jueves, 4 de noviembre de 2010

Tribulaciones de un turista en Shanghai (E.V.Pita, 2006)

TRIBULACIONES DE UN TURISTA EN SHANGHAI

Autor: E.V.Pita (2006)

En un reciente viaje organizado a China, viví muchas anécdotas por culpa de las diferencias del idioma. En las calles de Shanghai, muchos letreros no están escritos en inglés sino en un ininteligible mandarín.
Era verano y hacía mucho calor de bochorno. Me entró sed y le dije al guía que me separaba un momento del grupo para entrar en una tienda a comprar una botella de agua. "¿Necesita ayuda?", dijo amablemente el encargado de la agencia de viajes. "No hace falta, ya llevo un diccionario", indiqué.
Entré en el ultramarinos y pedí agua al venerable anciano que estaba sentado en el mostrador junto a unos nietos. "Shuí", pronuncié muy despacio mientras leía la palabra en el diccionario. El hombre sonrió, se metió en un rincón y volvió con unas frutas. "Shuî gûo", contestó con una sonrisa. Puse cara de decepción y repetí "Shuí".
El viejo y los nietos asintieron y rebuscaron en unas estanterías. Pero volvió con unas gafas de sol. "Shui", insistió con una sonrisa cortés. Desesperado, abrí al frigorífico y tomé una botella de agua mineral. "Shuí", aclaré mientras la posaba en el mostrador. El dependiente y los niños mostraron una cara de sorpresa y luego se les iluminó el rostro. No paraban de reír y de repetir "Shuí". Sin entender nada, puse un billete grande en su mano y, tras hacer una reverencia, me marché con mi botella. El guía me explicó que gafas, fruta o agua se pronuncian parecido pues sólo varía el acento, que puede ser ascendente, descendente o plano. Sólo un nativo es capaz de captar los matices. No hay día que no te acuestes sin aprender algo más.

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