sábado, 9 de julio de 2011

(Cap.1) Novela on line: "El robo del Codex Calixtinus" (1)

Por E.V.Pita (2011)

Novela on line

"EL ROBO DEL CODEX CALIXTINUS"

Capítulo 1

Para estar a primeros de julio, la tarde era lluviosa. Un verano típico de Galicia, de los de antes del efecto invernadero y el calentamiento global. Varios peregrinos caminaban por la plaza de O Obradoiro, mezclados entre los jóvenes músicos de la tuna y decenas de indignados del movimiento 15-M que recogían sus tiendas tras casi dos meses de acampada y protestas. Un joven, vestido con camiseta y pantalones cortos, entró en el museo arqueológico de la Catedral tras mostrar su tique a un colaborador del Cabildo vestido de calle. El visitante caminó tranquilamente por la exposición del Coro Pétreo y después observó algunas lápidas. En la segunda planta, correspondiente al palacio del obispo Xelmirez se perdió entre los pasillos. Subió por unos escalones y llegó hasta la puerta del archivo diocesano. Allí, un sacerdote le indicó que la entrada estaba reservada a investigadores con acreditación y vedada a los turistas. El joven asintió y se perdió por el atrio de la catedral sin mayores incidencias.


En el archivo, la historiadora Alexandra Bidueira se quitó las gafas y apagó su iPad. Había pasado una larga tarde en la cámara estudiando con detenimiento un pasaje del libro 5 del Códex Calixtinus, una guía medieval del Camino de Santiago y auténtica joya bibliográfica. Le parecía asombroso que sus páginas hubiesen sido tocadas por las manos de Xelmirez o de reyes como Alfonso X el Sabio o doña Urraca. Quizás alguno de los pelos que había hallado en los fondos de las páginas pertenecían a alguno de los monarcas. Bastaría una prueba de ADN. Trató de centrarse en lo que la había traído allí durante aquellos meses. Miró por la ventana y vio que seguía lloviendo. ¿Cuando duraría aquel mal tiempo? Miró el reloj en su iPhone y consultó el correo electrónico. Ninguna novedad, salvo que la Biblioteca Nacional le apremiaba para que terminase su investigación sobre el tramo de Villafranca a Astorga. La idea era estudiar el Códice Calixtino para detectar pistas sobre calzadas romanas, mansiones, topónimos prerrománicos y hallar la localización del anfiteatro de Asturica Augusta. Cuando el peregrino Picaud recorrió la ruta fue muy meticuloso y su latín era correcto. Por tanto, era un observador fiable pese a los múltiples peligros que tuvo que sortear para que el libro supuestamente escrito por el Papa Calixto llegase sin un rasguño a Compostela. La estudiosa pasó otra página, que tenía un agujero en el centro, producto posiblemente de la combustión de un poco de cera ardiente que descuidadamente vertió un sacerdote. El pergamino incluso tenía más señales de maltrato, además de las huellas de la humedad. Por ejemplo, una de las páginas había sido burdamente raspada como si el autor hubiese querido borrar el contenido anterior, algo que era muy usual en la Edad Media para aprovechar las hojas y reescribir encima.
Alexandra inclinó su cabeza para examinar con más detalle la superficie del pergamino e intuyó unas formas de tinta azul diluidas en el papel, entremezcladas con las líneas escritas en negro. La historiadora se rascó la punta de la nariz y rebuscó entre su material hasta que halló una lupa. Examinó concienzudamente la mancha azul y su sonrisa dejó entrever un triunfo. Aquellos trazos habían pasado inadvertidos durante 900 años pero al ampliar la imagen podía distinguir, de forma muy débil, la letra alfa del alfabeto griego y otros caracteres que interpretó como griegos. Comprobó que en la sala no había nadie en ese momento y usó la cámara de su tableta iPad para fotografiar su hallazgo. Impaciente, guardó el fichero y lo adjuntó en un correro electrónico, en el que escribió un breve mensaje: "Vas a flipar con esto".

Bidueira recogió su tableta electrónica y la guardó en su maletín. Al salir de la cámara, de gruesos muros, llamó a un vigilante, que recogió el libro con casi 1.000 años de historia, que lo devolvió a su mesa de exposiciones. La profesional abrió la puerta y cruzó su mirada con un joven turista despistado al que el vigilante le echaba una regañina. La historiadora se encaminó al atrio y entró en el interior de la catedral, en el ala sur, justo cuando el botafumeiros oscilaba sobre cientos de peregrinos sobre los que vertía humo de incienso.

(Fin del primer capítulo)

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