sábado, 19 de octubre de 2013

"Operación Juicio Final por ADN" (E.V.Pita, 2011)

JUICIO FINAL POR ADN


Título: "Operación juicio final por ADN"

Autor: E.V.Pita (2011)

El texto original y actualizado está en:
http://evpitabooks.blogspot.com/2013/10/operacion-juicio-final-por-adn-evpita.html


Género: Ciencia Ficción / Thriler

En un futuro, la concepción de la Justicia ha evolucionado y ha reinterpretado las conquistas del pasado glosadas por los juglares en brutales y sanguinarias campañas saldadas con millones de asesinatos en masa. En ese futuro, el Derecho Penal llega a la conclusión de que nadie debe quedar impune y ponen como ejemplo a Napoleón que en su fracasada campaña de invierno de Rusia llevó a la muerte a un millón de sus soldados y desoló todo a su paso. En aquel momento, las leyes lo consideran un mero conquistador derrotado y se libró de un juicio como asesino de masas. Pero más de 200 años después, la Justicia internacional decide que tales delitos jamás prescribirán y que, cuando la tecnología lo permita, podrá castigar a grandes conquistadores que quedaron impunes en el pasado a pesar de sus millones de crímenes.

 Las únicas condiciones son que algún heredero de los perjudicados lo pida y pueda obtenerse una muestra de ADN indubitada del criminal. Nuevamente, Napoleón es el ejemplo más fácil, porque sus admiradores conservaron restos de pelo y otros órganos que han llegado bien conservados a nuestros días. Una vez clonado el individuo, pasará su crianza en un centro de reclusión especial y cuando alcance la edad madura será juzgado y condenado por sus crímenes del pasado. En especial, Inglaterra ha pedido la clonación de varios sospechosos der ser Jack el Destripador, mientras que varios países de Asia promueven la clonación de Tamerlán y Genghis Khan, que arrasaron Oriente en la Edad Media. Otras denuncias provienen de perjudicados por los grandes totalitarismos del siglo XX en Alemania, la URSS y Camboya, entre otros.

Sin embargo, el proyecto que ha causado mayor polémica ha sido la búsqueda del sepulcro de Alejandro Magno, al que varios países acusan de brutales conquistas. Mientras Grecia lo defiende como impulsor de las grandes cualidades helenísticas y héroe clásico, la mayor parte de Oriente Medio y Egipto lo culpabilizan de destruir sus ciudades y ser un sanguinario tirano. Otras voces creen que el proyecto es un disparate porque no se puede alterar la historia y, por otra parte, esos clones también  son seres humanos que no, en régimen de aislamiento, es evidente que no tienne ningún delito a sus espaldas. Y, por último, otros se oponen por un motivo más inquietante: ¿qué pasaria si esos genios de la estrategia y capacidad para hacer el mal se alían para fugarse de su prisión y vuelven a traer la desolación? La respuesta de algunos ha sido: "Toda gripe tiene su antidoto". Por eso, grupos de paz han presionado para que, en vez de resucitar criminales y tiranos, clonen a gente honrada y pacifista como Buda, Gandhi, Zaratrusta, venerables maestros chicos como Confuncio, filósofos como Sócrates, o los profetas de la Biblia.

Ajenos a ese debate en los tribunales, un grupo de arqueólogos rastrea las aguas de Alejandría en busca de la tumba de Alejandro Magno, para muchos uno de los grandes tiranos de la Historia.

El proyecto "Juicio Final por ADN, no descansarás en paz", del tribunal de Derechos Humanos de Crímenes contra la Humanidad, busca ADN en los sepulcros de los grandes tiranos como Julio César (incinerado por el rito romano y del que no queda rastro), Genhis Kan y Tamerlám (que sigue sin encontrar), Stalin, Hitler (que fue incinerado), Pot-Pol (que murió en su cama), Napoleón (encarcelado por Inglaterra en Santa Helena), Herodes, el emperador que unificó China (y cuya tumba continua en excaváción), Ramses II (que esclavizó a varios pueblos), Torquemada (como ejemplo de la Inqusición) o el rey de Bélgica Leopoldo por su explotación inhumana del Congo.

A pesar de las protestas, el tribunal ha seguido con su doctrina de demostrar que nadie quedará impune contra los crímenes de lesa humanidad. El proyecto para juzgar a los grandes genocidas del pasado, para clonarlos y una vez, devueltos a la vida, criarlos, donde se les enseñarán lecciones de Historia de  todos los crímenes que han cometido, y al alcanzar la edad adulta someterlos a juicio por jurado en un futuro próximo para que paguen por sus crímenes y no queden impunes. Los implicados son encarcelados desde que nacen y son educados para comprender todos los crímenes que cometieron y ser sometidos a un juicio al estilo de Nuremberg por sus pasados crímenes.

Antaño fueron poderosos y quedaron impunes y ahora sus clones llevan su mismo material genético. La condena podría ser la horca pero algunos defensores de derechos humanos se oponen porque los clones, en realidad, no han cometido ningún delito.

El proyecto ha seguido adelante y el tribunal empieza a nombrar a los abogados defensores. John Quay es un joven abogado recién licenciado en Harvard a quien le ha sido asignada la defensa de uno de los primeros criminales clonados hace 17 años. Ni siquiera sabe su nombre pero tiene claro que una premisa del derecho penal es que nadie debe pagar por los crímenes de sus antecesores, por eso nos llevaría a un estadio de la Historia donde primaban las interminables guerras tribales de venganza.

La primera visita del abogado John Quay es a una cárcel de alta seguridad en Alcatraz, en la bahía de San Francisco, donde están recluidos varios adolescentes. Uno de ellos es la copia de Atila el Huno y otro tiene el ADN que corresponde con el del doctor de la reina Victoria, principal sospechoso de ser Jack el Destripador, el clon de Hernán Cortés, el faraón Keops y el emperador chino Quin. Mientras pasea por las galerías de vigilancia, no puede negar la evidencia de que se parecen demasiado a los retratos históricos de antiguos reyes. Generalmente, sus educadores los someten a test, pruebas y experimentos para comprobar su grado de ética, inteligencia, resolución de conflictos y maldad.

Pero John Quay pronto se da cuenta de que esos test se han vuelto muy valiosos para algunos altos mandos de los ejércitos. Nadie oculta al abogado que están muy interesados en esos informes porque alguno de los clones podría tener un innato talento militar que podría ser útil para sus fines y tácticas militares. Incluso someten a los clones a test modernos de estrategia para ver cómo reaccionarían ante tácticas de guerra ultramoderna y sofisticas. Por eso, ese interés tan enorme en localizar las tumbas de Alejandro Magno y de Tamerlán.

Otro proyecto más televisivo ha clonado a personajes famosos y populares como Cleopatra, cuya momia fue hallada intacta en el desierto egipcio, en los lindes del Imperio Romano, por orden de Augusto. Eso ha permitido la posibilidad de insertar parte de su ADN en óvulos modernos (así su hijo tendrá un tercer abuelo: Phtolomeo). El público se siente decepcionado porque, a medida que la niña ha crecido, ni es tan guapa como la leyenda ni su inteligencia sobrepasa la media.

El abogado John Quay se entrevista con el clon del doctor que podría ser la copia de Jack el Destripador y descubre que está muy nervioso. Quay se da cuenta de que los clones se han dado cuenta de por qué los tienen confinados allí y saben que el juicio final se acerca. Nada les librará de la horca, por lo que preparan una espectacular fuga. El acuerdo que hacen es que no herirán a nadie para demostrar que pueden tener una segunda oportunidad.

Quay se encierra a estudiar la defensa con el doctor. El gran dilema es por qué lo han elegido a él como genocida. Por ejemplo, el emperador chino podría ser considerado un héroe por su pueblo como lo fue Alejandro Magno. Otra cuestión es si alguien reclama que Jesús sea localizado y encuentran su "tumba" o se basan en el ADN hallado en la sábana santa y pide que sea juzgado por todos los crímenes que cometió la Humanidad en nombre de la religión. Podría ser el famoso preso X, cuya identidad es secreta. Y muchos descendientes de tribus indias se preguntan por qué no está el general Custer aunque EEUU replica que ya fue castigado por los siux en la batalla de Litte Big Horn. Aunque Hitler fue incinerado, sus fans conservaron algunos de sus cabellos pero nadie se ha atrevido a clonarlo por los consecuencias catastróficas que podría desencadenar. Y, como replican en Alemania, ya fue castigado al perder la guerra y morir en su búnker. Lo mismo ocurriría con Napoleón, encarcelado en una isla de Santa Helena y a merced de las brutalidades de sus carceleros. Los franceses replican que ya tuvo un merecido castigo y piden que dejen en paz a un héroe nacional que difundió la liberta, la igualdad y la fraternidad por Europa. Otro tanto ocurre con Pizarro, a quienes muchos historiadores lo ponen como un hombre al frente de un puñado de aventureros que se jugó la vida para conquistar un Imperio entero. No libró la guerra desde un despacho como hicieron algunos generales de la Primera Guerra Mundial mientras enviaban morir a millones de soldados en las trincheras. Para los historiadores, un clon del general Petain tampoco iba a saber explicar  por qué se desencandenaron las dos guerras más devastadoras de la Humanidad.
Quay se da cuenta de que su doctor sospechoso de ser Jack el Desripador no va a tener quien lo defienda porque su caso solo despierta repulsión y horror. Acabará en la horca. Por tanto, el abogado refina sus argumento. Lo primero que se plantea es que un clon no conserva la memoria ni los hechos históricos son los mismos que antaño sino que todo el contexto ha variado. Y se hace la pregunta de si el hombre no está predispuesto para el mal y que, en otras circunstancias, un tirano puede comportarse como una buena persona si carece de poder. Otros siguen teniendo una genética predispuesta a la poca empatía con sus congéneres. Y, en todo caso, sabe que los clones jamás saldrán de su prisión por el peligro que supone dejarlos sueltos por la calle. Las autoridades temen un efecto contagio pues han sido adiestrados en estrategias de guerra. Quay se da cuenta de que, haya juicio o no, el programa sacrificará a los clones para evitar una epidemia del mal, ya que nunca los podrá dejar en libertad.

Pero pronto la realidad superará toda la ficción. Tres de los adolescentes del programa han llegado, por sus propios medios, a las mismas conclusiones que el doctor Quay. Los clones de Atila el Huno, Pizarro, Ramses II y Jack el Destripador saben que tarde o temprano serán liquidados. Así que lo toman como rehén al abogado Quay e inician una espectacular fuga de Alcatraz con un plan diseñado al milímetro, con la precisión de un bisturí. La clon de Cleopatra los oculta en su apartamento pero pronto llegan las autoridades, dirigidas por sus nuevos oficiales, clones de Alejandro Magno (cuya tumba fue descubierta en secreto 20 años atrás) que están dispuestos a todo y cuyas ambiciones no conocen límites. Quya se ve metido entre una lucha entre despiadadas copias de tiranos que están libres y sin control y que se juegan el dominio del mundo en las calles de San Francisco.