lunes, 4 de agosto de 2014

Reportaje: grandes rutas por Estados Unidos (costa-costa, ruta 66, California Big One)

Reportaje: viajes por Estados Unidos

Autor: E.V.Pita


Viaje por USA en 21 días con 600 dólares (1) (2000)

La anécdota: en noviembre del 2000 y agosto del 2001 recorrí en bus Estados Unidos con 600 dólares en el bolsillo. Debido a que un mes después de mi retorno, ocurrieron los sucesos del 11-S, me di cuenta de que América no volvería a ser la misma que podría haber descrito al terminar el viaje. Sí mantuve una página web sobre el itinerario y contesté las consultas de algunos viajeros. El reportaje fue publicado en el 2008.


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Publicado en La Voz de Galicia, en la página 10 de LOS DOMINGOS DE LA VOZ |el 6 de enero del 2008

EN DIRECTO | UN PERIODISTA RECORRE EE. UU. EN LOS MÍTICOS GREYHOUND

E. VÁZQUEZ PITA | TEXTO Y FOTOS

América de costa a costa por 600 dólares

Estados Unidos es una ganga para los turistas europeos gracias al cambio del euro. Un periodista de La Voz se subió a un bus de Greyhound para visitar los mitos de América con 600 dólares en el bolsillo. Un viaje de  este a oeste y de Tijuana a Canadá en 21 días.

En los últimos meses varios libros, como el premio Pulitzer La carretera, han revisado el mítico viaje de costa a costa. Otros autores reviven la ruta de Tocqueville, el jurista francés que escribió Democracia en América.

La idea de este reportaje era la siguiente: recorrer como un viajero independiente los Estados Unidos hasta sus fronteras con México y Canadá en busca de los mitos que han forjado el sueño americano. Entre las metas estaban la mansión de Elvis Presley, Hollywood, el
parque Yellowstone o rendir unhomenaje a J. F. K. en Dallas. Equipaje
ligero: una pequeña mochila con mudas y un neceser para aguantar 21 días de bus. Dinero escaso: 600 dólares (419 euros), lo justo para comer y pagar alguna noche contada en un albergue. Nada de lujos.

La línea Greyhound es reconocible por su logo del galgo, es la excusa perfecta para revivir las imágenes de películas de cine. El autocar presta servicio desde 1914 en 3.100 destinos a lo largo de
Norteamérica. Cada año viajan 22 millones de pasajeros, con una gran incremento de la población latina. El Discovery Pass de 30
días cuesta 522 dólares y permite moverse por todo el país y sus fronteras. Basta con esperar en la cola y mostrarle el pase al conductor. La estampa de los autobuses Greyhound surcando los parajes estadounidenses forma parte de la cultura «pop» del siglo XX, que todos hemos recibido a través del cine o la televisión.

Estados Unidos tiene algunas ventajas para los mochileros
independientes que quieren moverse de prisa y barato. Una de ellas es la red de lavanderías. El lavado del petate cuesta un dólar, más varios centavos extra por un sobre de jabón, y otro dólar por el secado
automático. Es posible comer un perrito caliente por un dólar, incluida la mostaza. La entrada en los museos y en algunos conciertos es teóricamente gratuita, pero lo «recomendable» es soltar diez pavos. Internet es gratis en las bibliotecas públicas.


El lugar de partida solo podía ser el kilómetro cero de Estados Unidos, la Casa Blanca de Washington. El viajero no ve a Bush, pero se topa con una protesta de los indios siux que han clavado sus tiendas en el campo del Obelisco. En el cercano museo de la NASA, hay oportunidad de ver el módulo Apolo que se posó en la Luna. Los mandos de la nave espacial se parecen a los de un Seat 600 y uno empieza a dudar de que realmente sea cierto que el astronauta Armstrong se atreviese a subir en aquel cacharro.

Llega la hora de mostrar al busero el billete Ameripass, que permite a los extranjeros viajar ilimitadamente con la compañía de autocares Greyhound por todo el país y sus ciudades fronterizas. Hay que esperar cola y competir con otros viajeros para conseguir un asiento. El turista paga la novatada, se queda en tierra y debe esperar al siguiente autocar.

Por el camino, parada en una gasolinera, donde una decena de camiones de largas chimeneas, auténticos dragones de acero, están aparcados con sus enormes trailers. Es el momento de tragar litros de café americano muy aguado y edulcorados con crema irlandesa. Funciona.

La siguiente escala es Nueva York. Lo primero de todo: entrar en el Starbucks de la Estación Central y pagar tres dólares por un café de verdad. La ciudad de los rascacielos es barata: se puede zampar uno una hamburguesa o un perrito por un dólar o leer gratis un libro en la
cafetería de Barnes and Noble.

Pero la factura sube con los caprichos: hay que desembolsar 45 dólares (9.000 pesetas al cambio del 2000) por una cerveza en la barra del Hotel Carlyle para oír al director de cine Woody Allen tocar su clarinete. A fuerza de palos, el turista ya ha aprendido a incluir en la cuenta un 10% de propina para el camarero. Un gesto que ayuda a los cazadores de autógrafos.

Otros 10 dólares van al tique para subir al Empire State Building, donde el gorila King Kong luchó contra los aviones, escena cinematográfica grabada en el imaginario colectivo.

Unas manzanas arriba, en la Up Town, está el centro del multimillonario Rockefeller y la torre Trump. Curiosamente, la asociación de mendigos ha colocado su puesto ambulante frente a la joyería Tiffany’s.

Un ferri lleva al viajero hasta la estatua de la Libertad, más pequeña que en las fotos. Tras subir las escaleras en espiral, decepciona la vista panorámica de un polígono industrial.

De vuelta, el buque hace escala en la isla de Ellie, la parte fea que nunca sale en los libros. Los inmigrantes que llegaban al país de
las oportunidades debían superar allí la cuarentena.

La siguiente escala es Boston. Es el momento de echarle jeta y
adosarse a un grupo de científicos de A Coruña, Valladolid y Argentina
que han alquilado un coche de marchas automáticas, lo más común en ese país. Por fin, algo de road movie.

En esta ciudad de estilo europeo, el objetivo es colarse en la Universidad de Harvard, donde se educa la élite mundial. Es fin de semana y no se ve ni un alumno por el campus.

Ya puestos, una escapada al MIT, uno de los más prestigiosos centros de tecnología. «Las fundaciones inyectan millones y los
proyectos salen adelante», cuenta un becario gallego.

Chicago, la ciudad del gánster Al Capone, es el siguiente destino.
El bus llega a una estación donde hace cola una familia amish, los
granjeros que viven como en el siglo XVII. Su férrea ética no les
impidió inaugurar en el centro de Manhattan una tienda de
productos artesanos.

En la misma estación de Chicago, un grupo de inmigrantes chicanos comentan que han cruzado el país y que ahora trabajan ilegalmente en una obra. «A unos amigos la policía les paró porque eran hispanos. Se creían que su coche alquilado era robado», dicen. Está
claro que el sueño americano solo es para unos pocos.

Curiosamente, en esta ciudad los mendigos no piden limosna sino que recogen las latas de aluminio tiradas en el suelo para revenderlas. ¿Tanto espíritu emprendedor será porque la [....]

Más adelante, se publicará la segunda parte del artículo.

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Roswell (USA) y 50 años de marcianos


Los marcianos cumplen 50 años


En 1938, Wells relató en la radio la invasión alienígena de «La Guerra de los Mundos». Pero la fiebre llegó en julio de 1947, cuando un granjero halló en Roswell los restos de un ovni.

Autor:
E. V. PITA

Fecha de publicacion: 17/7/2007

Amanece y los rayos de sol despiertan a los viajeros del bus nocturno de Greyhound que se dirige a Alburquerque. El autocar cruza un polvoriento pueblo de Nuevo México, en tierras antaño saqueadas por el  revolucionario Pancho Villa.

El calor ya empieza a abrasar la chapa metálica del autocar. Un cartel señala la mítica Ruta 66 que atraviesa este estado, Texas y Arizona. Es un paraje sin casas; sólo caravanas y cactus. Una joven estudiante de impoluta camisa blanca espera solitaria con su maleta en la parada. Sonría a los pasajeros, que se alegran de que no haya subido otro agente de Inmigración a pedir papeles en busca de espaldas mojadas.

El conductor avisa por megafonía de que, en breve, hará su rigurosa parada en una cafetería al pie de la carretera. Parece un auténtico pueblo del oeste, con casas de madera y anuncios de neón de tiendas desperdigadas a lo largo de una única calle. Algunos camiones con tráileres gigantescos y altas chimeneas aparcan por las aceras.

Entonces, el pasajero somnoliento abre los ojos de par en par. ¿Es un sueño o acaba de ver a un marciano? Un muñeco alienígena gigante sonríe y le saluda desde un museo local de la carretera mientras los turistas lo fotografían. El pasajero consulta su guía intrigado: «Esto sólo puede ser Roswell».

El pueblo del sureste de Nuevo México es la meca de los estudiosos del fenómeno ovni. A un lugar tan apartado sólo se puede llegar por casualidad o accidente. Que se lo pregunten a los pilotos extraterrestres del platillo volante que supuestamente se estrelló en este desierto en julio de 1947. Semanas antes, el piloto civil Kenneth Arnold había avistado nueve objetos luminosos en el cielo del monte Rainier, hecho que inauguró oficialmente la era de la ufología.

Este mes se cumplen 50 años del incidente de Roswell. Todo empezó entre el 24 de junio y el 5 de julio. Mack Brazel, un granjero de Nuevo México, descubrió unos restos dispersos por su rancho de Corona y avisó al sheriff. El diario Roswell Daily Record publicó días después que el misterioso aparato era un objeto del tamaño de una mesa, poseía caucho de color gris esparcido, gran cantidad de papel de plata, cintas adhesivas con diseños florales, varillas de madera y no apareció ningún metal que hubiese sido usado como motor.

Durante cuatro décadas, la prensa y los cazaovnis vertieron ríos de tinta y especularon sobre la tecnología de una nave extraterrestre y la autopsia a sus tripulantes.

Pero el mito se derrumbó hace poco. La descripción del aparato coincide con la de un sistema de detección acústica de baja frecuencia que llevaban unos globos meteorológicos de largo alcance desarrollados por el proyecto Mogul, un alto secreto de Estados Unidos para espiar a la URSS. El objetivo de los globos era captar explosiones nucleares soviéticas en la alta atmósfera, pues, en plena guerra fría, Stalin quería tener su bomba. Todo apunta a que el vuelo 4 de prueba de un globo espía se estrelló en Roswell.



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Publicado en el suplemento Fugas de La Voz de Galicia el 16 de septiembre del 2011, pagina 12 y 13

Luna de miel «on the road»: Yosemite Park, Las Vegas, Ruta 66, Grand Canyon y L. A.


Muchos recién casados alquilan una autocaravana o una Harley-Davidson y se lanzan a la aventura de cruzar los desiertos de Nevada y vivir los espectaculares atardeceres de Arizona.


E. VÁZQUEZ PITA | Tirar millas por el Oeste americano hace hervir la imaginación de muchos turistas. Distancias enormes y galones de gasolina.
Quienes disfruten su luna de miel allí vivirán una romántica aventura por interminables carreteras rectas que cruzan inhóspitos desiertos, montañas rojizas castigadas por el viento, ciudades repletas de casinos que imitan la torre Eiffel o Roma o moteles sacados de una escena de Psicosis. El camino no tiene pérdida: basta con seguir a
las parejas de moteros en Harley-Davidson que quieren llegar a tiempo al atardecer del gran cañón del Colorado.

Al volante, uno se siente protagonista de road movies como Thelma y Luise, Corazón salvaje o París-Tejas. Por ello, muchos recién casados (o que pronto unirán sus vidas tras una rápida ceremonia en un casino de Las Vegas sin validez legal en España) eligen la carretera para cruzar el país de los cow boys durante tres semanas. El
cambio de moneda abarata el viaje. Un desayuno cuesta 3 dólares pero el turista europeo paga 2 euros. La otra ventaja es que en Estados Unidos basta con mostrar el carné de conducir español y una tarjeta de crédito para alquilar un coche (más tasas y seguro).

Otros optan por conducir una autocaravana, casas con ruedas tan
grandes como autobuses. El itinerario pasa inevitablemente por la boscosa Arizona (fuera tópicos), Nevada y parada final en Santa Mónica, la playa de Los Ángeles (allí dicen L. A.).

Ellos solos, su vehículo y el asfalto. Y no faltan atractivos: puestas de sol anaranjadas en Red Canyon y Sedona, las más bellas del mundo con permiso de Fisterra, un paisaje de vértigo en el Grand Canyon, noches locas en Las Vegas y parada en los bares llenos de recuerdos de la mítica Ruta 66.
San Francisco es un buen punto de salida. Un apacible aperitivo comparado con lo que se avecina. Allí, hay una nube parada sobre la bahía, así que la primera compra será una sudadera y un biberón-cantimplora para mantener caliente el café. Por el frío.
Para visitar la isla-prisión de Alcatraz conviene reservar por Internet tres semanas antes. Y es obligado cruzar la interestatal 101 por el puente Golden Gate, mejor con niebla.

La segunda parada es el parque de Yosemite. Lleva dos horas cruzarlo. Allí reinan las secuoyas, árboles altos como rascacielos, los mayores seres vivos. El valle glacial reserva otras sorpresas, como un pico redondo (el Half Dome) partido por la mitad. Hay que reservar cama con meses de antelación. Y ojo con los osos, que roban la
comida en los coches de los turistas.

La luna de miel on the road sigue por el Death Valley, un paraje lunar tan desolado que hay que llevar botellas de agua y comida para varios días.

 La siguiente parada es Las Vegas, una ciudad temática plantada en medio de la nada. El mejor plan es reservar una habitación en algún casino de la bulliciosa Las Vegas Boulevard, como el Luxor, que imita una pirámide egipcia, el Caesar Palace, que parece un circo romano, o el Venice, con góndolas.

Todo está pensado para que el visitante se sienta cómodo y por eso han instalado escaleras mecánicas para cruzar los pasos elevados o un tren monorraíl que pasa por los casinos. La musiquilla y los destellos de las máquinas incitan a gastar en una ciudad abierta las 24 horas. El dinero se evaporará en fichas, tiendas de superlujo, restaurantes de moda, espectáculos musicales o museos de la serie televisiva CSI. La casa siempre gana, pero el jugador paga por sentir unos minutos de emoción. Un consejo para el recién casado: no caiga en la tentación de aceptar publicidad callejera de chicas y gogós (recuerde que lleva a su esposa cogida de la mano).

La siguiente escala está en el Grand Canyon, a cinco horas en coche de Las Vegas por la interestatal 40. Este tramo coincide con la mítica Ruta 66 entre Williams y Flagstag, donde se cruzará con parejas de moteros con pañuelo y chupa de cuero. Si desayuna en el Galaxy, se sentirá transportado a los años 50 como en Regreso al futuro.

El parque nacional del Gran Cañón está rodeado de bosques, lo que rompe el tópico de Arizona.Suele haber tormentas. Para dormir en una cabaña, reserven con un año de antelación, pero la recompensa es irse a dormir tras pisar acantilados de vértigo y estremecerse con atardeceres rojizos con la salida de la luna tras las montañas. Dicen que la cara norte es más impactante. pero el camino es largo.

En Sedona, escenario de películas  de vaqueros, la puesta de sol tiñe de amarillo los montes en forma de mesa. La visita incluye paisajes desolados como Diablo Canyon, Meteor Crater, el castillo de Moctezuma o las reservas de navajos y hopis. Al volante, uno se inquieta cuando asoman por el espejo retrovisor las chimeneas de un truck (camión) como en El diablo sobre ruedas. Será un largo trecho hacia Los Ángeles. Mejor, en avión.



LAS VEGAS
ESPECTÁCULO, CASINOS Y LUJO
¿Quiere gastar su dinero? Las Vegas es el  mejor sitio: boutiques de lujo, casinos abiertos las 24 horas, bodas y musicales.

GRAND CANYON
EL VÉRTIGO DE LA NATURALEZA SALVAJE
Sus cumbres son el fondo de un antiguo océano y su cañón, fruto de la erosión del río Colorado. Atardeceres inolvidables.

RED CANYON
LOS MÁS BELLOS ATARDECERES
Escenario de las películas de John Wayne y Ava Gadner, el Red Canyon y Sedona muestran el lado romántico del Oeste.

RUTA 66
MOTEROS QUEMANDO RUEDA
Esta mítica carretera es motivo de orgullo turístico para los poblados y bares que atraviesa desde Chicago a Los Ángeles.

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La Voz de Galicia, Suplemento Fugas,
Viernes, 11 de noviembre del 2011

Hollywood: Los escenarios de rodaje de las películas míticas de la Universal


La visita a estos estudios, en Hollywood, permite ver los platós donde se rodaron Regreso al futuro, Psicosis, Parque Jurásico o Mujeres desesperadas.

Ver el album de fotos en: http://californiatravelling.blogspot.com/2011/08/pictures-of-visit-to-universal-studios.html


E. VÁZQUEZ PITA

Millones de espectadores vieron la película Regreso al futuro. Un estudiante de instituto de los años ochenta viaja al pasado en un coche futurista y logra volver al presente tras recargar las baterías con los rayos que caen sobre la torre de reloj de su antiguo centro escolar. Esa fachada, que forma parte del imaginario popular, existe. Es de cartón piedra y está levantada en medio de los estudios Universal, en Hollywood.
La compañía cobra 80 dólares (69 con carné ISIC de estudiante) por hacer una visita a los platós de sus películas, tan míticas como Tiburón, Psicosis, Parque Jurásico, Mujeres desesperadas o Fast & Furius.
En el parque temático, los visitantes pueden disfrutar de cortometrajes en 4-D de secuelas de Terminator, Shrek, Los Simpson, King Kong y La momia y de un espectáculo que recrea las batallas acuáticas de Waterworld. El 4-D incorpora imágenes digitales en tres dimensiones con actores reales que corretean por el escenario. Las butacas se mueven y el espectador recibe chorros de aire o agua al son de las escenas de acción.

Para llegar a los estudios Universal, hay que apearse en la última parada del metro que cruza Hollywood. Un bus lanzadera sube a los visitantes a la entrada al parque. Desde la colina, impresionantes vistas de la inabarcable ciudad de Los Ángeles. Uno tiene la sensación de retroceder a los cincuenta al cruzarse con el lechero, el taxista, el policía, los Blues Brothers o Marilyn.

La visita a los platós de la Universal requiere varias horas, una de cola para subir al bus-oruga que atraviesa una miniciudad de naves de rodaje y camerinos. Aún se ven carteles de Dream House.

La simpática guía muestra en primer lugar la torre de Regreso al futuro pero sin el reloj (lo quitaron para otra película). No faltan las réplicas a escala real del Brooklyn neoyorquino o de pueblos del Oeste (aunque al doblar la esquina se ve que el saloon solo son cuatro tablas pintadas).
En la zona de efectos especiales, un poblado mexicano es inundado y dos coches de la película Fast & Furious saltan por el aire movidos por sendos brazos mecánicos en medio de una explosión de pega.

Luego, el visitante se sobresalta con los restos aplastados de un todoterreno de Parque Jurásico. El número fuerte es una proyección en 4-D en un túnel. Los espectadores, con gafas especiales, son acosados por dinosaurios que arrancan de cuajo la cola del bus, pero el gorila King Kong los rescata a tiempo.

Para reponerse de las sacudidas, el conductor para ante el Motel Bates y la tétrica mansión de Psicosis. Al fondo, un Jumbo accidentado. Y ojo con darse un baño en el laguito: junto a la gasolinera portuaria aún cuelga el cadáver de Tiburón. La ruta concluye en una calle con casitas amarillas y blancas que resulta ser el barrio de Wisteria Lane.

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California y sus contradicciones

Pese a un PIB de un billón de euros, bordea la quiebra


Publicado en La Voz de Galicia, sección Economía el 4 de septiembre del 2011

(Aclaración posterior a la publicación del artículo: en un foro en inglés, un ciudadano dice exactamente que "si fuésemos un país, las agencias nos calificarían con la nota A--". Y es cierto, si California fuese un pais, pero no lo es. Como bien dice el alcalde de Los Angeles en una entrevista a El Pais publicada el mismo día, California no puede quebrar técnicamente porque es un estado dependiente de la reserva federal)

Autor: E.V.Pita
Redacción / La Voz

Playas de aguas frías, veranos nubosos, extensas cosechas de vino y una larga polémica por la tardanza en construir una línea de tren de alta velocidad. ¿Galicia? No. Hablamos de California, el Estado más rico y poblado de Estados Unidos. Si fuese un país, la costa de Los Ángeles a San Francisco figuraría entre la octava y décima potencia económica mundial, por encima de España. Acoge a dos universidades de élite, Stanford y Berkeley, empresas de tecnología punta como Google y Facebook en Silicon Valley, extensos latifundios vinitícolas y bodegas en Napa Valley, así como la poderosa industria cinematográfica de Hollywood. «Quiero quedarme aquí porque es donde está lo último en alta tecnología», comenta un universitario taiwanés mientras bebe un café de caramelo de la cadena Starbucks. Como él, miles de asiáticos han desembarcado en el Estado Dorado para hacer su sueño realidad, como antaño atrajo a misioneros españoles y luego buscadores de oro.

Sin embargo, California acumula numerosas contradicciones. Las hay a miles. Factura 1,5 billones de dólares (un billón de euros), un PIB parecido al de Italia, pero el Gobierno está al borde de la bancarrota. «Nos van a poner la clasificación A--», advierte un ciudadano en un foro on-line.
En Santa Bárbara, un enclave turístico con pelícanos y dunas protegidas, los bañistas toman el sol rodeados del chapapote que, supuestamente, vierten la flota pesquera y cuatro plataformas petrolíferas ancladas en el horizonte.

En San Francisco, miles de sintecho, algunos con graves enfermedades mentales o de drogadicción y alcoholismo, vagan con sus carritos de la compra por Market Street, la arteria más céntrica de San Francisco, a escasos metros de las sedes de Wells and Fargo o Bank of America, este último fundado por un emprendedor de la fiebre del oro. «Estás muerto», le dice un vagabundo barbudo a un asustado turista que espera a la puerta del hotel.

Pero la mayor contradicción es el tren. Aunque parezca increíble, la ciudad de Los Angeles, con 17 millones de habitantes en el área metropolitana, y San Francisco, con 7, no están conectadas directamente con un servicio ferroviario. La franja de Sacramento a San Diego, entre 900 y 1.000 kilómetros, suman 34 millones de habitantes, doce veces Galicia. Por carretera son cinco horas de viaje, siempre que se evite la mítica Big One que recorre la tortuosa costa. El servicio ferroviario de Amtrak cubre la mayoría de los tramos con trenes de doble piso pero, a veces, los pasajeros tienen que apearse en estaciones intermedias, como Santa Barbara, y continuar en autocar, a lo que se suman retrasos de casi una hora. Numerosos turistas que regresan en coche del parque Yosemite se ven atrapados en un cruce de Escalón durante 20 minutos por los que circulan kilométricos trenes de mercancía, con hasta 200 vagones. Y los diarios de San Francisco dedican páginas enteras al servicio de metro ligero Bart, al que tildan de obsoleto.

Otras veces, hay pocas frecuencias de trenes, como el Caltrain, un tren de cercanías de San Francisco a San José, que pasa por Palo Alto, Stanford y Mountain View (Silicom Valley) cada hora. Numerosos profesores y expertos informáticos que pierden por un minuto el tren, hacen tiempo en la estación de Palo Alto navegando con sus iPad a la espera del próximo. Las obras del nuevo Hight Speed Rail, bautizado por la prensa como el Bullet Train (tren bala), empezarán en el 2013 y será el primero en construirse en Estados Unidos para circular a más de 250 kilómetros por hora, pero los ciudadanos se oponen por su alto coste, cuyo presupuesto se ha disparado a 63.000 millones de dólares.

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Google sale del garaje y lidera la nueva economía en Silicon Valley

La «cibercity», que genera el 6 % del PIB de California, vive su mayor bum

Publicado en la sección de Economía de La Voz de Galicia
Autor:  E. VÁZQUEZ PITA
Localidad: MOUNTAIN VIEW / LA VOZ
Fecha de publicación:  11/9/2011
La UE ha puesto sus ojos en Silicon Valley -el parque tecnológico cuna del chip, Google y el iPad, en el sur de la bahía de San Francisco- que sobrevivió a la crisis de las punto.com del 2000 y vive un bum. Las casas allí valen casi un millón de dólares. El recorrido por este gigantesco polígono muestra cientos de empresas emprendedoras de la nueva economía de la información (26 ya están en la lista Fortune). La comisaria de la Agencia Digital Europea, Neelie Kroes, visitó la cibercity para exportar los secretos de la cultura del garaje a Europa. Justo en una época con despidos en la cúpula de Yahoo y cuando Facebook proyecta un megacampus para 10.000 empleados.

Ajetreado día en la calle Market Street de San Francisco. Una profesora de inglés sorbe café de su biberón-cantimplora y teclea «Santiago de Compostela». El proyector muestra una vista área de la capital gallega en el encerado electrónico del aula gracias a Google Maps. Un ingeniero coreano recién graduado la reconoce: «Yo he peregrinado allí y a Fisterra». Estos milagros son posibles gracias a las tecnologías que nacen en Silicon Valley. Esta tecnópolis, que da trabajo a casi 400.000 ingenieros, se extiende a lo largo del Camino Real, la ruta de los misioneros españoles del siglo XVIII. Hoy, en los márgenes de la Interestatal 101, que une San José con el puente del Golden Gate, se asientan gigantes de la era digital como Google, Twitter, Oracle, Apple, Adobe, eBay, HP, Yahoo!, Intel o la NASA.

¿Cuál es la clave del éxito del motor de la industria de la tecnología de la información? La pista nos lleva a Palo Alto. Desde la estación del Caltrain, un shuttle (bus gratuito) traslada a los visitantes a la Universidad de Stanford, rodeada de bosques, campos deportivos y aulas e iglesias de estilo colonial español. En un tablón de anuncios, un profesor recluta voluntarios para un experimento de reconocimiento de rostros. Este campus de élite cobra hasta 12.000 dólares por un curso veraniego. Estudiantes de doctorado que recalaron allí, como Sergey Brin y Larry Page, fundaron el buscador Google en un garaje tras necesitar toda la potencia de los ordenadores del campus.

Hoy, ambos son millonarios y su sede ocupa el complejo de edificios llamado Googleplex, que atrae como un imán a los turistas. Los visitantes se apean en Mountain View o Palo Alto y buscan un bus urbano que los acerque al campus tecnológico. Llueven peticiones para hacer tours por la empresa, pero Rachel, una portavoz, lamenta que «es imposible atenderlos».

Desde la Interestatal 101, es fácil divisar la sede de Oracle o la NASA. El campus de Google está señalizado con unas gigantes flechas rojas, un guiño al localizador del Google Maps. Los turistas miran a hurtadillas por las ventanas para comprobar si son ciertas las leyendas sobre su cultura informal del trabajo, con ejecutivos en sudadera, mesas de billar, comida y gimnasio gratis. Sí, es cierto que los empleados se mueven en bicicletas. Los edificios están decorados con coloridas sombrillas, estaturas gigantes de pasteles, galletas o el Android, pianos de cola en la entrada principal o una réplica a gran escala del extraterrestre Alien. Este valle genera el 6 % del PIB de California, 77.000 millones de euros.

Al regresar a la carretera, el conductor echa un vistazo a su GPS y observa el denso tráfico de coches, la mayoría de marcas japonesas, lo que explica la decadencia de Detroit. Si alguien duda del éxito de las tecnologías de la información puede asomarse a la tienda de Apple en la comercial tercera avenida de Santa Mónica Beach, en Los Ángeles. Dentro, cientos de clientes examinan las últimas novedades del iPad. Al lado, hay una tienda de Zara, cuyo fundador Amancio Ortega es citado en un libro de gramática inglesa como ejemplo de emprendedor.

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Publicado en el suplemento "Fugas" de La Voz de Galicia el 9 de marzo del 2012

TRAS LA SENDA DE FRAY JUNÍPERO SERRA (EL CAMINO REAL)

«Vértigo» en las misiones de California


Los franciscanos levantaron en el siglo XVIII una red de capillas unidas por el Camino Real, que fueron origen de San Diego, Los Ángeles o San Francisco. Hitchcock rodó en una de ellas

E. VÁZQUEZ PITA

Un tren que atraviesa Silicon Valley, en California, hace parada en una pequeña villa llamada San Carlos. La avenida principal se llama Camino Real,un vestigio de los misioneros españoles. Esta senda fue promovida por jesuitas y franciscanos que, a su paso, fundaron humildes capillas de adobe y asentamientos donde evangelizaron a las tribus nativas de la alta California en el siglo XVIII. Era uno de los lugares más apartados y solitarios del mundo. Su interés revivió cuando Carlos III y el zar ruso emprendieron una carrera por ocupar su costa.

Ahora, los norteamericanos han visto el negocio y convertido la red de misiones españolas en un atractivo turístico. Son los edificios históricos más antiguos del Far West, el lejano Oeste. Incluso el cineasta Alfred Hitchcock rodó en la misión de Dolores,en San Francisco, muchas escenas de Vértigo, una de sus obras maestras. Alrededorde esta capilla y de su bahía se fundó la ciudad que ahora lidera la nueva economía de las empresas puntocom.

El Camino Real comienza en San Diego, sigue por Los Ángeles,pasa por Santa Bárbara, San Luis Obispo, Monterrey,Santa Cruz y San José (origen de Silicon Valley). El camino se detiene en San Francisco y finaliza en Sonoma, una de las capitales del Napa Valley, el valle del vino. A partir de ahí, comenzaban los asentamientos rusos.

Dice la leyenda que los misioneros sembraron semillas de mostaza en las cunetas para iluminar esta senda que supera los mil kilómetros, la mayoría señalizados con una campana. Es un símbolo turístico similar a la flecha amarilla del Camino de Santiago. Algunos tramos discurren paralelos a la mítica y sinuosa carretera Highway One. No es precisamente una autopista, pero el viajero disfruta con sus espectaculares vistas de la costa como Ávila o Morro Bay, sus acentuados acantilados, y su fauna, que incluye a los elefantes marinos. Uno se imagina subido a un burro, como fray Junípero,atravesando colinas áridas y peladas, lomas ahora cubiertas de extensos viñedos.

Historia
Alrededor de las misiones crecían pueblos y ciudades porque el plan era crear asentamientos indígenas para cultivar campos y trabajar en la industria artesanal. Al lado, se edificaba el presidio.

La animada y playera villa de Santa Bárbara ha hecho un museo en su misión. Los turistas pasean por el patio, se refrescan en la fuente o visitan los huertos, la capilla y el cementerio con árboles centenarios.
El museo exhibe artesanía indígena e instrumentos musicales de los misioneros y herramientas de labranza. A su alrededor, crece un vergel.

A la entrada, junto a la bandera norteamericana, se alza una estatua de fray Junípero Serra, el franciscano que promovió el avance en California. Junto a ella, la campana del Camino Real.

Otra misión famosa es la de Dolores, situada entre dos barrios que lucharon por los derechos civiles. Está alejada del centro de San Francisco, porque los pioneros de la fiebre del oro y los marinos se acercaron más al Golden Gate (la boca de la bahía). La capilla original de adobe casi pasa desapercibida ante dos torres posteriores, que salen en Vértigo. El último enclave de Sonoma está rodeado de viñedos, donde se filmó Falcon Crest.

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Las Vegas: la capital del juego... y de la  tecnología

La ciudad más famosa del mundo por sus casinos se ha convertido en un referente de la electrónica de consumo

E. VÁZQUEZ PITA

Publicado el 13 de enero del 2012

La Voz de Galicia / Suplemento: Fugas

El viajero mira aburrido por la ventanilla del avión y solo ve montañas y desierto. Hasta que distingue campos de golf, piscinas y urbanizaciones en medio de la nada. Las sorpresas siguen mientras el bus del aeropuerto atraviesa Las Vegas Boulevard y se cruza con la pirámide y la esfinge de Luxor, el castillo de Disneylandia, la torre Eiffel,la estatua de la Libertad, el puente Rialto de Venecia o un templo de la Roma clásica. No hace falta tener la placa de policía forense del CSI para deducir dónde estamos. En Las Vegas, la ciudad de Nevada que nunca duerme, abrió sus puertas esta semana la Feria Internacional de Electrónica de Consumo (CES), la gran cita anual del sector.

¿Dónde alojarse?
Gran parte del negocio de Las Vegas son los lujosos hoteles levantados sobre los casinos. Por 100 dólares se puede contratar una habitación en pleno Boulevard. La mayoría de estas inmensas moles temáticas disponen de bufé abierto las 24 horas, restaurantes temáticos, tiendas de lujo, música,piscina y espectáculos. El cliente paga con una tarjeta asociada a su número de habitación. Los más impresionantes son los de la MGM, que tienen un león enjaulado en el vestíbulo, y el excesivo Caesar Palace, una lujosa réplica de la Antigua Roma en la que Julio César se sentiría como un pordiosero.

¿A qué jugar?
Todos los hoteles-casino tienen en los vestíbulos varias zonas de juego. Primera advertencia: dicen que el sonido, la música y las luces hipnotizan al jugador. Los turistas en pantalones cortos ocupan cientos de máquinas tragaperras.
En los comecocos de un céntimo, es posible apostar hasta 20 veces con un solo dólar. Una forma de que duela menos el bolsillo. Pagas por la emoción. Para presupuestos mayores siempre hay hueco en las ruletas, donde las pandillas de jóvenes celebran que la bola cae en negro. Una alegría que enjuga pérdidas. Las crupieres más veteranas echan las cartas y mueven billetes de los grandes mientras voluptuosas camareras en patines sirven un aperitivo.

Y en salas con decenas de televisores, los apostadores deportivos siguen los resultados en cómodas butacas. A la noche, viejas glorias de la canción animan las mesas. La vida en los casinos se apaga a partir de las dos de la madrugada, pero al amanecer ya hay clientes en las sillas. El aparcamiento es gratuito.

¿Dónde comprar?
Los hoteles Caesar Palace y Metropolitan albergan centros comerciales con marcas de superlujo como Louis Vuitton, Gucci, Tiffany’s o Prada. Hay otros locales especializados en cupcakes (magdalenas decoradas) o en souvenirs, donde es obligada la camiseta oficial de la serie televisa CSI. La moda de H&M ocupa grandes locales.

¿Qué espectáculos ver?
El MGM promocionó durante meses el espectáculo El rey león, con varias sesiones al día, y otro casino con el Circo del Sol.
Tampoco falta la ópera o el cine para niños. Los forenses del CSI también tienen su museo temático.

¿Dónde comer?
Para los amantes de la música, el Hard Rock. Por 20 dólares se puede comer una hamburguesa California con patatas y bebida rodeado de leyendas americanas. Los casinos ofrecen comida internacional y ofertas de bufé todo el día. Hay que dejar propina del 10 %. El local de Harley Davidson tiene una moto en el tejado.

¿Cómo moverse?
¡En limusina! Hay un tren monorraíl elevado que transporta gratis a los turistas de casino en casino por el Boulevard. Para los más vagos, existen escaleras mecánicas que cruzan las avenidas más céntricas.
La red de buses es extensa y une los hoteles con el aeropuerto.

¿Cómo casarse?
Los hoteles-casino cuentan con una sala llamada wedding-hall donde se celebran bodas (no son legales en España). Muchos van a Las Vegas a celebrar despedidas
de solteros.

VISITAS
LAS VEGAS BOULEVARD. Es la avenida principal, la más bulliciosa, la de los principales casinos y hoteles. Los más famosos son el Caesar Palace, el Luxor, el París de Verne, el Cosmopolitan,el Venecia, el Flamingo, el Copacabana, el MGM o el New York.

DOWNTOWN: El centro de oficinas de la ciudad, alejado del bulevar. Es fácil orientarse por la torre de comunicaciones que sobresale en el horizonte. Hay casinos.

GRAND CANNYON. En Las Vegas se pueden contratar excursiones en helicóptero para sobrevolar el Gran Cañón del Colorado.

UN PARQUE TEMÁTICO EN EL DESIERTO.
Foto 1. El mítico cartel que da la bienvenida a la fabulosa Las Vegas.
2. La torre Eiffel de un casino destaca en Las Vegas Boulevard (E.V.P.).
3.Una réplica de la torre de San Marcos de Venecia.
4. Miles de turistas hacen compras y callejean por el bulevar. (E.V.P.)
5. Tragaperras
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22 DE NOVIEMBRE DEL 2013

 La Voz de Galicia / Suplemento Fugas

APUNTES DE VIAJE [ ESTADOS UNIDOS ]

 

Lluvia en el Gran Cañón



By E.V.Pita / Grand Cannyon / Reportajes de viajes de E.V.Pita




E. V. PITA | A veces los días de lluvia despiertan recuerdos de escenas increíbles en lugares lejanos e inhóspitos. Uno de ellos es Arizona. Muchos creen que este estado norteamericano es desolado y árido y en él solo crecen cactus. Efectivamente, así es el sur pero, sin embargo, el norte de Arizona podría pasar por un bosque alpino donde llueve sin cesar.


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Por ejemplo, en el Gran Cañón (una zanja con 2.000 millones de años de historia) son frecuentes las tormentas con rayos que alimentan el caudal del río Colorado (más bien de color verde). Para llegar al Gran Cañón hay que atravesar un bosque de coníferas y ciervos y alces pastan libremente por el cámping y los miradores. Hablamos de uno de los paisajes más viejos del planeta.

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Es un oasis rodeado de nubes negras que cubren con chaparrones las carreteras que salen desde Flagstag y Meteor Crater hacia Sedona. Este último paraje es famoso por los atardeceres del Red Canyon. Allí es posible distinguir cómo cae la lluvia en forma de un telón de agua sobre el horizonte, a decenas de kilómetros. Primero hay que pagar un dólar por pasar al mirador donde los turistas se agolpan para captar el mágico atardecer.
Son escenarios frecuentados por Hollywood para filmar películas de vaqueros.
En uno de los oasis, la tribu india sinagua fundó una ciudad excavada en la roca llamada el Castillo de Moztezuma. Sinagua es el nombre que les puso un viajero español. Parece que ese día no llovió.

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