Reportajes: Nueva Zelanda y Australia
Por: E.V.Pita
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Australia, paraíso prohibido
Publicado en La Voz de Galicia, suplemento Los Domingos de La Voz, el 10 de octubre del 2004
Por: E.V.Pita
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REPORTAJE | GALLEGOS EN LAS ANTÍPODAS
Australia, paraíso prohibido
Las antípodas hace tiempo que cerraron sus puertas a los inmigrantes. Los empresarios gallegos que hicieron fortuna en el Lucky Country se topan con que el Gobierno les impide contratar a sus paisanos. Temen que las elecciones de ayer no vayan a cambiar las duras leyes.
E. VÁZQUEZ PITA | TEXTO
Un empresario gallego del granito, afincado en Melbourne, quiso contratar hace unos meses a un especialista portugués. Las restricciones de inmigración son tales que el obrero no pudo obtener un permiso legal de trabajo. El constructor optó por la picaresca y ordenó al expertoque entrase en Australia con un visado de turista. Los tres meses de validez serían suficientes para terminar el tajo.
Pero, como en el película La Terminal, de Steven Spielberg, el peón disfrutó de sus vacaciones sin salir del aeropuerto. Los aduaneros pasaron por rayos X su maleta y descubrieron una herramienta entre la ropa. Al abrir el equipaje, los policías hallaron la evidencia final: un mono azul de faena. Al luso lo subieron en el siguiente avión de vuelta a casa.
Australia fue tierra de fortuna antaño y abrió las puertas a 800.000 emigrantes no británicos entre los años 60 y 80. Justo Bouzo fue uno ellos. Este delineante nació hace 44 años en la aldea de Presqueira, en Baños de Molgas (Ourense). Llegó a Sydney en 1982 y ahora dirige una empresa de reformas y proyectos nuevos de construcción. Su firma Euroset está en expansión en varios estados australianos e incluso ha abierto mercado en Nueva Zelanda.
Sus compatriotas ya no tienen esa oportunidad. Así lo demostró el incidente internacional del buque Tampa, cargado de refugiados políticos, y al que Camberra prohibió recalar en su costa. El país austral sólo permite entrar a un cupo anual de 80.000 inmigrantes altamente cualificados.
Las restricciones afectan a todos. La empresa de Bouzo importa yeso proyectado y el gallego arregló los papeles para contratar a un paisano suyo. «El problema es que no hay gente especializada para aplicarlo. Quisimos traer jóvenes gallegos pero no conseguimos a nadie», recuerda. El Gobierno expulsó a su candidato porque carecía de la suficiente formación para enseñar su oficio a sus compañerosaustralianos. «En este país también hay paro», admite resignado Bouzo. Éste duda que un cambio de Gobierno, tras las
elecciones celebradas ayer, abra las puertas a la inmigración. «Incluso con los laboristas, seguiría igual», dice.
Los últimos emigrantes gallegos que se han aventurado a trabajar en Australia han tenido suerte dispar. Una licenciada en Historia de Vigo y su marido lograron el permiso de residencia en apenas unos meses porque el Gobierno apreció sus conocimientos en Arqueología.
«Aquí te valoran por tu currículum y te dan más oportunidades de demostrar si eres bueno. Es posible conseguir más cosas que en Galicia. En Australia no funciona el enchufe ni el amiguismo. Una empresa examina tu presupuesto, lo que has hecho... Llegar a una determinada posición depende de la valía de la persona y eso me gusta», añade Bouzo.
La mayoría de los gallegos han tenido que retornar al caducar su visado de estudio y trabajo legal. Otros utilizan el viejo truco de viajar a Nueva Zelanda y volver a entrar como turista. Es el caso de dos viguesas desempleadas que fueron a estudiar inglés a Brisbane. Por sus calles circulan autobuses con la publicidad del
aceite español Carbonell. Los papeles permitían a las dos gallegas trabajar como limpiadora s en un rascacielos 20 horas semanales y estudiar 25 más. Su salario ascendía a casi mil euros.
La tentación para venir a Australia es muy grande. El sueldo medio de un profesional de la construcción es de 200 dólares australianos (120 euros) al día. Otro aliciente es el clima benigno de Brisbane, soleado hasta en invierno.
Barbacoa
«Trabajamos cuatro horas diarias y vivimos como en Galicia, salvo que el piso es compartido», afirma una viguesa, mientras prepara una suculenta barbacoa (BBQ) en una playa fluvial con unos compañeros
españoles de la academia. Uno de ellos es un ejecutivo madrileño que abandonó su despacho con vistas a la Castellana para aprender inglés. También está una diseñadora catalana que aspira a ingresar en la Universidad. Las dos gallegas dejaron la semana pasada su apartamento en un rascacielos de 40 plantas, dotado de moqueta, llave magnética, secadora, así como yacuzzi, gimnasio, piscina y sauna comunitarios. Al caducar su visado han tenido que retornar a España. «Si no te vas, los agentes de inmigración se presentan en tu casa y te acompañan al avión. No te puedes esconder porque estás muy controlado», relatan estas estudiantes.
UNA ARQUITECTA CORUÑESA EN BONDI BEACH. Vanessa es una arquitecta coruñesa, afincada en Barcelona, que a sus 28 años hizo un parón en su carrera para cumplir su sueño: trabajar en un despacho de diseño de rascacielos en Sydney. La aventurera aterrizó en agosto en Australia pero se topó de bruces con el departamento de Inmigración.
El Gobierno impone numerosas trabas a los empresarios para contratar extranjeros. Pasaban las semanas sin noticias de su empleo y Vanessa decidió tomárselo con filosofía. Así que se enfundó el traje de neopreno, agarró la tabla y se trasladó a vivir a Bondi Beach, la playa preferida de los surferos. «Let's go surffing!», dice.Por: E.V.Pita
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REPORTAJE | GALLEGOS EN LAS ANTÍPODAS
Australia, paraíso prohibido
Las antípodas hace tiempo que cerraron sus puertas a los inmigrantes. Los empresarios gallegos que hicieron fortuna en el Lucky Country se topan con que el Gobierno les impide contratar a sus paisanos. Temen que las elecciones de ayer no vayan a cambiar las duras leyes.
E. VÁZQUEZ PITA | TEXTO
Un empresario gallego del granito, afincado en Melbourne, quiso contratar hace unos meses a un especialista portugués. Las restricciones de inmigración son tales que el obrero no pudo obtener un permiso legal de trabajo. El constructor optó por la picaresca y ordenó al expertoque entrase en Australia con un visado de turista. Los tres meses de validez serían suficientes para terminar el tajo.
Pero, como en el película La Terminal, de Steven Spielberg, el peón disfrutó de sus vacaciones sin salir del aeropuerto. Los aduaneros pasaron por rayos X su maleta y descubrieron una herramienta entre la ropa. Al abrir el equipaje, los policías hallaron la evidencia final: un mono azul de faena. Al luso lo subieron en el siguiente avión de vuelta a casa.
Australia fue tierra de fortuna antaño y abrió las puertas a 800.000 emigrantes no británicos entre los años 60 y 80. Justo Bouzo fue uno ellos. Este delineante nació hace 44 años en la aldea de Presqueira, en Baños de Molgas (Ourense). Llegó a Sydney en 1982 y ahora dirige una empresa de reformas y proyectos nuevos de construcción. Su firma Euroset está en expansión en varios estados australianos e incluso ha abierto mercado en Nueva Zelanda.
Sus compatriotas ya no tienen esa oportunidad. Así lo demostró el incidente internacional del buque Tampa, cargado de refugiados políticos, y al que Camberra prohibió recalar en su costa. El país austral sólo permite entrar a un cupo anual de 80.000 inmigrantes altamente cualificados.
Las restricciones afectan a todos. La empresa de Bouzo importa yeso proyectado y el gallego arregló los papeles para contratar a un paisano suyo. «El problema es que no hay gente especializada para aplicarlo. Quisimos traer jóvenes gallegos pero no conseguimos a nadie», recuerda. El Gobierno expulsó a su candidato porque carecía de la suficiente formación para enseñar su oficio a sus compañerosaustralianos. «En este país también hay paro», admite resignado Bouzo. Éste duda que un cambio de Gobierno, tras las
elecciones celebradas ayer, abra las puertas a la inmigración. «Incluso con los laboristas, seguiría igual», dice.
Los últimos emigrantes gallegos que se han aventurado a trabajar en Australia han tenido suerte dispar. Una licenciada en Historia de Vigo y su marido lograron el permiso de residencia en apenas unos meses porque el Gobierno apreció sus conocimientos en Arqueología.
«Aquí te valoran por tu currículum y te dan más oportunidades de demostrar si eres bueno. Es posible conseguir más cosas que en Galicia. En Australia no funciona el enchufe ni el amiguismo. Una empresa examina tu presupuesto, lo que has hecho... Llegar a una determinada posición depende de la valía de la persona y eso me gusta», añade Bouzo.
La mayoría de los gallegos han tenido que retornar al caducar su visado de estudio y trabajo legal. Otros utilizan el viejo truco de viajar a Nueva Zelanda y volver a entrar como turista. Es el caso de dos viguesas desempleadas que fueron a estudiar inglés a Brisbane. Por sus calles circulan autobuses con la publicidad del
aceite español Carbonell. Los papeles permitían a las dos gallegas trabajar como limpiadora s en un rascacielos 20 horas semanales y estudiar 25 más. Su salario ascendía a casi mil euros.
La tentación para venir a Australia es muy grande. El sueldo medio de un profesional de la construcción es de 200 dólares australianos (120 euros) al día. Otro aliciente es el clima benigno de Brisbane, soleado hasta en invierno.
Barbacoa
«Trabajamos cuatro horas diarias y vivimos como en Galicia, salvo que el piso es compartido», afirma una viguesa, mientras prepara una suculenta barbacoa (BBQ) en una playa fluvial con unos compañeros
españoles de la academia. Uno de ellos es un ejecutivo madrileño que abandonó su despacho con vistas a la Castellana para aprender inglés. También está una diseñadora catalana que aspira a ingresar en la Universidad. Las dos gallegas dejaron la semana pasada su apartamento en un rascacielos de 40 plantas, dotado de moqueta, llave magnética, secadora, así como yacuzzi, gimnasio, piscina y sauna comunitarios. Al caducar su visado han tenido que retornar a España. «Si no te vas, los agentes de inmigración se presentan en tu casa y te acompañan al avión. No te puedes esconder porque estás muy controlado», relatan estas estudiantes.
UNA ARQUITECTA CORUÑESA EN BONDI BEACH. Vanessa es una arquitecta coruñesa, afincada en Barcelona, que a sus 28 años hizo un parón en su carrera para cumplir su sueño: trabajar en un despacho de diseño de rascacielos en Sydney. La aventurera aterrizó en agosto en Australia pero se topó de bruces con el departamento de Inmigración.
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La Voz de Galicia, 9 de diciembre del 2005
Nueva Zelanda: La auténtica isla del gran gorila King Kong
E. VÁZQUEZ PITA
Aeropuerto de Christchurch (capital de la isla Sur de Nueva Zelanda). Última llamada para los pasajeros que van a embarcar hacia la volcánica Roturua. Unos fortachones ganaderos de Dunedin, con sombrero de ala, entran en el finger. Pasarían por jugadores de rugby. Les sigue un estresado ejecutivo de pelo rizo y tez morena. Cerca, una pareja de maoríes, obesos de tanta comida rápida, conversan sobre algún programa de su televisión étnica.
Al poco, el avión sobrevuela los verdes acantilados de Kaikoura,con las rocas atestadas de focas y ballenas a la vista. De fondo, las cordilleras nevadas. Desde la ventanilla se distinguen las frías aguas del estrecho de Cook. Abajo,frente a la capital, Wellington,se aprecia un fiordo y un archipiélago montañoso cubierto de nubes. Allí, teóricamente,debería situarse la isla Skull (isla Calavera), donde mora el simio King Kong.
Al menos, esa es la zona, ahora convertida en filón turístico,de Nueva Zelanda donde Peter Jackson ha rodado el remake del clásico de 1933. Las anécdotas son recogidas por el New Zealand Herald, como ya hizo con El señor de los anillos.
Nueva Zelanda tiene dos islas: la Sur, salvaje y deshabitada, y la Norte, parecida a un jardín inglés rodeado de volcanes y calderas de azufre.
Los ganaderos talaron el Rain Forest (bosque lluvioso) y roturaron la tierra para prados. Por ello, Jackson ha recurrido a decenas de maquetas para recrear el paisaje original. Entonces,¿dónde está la verdadera isla Calavera?
Habría que buscarla en el sur, en los fiordos de Doubtful Sound, una remota región repleta de bosques fósiles. Ni siquiera las tribus maoríes se adentraron allí. El viaje dura dos o tres días en coche por escarpadas carreteras sin tráfico. Conviene parar en un café del monte Cook para saborear una magdalena muffy de chocolate y un café caliente,no tan aguado como el americano.
Desde la ventana, se divisa el monumento a la oveja merina y, a lo lejos, la pradera donde se rodó una batalla de El señor de los anillos.
A lo largo de la carretera, aparecen decenas de kiwis aplastados. Este diminuto pájaro nocturno no teme a los faros ni a los depredadores, pues a estos parajes sólo llegaron aves, como las extintas moas.
Más al sur están las minas de Arrowtown, un pueblo de buscadores de oro, y Queenstown,la bulliciosa capital del esquí.
Allí trabaja Javier, un monitor madrileño: «En invierno estoy en Sierra Nevada y en verano aquí; me presenté y me dieron una oportunidad».
El pueblo de madera del lago Te Anau es la última frontera con la civilización. El camino finaliza en los fiordos de Doubtful Sound. Sus acantilados cubiertos de nubes dan entrada al mar de Tasmania.
Allí sólo moran los pingüinos y unos loros que devoran la goma de los neumáticos y los sándwiches de los turistas. Sus oscuros bosques y ríos están flanqueados por helechos fósiles de seis metros de alto.
Algunas plantas es mejor no tocarlas porque su roce es letal.
Quizás de algún rincón surja King Kong. Pero sus rugidos y aullidos serían apagados por el ensordecedor ruido de las cascadas.
El Rain Forest (bosque lluvioso) de la isla Sur está cubierto por helechos de seis metros de altura, auténticos fósiles vivientes.
La isla Skull tiene parajes similares a los fiordos de Doubtful Sound y sus bosques, aunque a Nueva Zelanda sólo llegaron las aves y ningún depredador.
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La Voz de Galicia, 4 de abril de 2005
Reportaje | El país agrícola más competitivo
Nueva Zelanda aprecia el toxo
Los granjeros neozelandeses podan este arbusto como seto para sus enormes fincas. Es un símbolo de cómo han transformado las tierras más salvajes en pastizales
E. Vázquez Pita
Christchurch
El Gobierno laborista de Nueva Zelanda eliminó en 1984 todos los subsidios al sector agrícola. Ahora, el país austral tiene los costes de producción más bajos del mundo. Lo reconocen fuentes del Sindicato Labrego Galego o del Laandbrugsraadet danés. Sólo Brasil y China despuntan ahora como serios competidores por sus precios. ¿Cuál es el secreto?
Una ruta desde Christchurch, en la isla Sur, hasta el lago Te Anau revela algunas claves. La doma y poda del toxo podría ser el símbolo que mejor ejemplifica la conversión de los exóticos bosques maoríes de Aotearoa, llenos de helechos gigantes, en los verdes pastos de Nueva Zelanda. En este nuevo país,donde aún es posible empezar de cero, el toxo intruso se ha adaptado. El húmedo y nuboso paisaje neozelandés es un hábitat ideal para el viejo arbusto gallego.
Conversión en seto
El toxo ha triunfado en las antípodas del mismo modo que el eucalipto y el kiwi asiático lo hicieron en Galicia. El toxo bravo ha sido transformado en un civilizado seto que sirve para cerrar los pastos de Oxford, a las afueras de Christchurch, la capital de la Isla Sur. En un pueblo de carretera, situado a 30 kilómetros de la capital, los dueños de un chalé han decorado sus posesiones con el espinoso arbusto. Todo es posible en Nueva Zelanda, un país nuevo con apenas cuatro millones de habitantes y donde la falta de suelo no es problema. Christchurch, con 300.000 habitantes, es tan extensa como Madrid porque está poblada de casas unifamiliares.
Los laboriosos agricultores de las antípodas han tardado apenas cien años en cultivar la tierra del Pacífi co Sur más cercana a la Antártida y al agujero de ozono. El último país del planeta en ser pisado por el hombre —los maoríes llegaron hace 700 años y los británicos hace dos siglos— se ha convertido en un gigantesco pastizal.
La isla era hace mil años un refugio para las aves, libres de enemigos naturales. El moa fue cazado por los navegantes polinesios hasta su extinción. Pero aún sobreviven especies únicas como el pájaro nocturno kiwi y el loro kea, un ave ladronzuela que roba los sandwichs de los excursionistas y que come las gomas de los coches. La labor colonizadora ha creado extensos pastos en los valles a costa de talar los bosques autóctonos.
La mayoría de los rancheros descienden de colonos británicos que emigraron en el siglo XIX. A diferencia de Australia, no eran presidiarios o prostitutas condenados por la reina de Inglaterra sino laboriosos trabajadores del campo o mineros de oro.
Compraron tierras a los indígenas maoríes y desbrozaron los bosques del denominado Rain Forest. Así, tranformaron la tierra en pastos donde ahora pace una cabaña de 53 millones de corderos.
Estatua a la oveja
El resultado de la actividad humana puede verse en la volcánica isla Norte. De los exhuberantes bosques de antaño sólo queda un recuerdo en la reserva natural de Fiorland, uno de los parajes más solitarios del mundo, y el Hasst Pass, donde los gigantescos helechos crecen a la vera de los lagos y glaciares.
Al igual que en las montañas suizas, los agricultores han pasado el cortacesped al monte, sobre cuya hierba
pastan vacas y ovejas, la mayoría de raza merina española. Sólo el 9% del suelo está labrado. Los rebaños son parte esencial de la economía de los rancheros latifundistas. Un pueblo del monte Cook levantó una estatua en honor a la merina y su lana.
Sólo Brasil y China harán sombra a este estado en los próximos años
La eliminación de los subsidios obligó a los agricultores neozelandeses a recortar sus costos, dejar de despilfarrar fertilizantes, diversificar el uso de la tierra, buscar oportunidades de ingreso no relacionadas con la agricultura y alterar la producción según las señales del mercado. Redujeron la cabaña de ovejas y aumentaron su ganado.
La prueba del éxito es que el 60% de los 15.000 millones de euros en exportaciones proceden del sector agrícola,que ocupa al 8% de la población. El trigo, la cebada, la carne y la lana generan divisas en ventas a Australia,Japón, Estados Unidos y el Reino Unido.
Johanes Ostergaard, experto del Consejo Agrícola Danés, no teme la competencia neozelandesa. «Tienen más granjas extensas, diferentes climas y un bajísimo coste en la comida», explica. Los expertos daneses creen que la competencia neozelandesa se limita a Asia, donde emerge China. Su temor está en Sudamérica, donde buscan posiciones las cooperativas gallegas. «Brasil es un país que está creciendo y con bajos costes de alimentación», dice este experto.
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SÁBADO, 30 DE JUNIO DEL 2007
LA VOZ DE GALICIA
CULTURAS
Nueva Zelanda: Bienvenidos al plató más real (2007)
NUEVA ZELANDA SE CONVIRTIÓ EN UN GIGANTESCO ESTUDIO DE CINE PARA RECREAR LOS ESCENARIOS DE «EL SEÑOR DE LOS ANILLOS». ESTOS PAISAJES SON UN FILÓN PARA EL TURISMO
E. Vázquez Pita
Una magdalena muffin de chocolate,un capuchino caliente y la estufa a tope. Esta es una apetecible forma de desayunar en una solitaria parada de la carretera que conduce al monte Cook (Aoraki, en maorí), el más alto de Oceanía.
Desde la cristalera de la cafetería del apacible pueblo neozelandés de Twizel, el visitante observa divertido el monumento a la oveja merina española, gran productora de lana. El ganado pasta en los llanos cercanos, antes bosque lluvioso que fue talado. Más allá,se divisa el color amarillo de las praderas, al pie de montañas nevadas, el lago Pukaki y glaciares fundidos por el calentamiento global. Un folleto asegura que el equipo de El señor de los anillos rodó en esas praderas la batalla de Pelennor Fields, con el monte Ered Nimrais al fondo. Y, realmente,uno parece oír los ecos de los tambores y los cuernos de cientos de lanceros, elfos, hobbies y orcos en el fragor del combate.
Pero para sentir la magia de Tolkien hay que atravesar la isla sur hasta la estación de esquí de Queenstown. Su apacible lago Wakatipu, repleto de islotes y embarcaderos de madera, fue otro paisaje emblemático de la saga épica del escritor. A sólo 50 kilómetros, está Glenorchy,un bosque que inspiró el ataque de los Olifantes y donde se sitúa la torre de Orthanc, en tierras de Isengard y Lothoriend. En toda la zona, prácticamente deshabitada,se respira ese ambiente de cuento,propio de la Tierra Media. En las inmediaciones también se halla el pueblo fantasma de Arrowtown,donde vivían mineros chinos. En los cañones cercanos se divisan cabañas que podrían pertenecer a los enanos. Más arriba, está el bosque de hadas de Rivendell, el río de Asfaloth que cruzó Frodo (el portador del anillo), y los Gladden Fields, escenario de un combate contra los temibles orcos.
La ruta continúa hacia el despoblado sur. Allí moran loros negros que se comen los neumáticos y los sándwich de los turistas. Aún se preserva el auténtico Rain Forest,un bosque fósil con helechos gigantes.
En el bello lago Te Anau,el arco iris ilumina el bosque de Fangorn. Uno ya mezcla realidad y ficción, y, al mirar por la ventanilla del autobús, cree haber visto cabalgar a los jinetes de la Cofradía del Anillo sobre la hierba amarilla y un riachuelo. El viaje finaliza en el lugar más apartado del mundo: Fiorland. Desde el transbordador que cruza los fiordos de Double y Milford Sound, el turista mira de reojo en busca de las estatuas gigantes del primer episodio. De regreso a la isla norte, camino de Auckland, es posible disfrutar de las suaves lomas de Hobbiton.
LA FICCIÓN
LA REALIDAD
El final de la primera entrega de «El Señor de los anillos» tiene como espectacular escenario, recreado por ordenador, un rocoso fiordo cuya entrada está flanqueada por dos gigantescos colosos de piedra.
El fiordo neozelandés de Double Sound es uno de los lugares más solitarios del planeta, sólo frecuentado por delfines y pingüinos. Están rodeados del Rain Forest, un bosque fósil. Sólo faltan las estatuas.
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