os trazados xeométricos dos mosaicos. O reloxio marcabas paseñinamente o tempo, a televisión botaba unha serie de acción e os homes marroquíes esgotaban a noite do sábado conversando e bebendo o té. O tempo pasaba naquel bar pero non a presa dabondo para rematar a espera do tren que me levaría a Marraquest.
-Daquela non eran como agora- apuntou o doutor Camoes cun sorriso. A onde nos querrá levar o noso amigo español co seu relato- preguntou con retranca e certa impaciencia.
-O reloxio deu a hora e todos os mochileiros sairon cara a estación.Na plataforma había máis xente que agardaba o Expresso. Fun á consigna e pedin ó mozo que me dera a mochila, que previamente gardara nun saco azul a cinco dirhams. Era un timo, posto que non era mais que un saco de fío dos que na terra se empregan para gardalas patacas.
Carguei ó lombo o saco azul, como se fora o meu botín ou un completo garrulo, e sain cara a plataforma. Descarguei a mochila e busquei nun saco o teléfono móvil. Non había ningunha menxase para min no buzón de voz. Agora me preguntaba se ela estaría ou non. Decatábame de que fora unha tolería esta viaxe. Ainda que ela estivese, pode que non cambiase nada.
Por qué ía cambiar? Aquela sería unha longa e calurosa noite de viaxe. Pero o primerio sería pelexar cos outros mochileiros por atopar un sitio no vagón para durmir. Nos expresos nocturnos era moi difícil. Alí estábamos todos agardando a chegada do tren, expectantes e preparados para saltar ó vagón.
-E qué pasou?, preguntou o vello, mentras ollaba de esguello á cativa dos ollos azuis. Sen decatarme, o tren xa chegaba a Vigo.
-Van parar en Vigo, ou seguen camiño?
Ninguén se apeaba ainda.
-Pois entón, contareille o resto, de camiño a Santiago- e fixen un xesto triste.
O home do sorriso riu. Mirou para a terceira pasaxeira, a dos ollos azuis xelados.
-Creo que o noso amigo español xa sei por onde vai. Só falta por coñecer a nosa amiga do Centro Pessoa.
A rapaza pechou os ollos e as súas meixelas enroibaron.
-A miña non ten interese. Só son unha bibliotecaria que escribe historias e que nunca visitei os lugares exóticos dos que fala o noso amigo español.
-Pero algunha historia terá que contar. Ou prefire escoitar o fío musical e a ese horrible grupo tan de moda?
-Eu gosto das letras clásicas. Agora estudio un vello relato dun cronista romano que fala da campaña de César nos limites da Lusitania, no que logo sería a provincia da Gallaecia. Di que o sol era negro e que se metía no mar facendo un ruido metálico.
-Será Plinio- aventurei. Coñecía ben aos clásicos -Aquel bó home cría todo canto lle contaban os mariñeiros.
-Non, é alguén anterior. É Tito Casio, liberto da familia Casio e cronista das Acta Diurna. Este dinos que arrepiou de terror naquel solpor.
Puiden maxinar o terror de Tito Casio.
A rapaza continuou o seu relato, mentras o tren mergullabase no túnel de Maceiras. Era unha pena que non poidexemos desfrutar da ría e das bateas ata que o tren volvese saír á superficie en Redondela.
-Era o derradeiro día das Florais, nas calendas de maio, porque así o mencionan varios documentos. Mais naquela terra incognita, nos limes da Lusitania, había frío e vento. De súpeto, o ceo bateu contra o mar. O noso cronista, primeiro veu o grande río vermello e logo escoitou un estrondo coma se o airado Vulcano golpease co seu martelo unha plancha de cobre ou ferro oxidado. Como se Xupiter, señor dos ceos e do Cosmos, rifase coa súa infidel esposa e irmá Xuño.
Os pasaxeiros escoitaban abraiados aquel relato case poético, cheo de dramatisma, en tempos lonxanos.
-Aquel era un ruído metálico tan chirriante que daba grima. O noso cronista puido deducir que o estoupido proviña do horizonte. Abofé, veu por primeira vez como o sol ¡caía na raia do mar!. A grande bola naranxa esvarecíase prodixiosamente no sumideiro, arrastrado ás fervenzas que separan o limbo do mundo.
A moza conseguía transmitir moitas sensacións desacougantes. Conseguía que os seus acompañantes convertiranse en espectadores dun drama clásico.
-Aló, nas limes, infestadas de horribles criaturas, agardaba o barqueiro Carionte para cruzar as almas dos vivos á outra beira. Calqueira mariño tolearía, morto de medo ante aquel canto metálico de sirea. Xúpiter pechaba a porta da morada dos seus lares. Estaba no fin da Terra, nos limes do abismo. E entón alguén da tripulación alertou de que algo no mar estaba vivo e viña cara eles. Cando voltou a ollar aquel sol negro se preguntou se habería mañá trala noite.
A rapaza calou e o pasaxeiro do sorriu ergueu a cella como xeito de invitala a continuar.
-O resto da historia perdeuse.
-Pois, entón, amiga, ou vostede é historiadora ou é poetisa.
-As veces, os fríos datos esconden beleza.
Decateime de que caera no sono e entreabín os ollos. A xanela reflectía os reflexos das luces do compartimento do vagón. O tren saía veloz do longo túnel e só albisquei un borrón no mar que tiña que ser a illa de San Simón e, ao fondo, a ponte ampliada de Rande. Dentro duns minutos, pararíamos en Pontevedra. O convoi freou paseniñamente.
Unha novela ambientada no tren de alta velocidade Oporto-Ferrol
Por Enrique Vázquez-Pita
Borrador da historia orixinal / Correxido e ampliado en 2o10
Segunda parte de "O Pendolino" (Cap. 1 / Cap. 2 / Cap. 3 / Cap. 4)
CAPÍTULO 1
No tren Pendolino de Porto a Ferrol, os tres pasaxeiros escoitaron a miña historia.
Todo empezou na estación Central de Milano. Ainda lembro os altofalantes: "Stazione Centrale di Milano. Il treno arrivara nil binario due".
Abofé, cando me sinto só, recreo na miña cachola a megafonía da estación de Milán. Era como voltar á casa. O binario due é como esa habitación acomodada o teu gusto que serve, en psicoloxía, para aislarte do mundo, para acougar our relaxarte. Ben a ser algo así como un refuxio mental, un colchón.
En Italia sempre te sentías ben, como no teu fogar. Logo de pasar penurias en culturas extrañas, Italia era como a antesala do meu lar. Cando quería facelo chiste imitaba aquel altofalante y recreabame eu só da gracia. Il binario due...Que lembranzas!
Ela máis eu ollaramos pola fiestra do coche e sorrimos mentras axustábamos as mochilas ó lombo. Milán, voltamos á casa. Alí estaba a Stazione Centrale e o Binario Due, a plataforma dous. E alí fora onde a esperei de pé, camiño de Roma.
-É unha historia moi bonita- dixo a pasaxeira dos ollos azuis.
O segundo viaxeiro, o doutor Camoes asintiu, intrigado polo que lles quería contar.
Pero eu continuei:
-A historia non terminou.
A miña mente volvía a unha cidade de Marrocos, pode que Fez ou Marraquest.
-Ou la gare du train, s.v.p.?- preguntei desesperado pola estación nun francés trapalleiro a uns cativos que camiñaban coa bici ás costas.
Percorría anguriado as rúas de Fez, fora das murallas da Cidade Imperial. As agullas do reloxio movianse espelidas e eu tiña presa. Saira da haima xa cando estaba oscurecendo, só alumeado pola lúa chea, e marchei a pé coa mochila ó lombo e morto de medo, non fora selo demo que me deran un pau.
Suaba porque naquel intre estaba perdido nunha estrada que non ía a ningún lado. E o plano tiñao do revés ou era eu quen o vía do revés.
"A gare du train", unha frase que retornou á min: non era difícil voltar aquela vez que me apeei na Gare d'Austerlizt, a dinámica estación parisina do Sul. Era a mesma sensación que Victoria Station. Milleiros de persoas e maletín a toda presa e se metían no Tube. Un espectáculo só comparable a primeira imaxe do Metro de Madrid, con centos de usuarios subindo ó unísono as escaleiras da plataforma da línea azul, a 2, en Sol. "Tout droit! Tout droit!". Todo recto, ata chegar á Nouvelle Ville.
"Tout droit" era outra das miñas frases preferidas. Tiña un anaco de eficiencia, de inmediatez, de chegar ó destino sin demora e sen obstáculos. Non había qué pensar. E aló fun, a fume de carozo.
Esa noite había marchar a Marraquest como fora. Ela estaba alí e, supostamente, me esperaba.
"Un juice d'orange". Outra frase relaxante. Nas portas do Sahara -eles din Saara- non hai nada mellor que tomar un zume de laranxe, sentado nunha mesa da haima despois de percorrer un kilómetro de dunas para asistir, moi cedo, ó amencer no deserto de area, na fronteira con Alxeria.
O sol só é unha tenue luz no oeste que asoma polas nubes que perpetuamente -alí din que unha vez nos derradeiros sete anos- cubren o deserto. O orballo do deserto e mais abraiante ainda que as extrañas criaturas que o poboan. Escarabelos peloteiros de tamaño xigante que pasean indiferentes o teu carón polo medio da haima mentras tomas un chá fervendo -sempre o chá- ou unha cola de tamaño familiar.
Os chaparróns no deserto ou nas kasbas, esas cidades de barro cocido, evocan outro paraiso que burla as leis da física tal como a coñecemos. É un mundo ó revés no que non acougo. Vexo como a choiva molla a chan árido e de fondo unhas casas de barro borrosas, ocultas polo vapor do meu alento e a caida da noite. Da friaxe. Pero agora pedira un juice d'orange na cafetería próxima á rotonda da estación. Un aperitivo antes da viaxe.
Na rotonda da estación de Fez atopei outros mochileiros que, seguramente, tamén agardaban pola chegada do Expreso a Marraqueest, con transbordo en Casablanca. Estes estaban de tertulia arredor da súa mesa, coa sua Coca-Cola de botella de cristal de medio litro e o juice d'orange. O reloxio que presidía a barra do bar marcaba as 23 horas, case á medianoite, ainda que os mochileiros rexíanse pola hora europea, polo que para eles xa era a unha da madrugada.
Un daqueles rapaces caeu grogui na mesa, vencido polo sono. O resto seguía de parola falando das súas aventuras. Logo achegaronse a aquela mesa uns tipos altos, que resultaron ser de Polonia, e outro xoven español que os acompañaba. Este último levaba un sombreiro de ala con pinta de Indiana Jones. Un pano protexía o seu coello e, o curioso, cargaba cunha maleta de hotel. Comezou a falar da súa visita a unha vella cidade perdida.
Volubilis. Outra palabra que me fai lembrar o exótico. A cidade romana dos mosaicos construida as portas da cordillera do Atlas e do deserto do Shara, como eles o pronuncian. O mochileiro con pinta de profesor de arqueoloxía e aventureiro falou os que estábamos alí da misteriosa cidade romá, enclavada nun fértil val, que tamén atrapou ós colonizadores franceses. Dominada polo arco do trunfo de Traxano, aquela cidade perdida no Norde de África evocaba un nostálxico pasado como suministrador oficial de animais salvaxes no Circo.
Cando te situabas na vía máis centrica de Volubilis non podías senon admirar a disposición das tendas dos comerciantes, o saneamiento subterráneo ou os trazados xeométricos dos mosaicos. O reloxio marcabas paseñinamente o tempo, a televisión botaba unha serie de acción e os homes marroquíes esgotaban a noite do sábado conversando e bebendo o té. O tempo pasaba naquel bar pero non a presa dabondo para rematar a espera do tren que me levaría a Marraquest.
-Daquela non eran como agora- apuntou o doutor Camoes cun sorriso. A onde nos querrá levar o noso amigo español co seu relato- preguntou con retranca e certa impaciencia.
-O reloxio deu a hora e todos os mochileiros sairon cara a estación.Na plataforma había máis xente que agardaba o Expresso. Fun á consigna e pedin ó mozo que me dera a mochila, que previamente gardara nun saco azul a cinco dirhams. Era un timo, posto que non era mais que un saco de fío dos que na terra se empregan para gardalas patacas.
Carguei ó lombo o saco azul, como se fora o meu botín ou un completo garrulo, e sain cara a plataforma. Descarguei a mochila e busquei nun saco o teléfono móvil. Non había ningunha menxase para min no buzón de voz. Agora me preguntaba se ela estaría ou non. Decatábame de que fora unha tolería esta viaxe. Ainda que ela estivese, pode que non cambiase nada.
Por qué ía cambiar? Aquela sería unha longa e calurosa noite de viaxe. Pero o primerio sería pelexar cos outros mochileiros por atopar un sitio no vagón para durmir. Nos expresos nocturnos era moi difícil. Alí estábamos todos agardando a chegada do tren, expectantes e preparados para saltar ó vagón.
-E qué pasou?, preguntou o vello, mentras ollaba de esguello á cativa dos ollos azuis. Sen decatarme, o tren xa chegaba a Vigo.
-Van parar en Vigo, ou seguen camiño?
Ninguén se apeaba ainda.
-Pois entón, contareille o resto, de camiño a Santiago- e fixen un xesto triste.
O home do sorriso riu. Mirou para a terceira pasaxeira, a dos ollos azuis xelados.
-Creo que o noso amigo español xa sei por onde vai. Só falta por coñecer a nosa amiga do Centro Pessoa.
A rapaza pechou os ollos e as súas meixelas enroibaron.
-A miña non ten interese. Só son unha bibliotecaria que escribe historias e que nunca visitei os lugares exóticos dos que fala o noso amigo español.
-Pero algunha historia terá que contar. Ou prefire escoitar o fío musical e a ese horrible grupo tan de moda?
-Eu gosto das letras clásicas. Agora estudio un vello relato dun cronista romano que fala da campaña de César nos limites da Lusitania, no que logo sería a provincia da Gallaecia. Di que o sol era negro e que se metía no mar facendo un ruido metálico.
-Será Plinio- aventurei. Coñecía ben aos clásicos -Aquel bó home cría todo canto lle contaban os mariñeiros.
-Non, é alguén anterior. É Tito Casio, liberto da familia Casio e cronista das Acta Diurna. Este dinos que arrepiou de terror naquel solpor.
Puiden maxinar o terror de Tito Casio.
A rapaza continuou o seu relato, mentras o tren mergullabase no túnel de Maceiras. Era unha pena que non poidexemos desfrutar da ría e das bateas ata que o tren volvese saír á superficie en Redondela.
-Era o derradeiro día das Florais, nas calendas de maio, porque así o mencionan varios documentos. Mais naquela terra incognita, nos limes da Lusitania, había frío e vento. De súpeto, o ceo bateu contra o mar. O noso cronista, primeiro veu o grande río vermello e logo escoitou un estrondo coma se o airado Vulcano golpease co seu martelo unha plancha de cobre ou ferro oxidado. Como se Xupiter, señor dos ceos e do Cosmos, rifase coa súa infidel esposa e irmá Xuño.
Os pasaxeiros escoitaban abraiados aquel relato case poético, cheo de dramatisma, en tempos lonxanos.
-Aquel era un ruído metálico tan chirriante que daba grima. O noso cronista puido deducir que o estoupido proviña do horizonte. Abofé, veu por primeira vez como o sol ¡caía na raia do mar!. A grande bola naranxa esvarecíase prodixiosamente no sumideiro, arrastrado ás fervenzas que separan o limbo do mundo.
A moza conseguía transmitir moitas sensacións desacougantes. Conseguía que os seus acompañantes convertiranse en espectadores dun drama clásico.
-Aló, nas limes, infestadas de horribles criaturas, agardaba o barqueiro Carionte para cruzar as almas dos vivos á outra beira. Calqueira mariño tolearía, morto de medo ante aquel canto metálico de sirea. Xúpiter pechaba a porta da morada dos seus lares. Estaba no fin da Terra, nos limes do abismo. E entón alguén da tripulación alertou de que algo no mar estaba vivo e viña cara eles. Cando voltou a ollar aquel sol negro se preguntou se habería mañá trala noite.
A rapaza calou e o pasaxeiro do sorriu ergueu a cella como xeito de invitala a continuar.
-O resto da historia perdeuse.
-Pois, entón, amiga, ou vostede é historiadora ou é poetisa.
-As veces, os fríos datos esconden beleza.
Decateime de que caera no sono e entreabín os ollos. A xanela reflectía os reflexos das luces do compartimento do vagón. O tren saía veloz do longo túnel e só albisquei un borrón no mar que tiña que ser a illa de San Simón e, ao fondo, a ponte ampliada de Rande. Dentro duns minutos, pararíamos en Pontevedra. O convoi freou paseniñamente.
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O Pendolino-Capítulo 4
" O PENDOLINO " (1999)
Unha novela ambientada no tren de alta velocidade Oporto-Ferrol
Por Enrique Vázquez-Pita
Borrador da historia orixinal
Ver Capítulo I / Ver Capítulo II / Ver Capítulo III
CAPÍTULO IV
De fondo, soaba un fío musical con música de jazz clásica. Recoñecín a suite Bergamasque-Clair de Lune de Debussy. Aquela peza de piano sempre me conmovera, quizás porque tiña relación con meu estado de ánimo nostálxico.
-O nosa casa era frecuentada polos novos funcionarios que chegaban á cidade. Foi unha época bonita pero nin me acostumei a Macao nin a Angola. África sempre foi allea para min. A calor, as comidas... O que máis me sorprendía era o vento cálido das tardes, nas postas. E o silencio.
-Eu tamén gardo boas lembranzas de Angola. Durante uns anos aquel foi o meu lugar. Eu ainda era mozo. E de todo aquelo xa non queda nada.
Nese intre sonou unha campanilla e abreu as portas eléctricas un mozo, un inmigrante, cun carrito de aperitivos: patacas, refrescos, froitos secos e a mascota do Pendolino, un pequelo galo chamado Gallaecio cunha camiseta cun singular arco da vella: verde, vermella, branco, azul e amarelo. O diseñador cavilara en todolos detalles.
-Que mascota máis horrible-afirmou a moza de ollos azuis xelados.
-Ós nenos góstalles. En realidade, gostalles calqueira animaliño. Se puxeran de mascota un loro ou un can palleiro, gostaríalles igual. Calqueira cousa lles interesa- explicou o home de sorriso, que mercou varias larpeiradas.
-E vostede, o noso amigo español, ¿non mercou o galo de Barcelos ou o viño de Porto?
-Pois depende. Eu andolle mal de cartos para mercar souvenirs.
-Non poderá dicir iso posto que non repara en coller o Pendolino, moito máis caro que o tren eurorrexional que vai pola costa.
-Sí, é certo. Pero é un gasto necesario. Non é o mesmo tardar tres horas en autocar que hora e media en tren. A velocidade compensa.
-Eu non entendo como se gastaron tantos cartos neste tren cando había outras prioridades.
-Supoño que agora está máis perto. Por exemplo, hai dez anos, era impensable ir a Porto e voltar no mesmo día desde o Norte.
-Pero abriron as autoestradas.
A cativa de ollos color Azul Ártico interviu na conversa.
-Eu traballo de bibliotecaria na Fundación Pessoa, en Ferrol. O centro abriuse hai uns anos e dábame preguiza ir os fins de semana ata Porto. Agora, vou e volto co bono mensual. Compensa, incluso facendo o transbordo en Betanzos. Apenas son uns minutos de espera.
-E nunca pensou en facer vida en Ferrol?
-Pois, pode que nun futuro. Pero a miña vida segue en Porto, nunha quinta do Douro. A dona e o home do sorriso amosaronse interesados. -É vostede das familias da Ribeira?
-Non, os meus parentes son de Boa Vista pero agora visito a un amigo dos Gonçalves. Aquelo de "amigo" non soaba moi ben. Sentín unha doenza no corazón.
-Os herdeiros das adegas Virxe do Douro?- preguntou o doutor Camoes, chiscando un ollo á dona.
- Unha das ramas da familia, dos que regresaron do Brasil hai uns anos. Trabei moita amistade cun dos fillos.
-Ouvin dicir que seica as cousas non lles van moi ben agora.
-Eu non lle sabería dicir- replicou a moza con prudencia.
Xa se sabe o que pasa. Vas nun tren, falas de máis, o rumor se extende e logo perdes unha amistade. Polo menos, Ollos Azuis Esquivos sabía ser fidel as súas amistades. O doutor Camoes explicou o motivo da súa viaxe.
-Eu tamén vou a Ferrol a mercar propiedades. Axudo a un amigo meu a seleccionar as mellores casas no Norte para restaurar e vender. Viaxo moito pola costa e nas zonas de praia. É unha comarca moi tranquila, alonxado do turismo e con boas comunicacións. Se vostede traballa na Fundación Pessoa podereime pasar por alí e invitala a un café. Ou tal vez poidamos xantar nun restaurante de confianza na praia de Doniños.
Demo de vello, xa estaba a invitar a Ollos Bonitos a unha cena romántica. Non me podía quedar de brazos cruzados. Aqueles ollos eran unha obsesión.
-En Ferrol hai moita vida social, no clube de campo, de golf. Se me permite, se cadra, un fin de semana eu poda levala a coñecer esos sitios e é posible que xoguemos uns sets de tenis.
A resposta non poido ser máis xélidamente diplomática:
-Non quixera abusar da confianza do meu amigo español. Tal vez máis adiante.
O tren pasaba a gran velocidade polos viñedos, perto da autoestrada. Era divertido ver como os coches ían a paso de tartaruga e nós case voábamos deixando atrás árbores, postes, as proteccións e os travesaños dos raís. Agora o Pendolino acadaba a súa velocidade punta, de 300 kilómetros por hora, antes de frenar para cruzar a ponte do Miño.
O doutor Camoes continuou coa súa historia.
-O tren comeza a ir máis amodo. Debe ser que andamos perto de Valença. Case se ve desde aquí o outeiro da fortaleza.
E alí víase o laberinto de murallas e fortíns. O Pendolino descendeu ata os 125 kilómetros por hora para atravesala ponte do Miño. O espectáculo era grandioso. Vianse ó lonxe os arenais, as illas e a construcción dunha nova ponte da vía rápida entre Caminha e A Guarda e Baiona, obra que despois da crise botaba andar. Antes non era posíble, pero a ponte do Pendolino estaba levantada nunha beira do río desde a que se podía albiscar a desembocadura.
-Eu estiven traballando hai uns anos no centro social de Valença. Foron uns anos bonitos e tristes; e Ollos Xelados dixo esto último con mágoa e cun sorriso amargo.
Supoño que cada un de nós leva dentro algunha historia que non lle saiu ben. Unha espiña sobre a que non me atrevín a preguntar. Os outros compañeiros de viaxe tampouco indagaron. As augas do Miño estaban máis oscuras do que as lembraba. Podía ser polo día, que chovía sen parar, a grandes chouzos. Consultei o reloxio e o mapa do horarios e comprobei que cumpriamos o itinerario ó minuto. O home do sorriso continua a conversa.
-E qué lle trae a Galiza, miña amiga?; referíndose a dona aristocrática. -Busco unha vila de veraneo na praia. Vostede, amigo Camoes, me pode axudar. Sabe que o meu tio Joao enfermou do pulmón e necesita moita tranquilidade.
-Para iso, o mellor son as illas Açores. E o seu tío, que é rico, ainda podería facer algunas operacións financieiras nos bancos do lugar e libre de impostos. O doutor Camoes riou o seu propio chiste, e a amiga lle reprendeu.
-E o noso amigo español -dirindoxeme a min-, non nos vai contar a súa historia? É un lurpias que fai falar aos máis e el, o moi cuco, cala coma un peto.
Eu fixen un pouco de silencio para lembrar e rememorar aqueles tempos.
Unha novela ambientada no tren de alta velocidade Oporto-Ferrol
Por Enrique Vázquez-Pita
Borrador da historia orixinal
Ver Capítulo I / Ver Capítulo II / Ver Capítulo III
CAPÍTULO IV
De fondo, soaba un fío musical con música de jazz clásica. Recoñecín a suite Bergamasque-Clair de Lune de Debussy. Aquela peza de piano sempre me conmovera, quizás porque tiña relación con meu estado de ánimo nostálxico.
-O nosa casa era frecuentada polos novos funcionarios que chegaban á cidade. Foi unha época bonita pero nin me acostumei a Macao nin a Angola. África sempre foi allea para min. A calor, as comidas... O que máis me sorprendía era o vento cálido das tardes, nas postas. E o silencio.
-Eu tamén gardo boas lembranzas de Angola. Durante uns anos aquel foi o meu lugar. Eu ainda era mozo. E de todo aquelo xa non queda nada.
Nese intre sonou unha campanilla e abreu as portas eléctricas un mozo, un inmigrante, cun carrito de aperitivos: patacas, refrescos, froitos secos e a mascota do Pendolino, un pequelo galo chamado Gallaecio cunha camiseta cun singular arco da vella: verde, vermella, branco, azul e amarelo. O diseñador cavilara en todolos detalles.
-Que mascota máis horrible-afirmou a moza de ollos azuis xelados.
-Ós nenos góstalles. En realidade, gostalles calqueira animaliño. Se puxeran de mascota un loro ou un can palleiro, gostaríalles igual. Calqueira cousa lles interesa- explicou o home de sorriso, que mercou varias larpeiradas.
-E vostede, o noso amigo español, ¿non mercou o galo de Barcelos ou o viño de Porto?
-Pois depende. Eu andolle mal de cartos para mercar souvenirs.
-Non poderá dicir iso posto que non repara en coller o Pendolino, moito máis caro que o tren eurorrexional que vai pola costa.
-Sí, é certo. Pero é un gasto necesario. Non é o mesmo tardar tres horas en autocar que hora e media en tren. A velocidade compensa.
-Eu non entendo como se gastaron tantos cartos neste tren cando había outras prioridades.
-Supoño que agora está máis perto. Por exemplo, hai dez anos, era impensable ir a Porto e voltar no mesmo día desde o Norte.
-Pero abriron as autoestradas.
A cativa de ollos color Azul Ártico interviu na conversa.
-Eu traballo de bibliotecaria na Fundación Pessoa, en Ferrol. O centro abriuse hai uns anos e dábame preguiza ir os fins de semana ata Porto. Agora, vou e volto co bono mensual. Compensa, incluso facendo o transbordo en Betanzos. Apenas son uns minutos de espera.
-E nunca pensou en facer vida en Ferrol?
-Pois, pode que nun futuro. Pero a miña vida segue en Porto, nunha quinta do Douro. A dona e o home do sorriso amosaronse interesados. -É vostede das familias da Ribeira?
-Non, os meus parentes son de Boa Vista pero agora visito a un amigo dos Gonçalves. Aquelo de "amigo" non soaba moi ben. Sentín unha doenza no corazón.
-Os herdeiros das adegas Virxe do Douro?- preguntou o doutor Camoes, chiscando un ollo á dona.
- Unha das ramas da familia, dos que regresaron do Brasil hai uns anos. Trabei moita amistade cun dos fillos.
-Ouvin dicir que seica as cousas non lles van moi ben agora.
-Eu non lle sabería dicir- replicou a moza con prudencia.
Xa se sabe o que pasa. Vas nun tren, falas de máis, o rumor se extende e logo perdes unha amistade. Polo menos, Ollos Azuis Esquivos sabía ser fidel as súas amistades. O doutor Camoes explicou o motivo da súa viaxe.
-Eu tamén vou a Ferrol a mercar propiedades. Axudo a un amigo meu a seleccionar as mellores casas no Norte para restaurar e vender. Viaxo moito pola costa e nas zonas de praia. É unha comarca moi tranquila, alonxado do turismo e con boas comunicacións. Se vostede traballa na Fundación Pessoa podereime pasar por alí e invitala a un café. Ou tal vez poidamos xantar nun restaurante de confianza na praia de Doniños.
Demo de vello, xa estaba a invitar a Ollos Bonitos a unha cena romántica. Non me podía quedar de brazos cruzados. Aqueles ollos eran unha obsesión.
-En Ferrol hai moita vida social, no clube de campo, de golf. Se me permite, se cadra, un fin de semana eu poda levala a coñecer esos sitios e é posible que xoguemos uns sets de tenis.
A resposta non poido ser máis xélidamente diplomática:
-Non quixera abusar da confianza do meu amigo español. Tal vez máis adiante.
O tren pasaba a gran velocidade polos viñedos, perto da autoestrada. Era divertido ver como os coches ían a paso de tartaruga e nós case voábamos deixando atrás árbores, postes, as proteccións e os travesaños dos raís. Agora o Pendolino acadaba a súa velocidade punta, de 300 kilómetros por hora, antes de frenar para cruzar a ponte do Miño.
O doutor Camoes continuou coa súa historia.
-O tren comeza a ir máis amodo. Debe ser que andamos perto de Valença. Case se ve desde aquí o outeiro da fortaleza.
E alí víase o laberinto de murallas e fortíns. O Pendolino descendeu ata os 125 kilómetros por hora para atravesala ponte do Miño. O espectáculo era grandioso. Vianse ó lonxe os arenais, as illas e a construcción dunha nova ponte da vía rápida entre Caminha e A Guarda e Baiona, obra que despois da crise botaba andar. Antes non era posíble, pero a ponte do Pendolino estaba levantada nunha beira do río desde a que se podía albiscar a desembocadura.
-Eu estiven traballando hai uns anos no centro social de Valença. Foron uns anos bonitos e tristes; e Ollos Xelados dixo esto último con mágoa e cun sorriso amargo.
Supoño que cada un de nós leva dentro algunha historia que non lle saiu ben. Unha espiña sobre a que non me atrevín a preguntar. Os outros compañeiros de viaxe tampouco indagaron. As augas do Miño estaban máis oscuras do que as lembraba. Podía ser polo día, que chovía sen parar, a grandes chouzos. Consultei o reloxio e o mapa do horarios e comprobei que cumpriamos o itinerario ó minuto. O home do sorriso continua a conversa.
-E qué lle trae a Galiza, miña amiga?; referíndose a dona aristocrática. -Busco unha vila de veraneo na praia. Vostede, amigo Camoes, me pode axudar. Sabe que o meu tio Joao enfermou do pulmón e necesita moita tranquilidade.
-Para iso, o mellor son as illas Açores. E o seu tío, que é rico, ainda podería facer algunas operacións financieiras nos bancos do lugar e libre de impostos. O doutor Camoes riou o seu propio chiste, e a amiga lle reprendeu.
-E o noso amigo español -dirindoxeme a min-, non nos vai contar a súa historia? É un lurpias que fai falar aos máis e el, o moi cuco, cala coma un peto.
Eu fixen un pouco de silencio para lembrar e rememorar aqueles tempos.
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