Ciudades y periferia. Selección y resumen de libros
Resúmenes elaborados por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Sociología y Derecho1) "Una sociología de la globalización", de Saskia Sassen (2007)
**. Interesante. Saskia Sassen es la socióloga que estudió la "ciudad global" como un tipo de ciudad especializada en finanzas, puertos, (Tokio, Londres, Ámsterdam), intercomunicadas entre sí y que hacen negocios globales al margen del resto de su territorio o periferia.
Resumen actualizado y original en:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2018/10/una-sociologia-de-la-globalizacion-de.html
2) "El triunfo de las ciudades", de Edward Glaeser (2011)
***. Interesante. Estudia ejemplos como los fracasos para relanzar Detroit como una ciudad de servicios creando grandes centros comerciales o cómo se gestó el modelo de "suburbio residencial" con un centro comercial y autopista al centro.
El resumen completo y actualizado está en:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2015/09/el-triunfo-de-las-ciudades-de-edward.html
3) "No society", de Christophe Guillouy (2018)
***.Bueno. El geógrafo sigue la estela de Saskia Sassen y ahonda en la diferencia de clases entre ciudad y periferia, ahora desde el punto de vista de las clases altas, instaladas en los centros gentrificados de las grandes ciudades globales,
Resumen original y actualizado en el siguiente link:
https://evpitasociologia.blogspot.com/2019/06/no-society-de-christophe-guillouy-2018.html
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Resumen del libro "Una sociología de la globalización", de Saskia Sassen (2007)
Resumen actualizado y original en:https://evpitasociologia.blogspot.com/2018/10/una-sociologia-de-la-globalizacion-de.html
Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación, licenciado en Derecho y Sociología
Sociología, globalización, economía internacional
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Ficha técnica
Título: "Una sociología de la globalización"
Subtítulo:
Título original: A sociology of globalization
Autora: Saskia Sassen
Edición en inglés: Nueva York, 2007
Edición en español: Katzeditores, Madrid, 2007
Número de páginas: 323
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Biografía oficial de la autora Saskia Sassen (hasta el 2012)
Saskia Sassen (La Haya, Holanda, 1949) nació en Holanda pero creció en Buenos Aires, ciudad a la que su familia se trasladó en 1950. Parte de su juventud transcurrió en Italia y, en 1966, se instaló en Francia, donde estudió durante un año en la Universidad de Poitiers, luego en la Universidad de "La Sapieza", de Roma, y más tarde en la Universidad de Buenos Aires, donde se tituló en Filosofía y en Ciencias Políticas. Desde 1969 estudió Sociología y Economía en la Universidad de Notre Dame, Indiana (Estados Unidos), donde obtuvo un master y un doctorado en 1971 y en 1974, respectivamente. También en 1974 obtuvo un master en filosofía en Francia. Realizó un postdoctorado en el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard. Ha desempeñado diversas posiciones académicas en universidades de los Estados Unidos y de Europa y actualmente es profesora de sociología en la Universidad de Chicago y profesora visitante en la London School of Economics.
En su célebre libro The global city: New York, London, Tokio publicado en 1991 (edición en español: La ciudad global, Buenos Aires, 1999) Saskia Sassen desarrolla el concepto de ciudad global, categoría novedosa para estudiar la ciudad como lugar de intersección entre lo local y lo global. Otro aspecto fundamental de la obra de Sassen reside en los estudios sobre las cuestiones del poder y la desigualdad derivados de los procesos de globalización.
A mayores, en el 2013 obtuvo el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales.
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Texto de la contraportada y solapa
"Procesos transnacionales como la globalización política, económica y cultural enfrentan a las ciencias sociales con una serie de desafíos teóricos y metodológicos, que surgen debido a que lo global (ya sea una institución, un proceso, una práctica discursiva o un imaginario) transciende el marco exclusivo del Estado-nación y al mismo tiempo habita parcialmente los territorios y las instituciones nacionales. Es así que aun cuando la mayoría de los procesos y las entidades que se encuentran en el interior de lo nacional son nacionales, cada vez resulta más necesaria la investigación empírica para determinar si todos ellos lo son, pues cada vez existen más casos de localización de lo global y de desnacionalización de lo nacional. Vista de esta manera, la globalización no se limita ya a la noción convencional que la define como un proceso de formación de instituciones exclusivamente globales y de interdependencia creciente entre los estados-nación del mundo.
En el marco de ese horizonte de reflexión, esta obra de Saskia Sassen aborda el análisis de dos dinámicas diferenciadas. Por un lado, la formación de procesos e instituciones explícitamente globales. Por otro lado, los procesos que no pertenecen necesariamente a la escala global y que, sin embargo, forman parte de la globalización porque, aun inmersos en territorios y dominios institucionales que en gran parte del mundo se consideran nacionales, incorporan redes o entidades transfronterizas que conectan múltiples procesos y actores locales o "nacionales".
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ÍNDICE
1. Elementos para una sociología de la globalización
2. El Estado frente a la economía global y las redes digitales
3. Ciudades globales: la recuperación del lugar y las prácticas sociales
4. La conformación de los movimientos migratorios internacionales
5. Nuevas clases globales
6. Los actores locales en la política global
7. Nuevas formaciones sociales
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RESUMEN
El libro arranca explicando que lo global (una institución, un proceso, una práctica discursiva o un imaginario) trasciende el marco exclusivo del Estado-nación y al mismo tiempo habita parcialmente los territorios y las institucionales nacionales. Lo global no es solo la interdependencia y la formación de instituciones exclusivamente globales. Afirma que el hecho de que un proceso o entidad se encuentre dentro del territorio de un Estado soberano no necesariamente supone que sea un proceso o entidad nacional sino que puede ser una localización de lo global (una entidad nacional que fue desnacionalizada).
Por un lado estudia la globalización desde el punto de vista de las instituciones (OMC, mercados financieros, cosmopolitismo, tribunales internacionales) y por otro los procesos que no necesariamente pertenecen a la escala global pero están inmersos en territorios de todo el mundo (están incorporados en redes transfronterizas de activistas como las oenegés, la organización de defensa del medio ambiente o de los derechos humanos, así como las políticas monetarias y fiscales impuestas por el FMI o el uso de leyes internacionales por los tribunales nacionales).
La autora estudia la noción de jerarquía de escalas con el objetivo de desestabilizar, a la luz de las nuevas dinámicas y tecnologías, la jerarquía tradicional centrada en el Estado-nación. Aquí se refiere a poderosos actores económicos como el mercado global de capitales, el régimen mundial del comercio o la internacionalización de la producción industrial. Se está produciendo una multiplicación de actores no estatales y de procesos transfronterizos que generan cambios en el alcance, la exclusividad y la competencia de la autoridad estatal sobre el territorio nacional. También ve un proceso "multiescalar" (una entidad local forma parte de un mercado electrónico perteneciente a la escala global).
Sassen define el modelo de ciudad global, la cual cuanto más se globalizan y digitalizan las operaciones y los mercados empresariales, más complejas y estratégicas se vuelven las funciones de gestión centralizada y de servicios especializados, con lo que las empresas se benefician de las economías de aglomeración.
Luego, examina el significado de lo subnacional en un mundo global y parcialmente digitalizado.
Luego, analiza el modo en que las entidades subnacionales pueden superar el modelo de jerarquía anidada que se organiza en torno del Estado-nación y su función como único actor en las relaciones internacionales (el análisis se concentra en las redes de transacciones que conectan a las 40 ciudades globales; estas redes interurbanas tienen filiales de la empresa, redes transnacionales de inmigrantes y redes del terrorismo internacional).
Finalmente, señala las consecuencias que tiene para los Estados-nación la articulación de lo global en el interior de lo nacional y lo subnacional. Por un lado, el Estado se limita a reducir su autoridad (con la privatización, la desregulación y la disminución de la intervención gubernamental) a la vez que produce nuevos reglamentos y leyes (menciona el derecho anglosajón, la autonomía de los bancos centrales). Además, los estados se están des-nacionalizando (dando paso a un orden institucional privado). Teme que estas tendencias agraven el déficit democrático en el interior del Estado y fortalezca la "legitimidad" de normas y reclamos de grandes actores económicos globales.
Ve una tensión entre la inserción necesaria, si bien parcial, de la globalización en los territorios y las instituciones nacionales y el complejo sistema jurídico y administrativo que ha construido la autoridad exclusiva de los estados soberanos sobre su territorio nacional, ha sido en parte negociada mediante procesos de desnacionalización institucional parcial en el interior del Estado y de la economía nacional. Además, alerta de la formación de un orden institucional privado intermediario que se ubica solo parcialmente dentro del sistema interestatal y que se está transformando en un ámbito institucional paralelo donde se manejan las operaciones transfronterizas.
También estudia el Estado frente a la economía global y las redes digitales. Señala que el Estado puede concebirse como la representación de una facultad técnica administrativa que posibilita la implantación de la economía global corporativa. Recalca que solo dos estados, EE.UU. y el Reino Unido, están diseñando las nuevas normas y la nueva legalidad necesaria para garantizar los derechos y la protección de las empresas y los mercados globales (normas que derivan del derecho comercial y las prácticas contables angloamericanas).
Respecto a la división del trabajo entre naciones (Wallerstein), la autora cree que la diferencia entre centro y periferia ya no se refiere a la cadena de producción sino a una diferenciación "funcional". Dice que el centro está en el Atlántico Norte (en menor medida China y Japón), y en núcleos tecnológicos como Silicon Valley.
Indica que la inversión extranjera directa (fusiones y adquisiciones transfronterizas) y el mercado global de capitales y el comercio conforman el núcleo de los cambios estructurales constitutivos de la globalización y de las actividades tendentes a regularla.
Recalca que "hoy se ve un nuevo mapa de transacciones económicas que se superpone a los modelos geoeconómicos anteriores".
Señala que la digitalización ha posibilitado el fortalecimiento tanto de viejos actores y espacios no-estatales como de la formación de otros nuevos, capaces de competir con la autoridad estatal en materia de jurisdicción, alcance y exclusividad. La digitalización ha cumplido una función transformadora pero puede estar inmersa en otras dinámicas. Recuerda que Internet tiene la capacidad de mejorar la democracia pero también de ejercer un control importante o imponer límites al acceso. Recuerda que está regulada por leyes, por empresas de software o el ICANN. Las redes ayudaron a situar el mercado global de capitales en una posición distintiva respecto de otros componentes de la economía global. Recuerda que la desregulación de los mercados financieros nacionales, la integración global de un número cada vez mayor de centros financieros, las computadoras y las telecomunicaciones han contribuido al crecimiento explosivo de los mercados financieros. Se pregunta si el mercado global de capitales, como concentración de poder, tiene el poder de "disciplinar" a los gobiernos nacionales y de someter al menos a algunas políticas fiscales y monetarias a criterios que antes no se aplicaban y hacer lo "adecuado". Destaca que los mercados electrónicos (el espacio supranacional del mercado financiero global) operan en parte fuera de la jurisdicción exclusiva de los estados y, en realidad, constituye solo uno de los espacios de este sector digitalizado (el otro espacio es el real a nivel nacional donde operan los centros financieros).
Indica que el espacio digital privado del mercado global de capitales se intersecta al menos de dos maneras específicas en el ámbito de la autoridad estatal (con nuevas normas que reflejan la lógica del mercado global) y con el derecho.
La autora se pregunta si realmente se están formando nuevas configuraciones en medio de las viejas condiciones sociales. El poder, la movilidad del capital, las desventajas económicas y políticas, el desamparo de los sin techo y las pandillas son fenómenos que son antiguos o si han mutado. La autora se centra en estudiar la ciudad porque resurge como espacio estratégico para entender tendencias críticas en la reconfiguración del orden social (la globalización, el auge de las nuevas tecnologías informáticas, la intensificación de las dinámicas transnacionales y translocales y una mayor presencia y voz de instancias específicas de diversidad sociocultural).
Menciona a ciudades como Nueva York, Londres, Tokio, París, Frankfurt, Zurich, Amsterdam, Los Angeles, Sidney, Hong Kong, así como Shanghai, Bangkok, Taipei, Sao Paulo y México DF. Se ha registrado un aumento considerable en la intensidad y magnitud de las transacciones entre estas ciudades (a través de los mercados financieros, el comercio de servicios y las inversiones), así como un aumento de la desigualdad. Paralelamente a estas nuevas redes jerárquicas globales y regionales existe un vasto territorio que se vuelve más periférico y más excluido de los procesos que alimentan el crecimiento económico de la nueva economía global. Se observa una decadencia y una pérdida de funciones en los centros industriales y en las ciudades portuarias que antes eran importantes. Y en el empleo se sobrevaloran servivios especializados frente a otros trabajadores "innecesarios". Los habitantes marginados van ganando presencia política en estas ciudades y hacen sus demandas, por lo que las ciudades se polarizan.
Añade que el espacio formado por la red mundial de ciudades globales es un nuevo espacio estratégico para la formación de nuevos tipos de identidades y comunidades, incluso transnacionales.
También estudia los movimientos migratorios internacionales, que relaciona con los lazos económicos creados por la internacionalización económica, los vinculos coloniales y neocoloniales, la contratación directa de mano de obra extranjera por redes internacionales de inmigrantes, gobiernos o empresas, así como la exportación organizada de mano de obra y tráfico de hombres, mujeres y niños.
Además, analiza las nuevas clases sociales globales como fuerzas sociales emergentes (aunque están ligadas al ámbito nacional). Por un lado, está la nueva clase profesional transnacional. Luego, hay una clase compuesta por la fusión de distintos sectores desfavorecidos. También hay redes de funcionarios públicos especializados. Las tres clases son cosmopolitas y confluyen en las ciudades porque demandan tanto altos profesionales especializados como trabajadores de bajo salario. Los gobiernos tienen dos marcos normativos desconectados: una cultura política neoliberal para atraer a los profesionales y otra inmigratoria que cierra la puerta a los circuitos inferiores del mercado global. Estas desigualdades generan una segmentación en la sociedad del capitalismo avanzado.
Los activistas políticos han encontrado en las redes digitales un aumento de su potencial escala y generan comunidades globales. Hay también prácticas locales (micropolítica) que se repiten en otras partes del mundo.
Finalmente, concibe la digitalización como un medio para aumentar la movilidad del capital y cambiar la relación entre las empresas móviles y los estados-nación territoriales. Por ello, hay una desmaterialización de muchas actividades económicas (adquiere hipermovilidad). La autora sostiene que la hipermovilidad del instrumento financiero es algo "producido" que requiere capital fijo: profesionales de primera línea en el lugar del trabajo, computadoras, sistemas jurídicos y autopistas y aeropuertos. A esto se suman las lógicas sociales que lo organizan (las tecnologías digitales están marcadas por los intereses financieros). Hay cuatro dinámicas financieras que no las han creado las redes digitales pero sí las han favorecido.
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El resumen completo y actualizado está en:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2015/09/el-triunfo-de-las-ciudades-de-edward.html
Resumen y anotaciones por E.V.Pita, licenciado en Sociología y Derecho
Sociología, urbanismo, crecimiento económico, desarrollo sostenible
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Título: "El triunfo de las ciudades"
Subtítulo: Como nuestra mejor creación nos hace más ricos, más inteligentes, más ecológicos, más sanos y más felices.
Título original: "Triumph of the City. How Our Greastest Inventions Makes Us Richer, Smarter, Greener, Healthier and Happier
Autor: Edward Glaeser
Fecha de publicación: 2011
Editorial en España: Santillana Ediciones Generales, SL, 2011
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Texto de la contraportada:
Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. En un planeta con enormes extensiones de espacio y en el que los avances tecnológicos han suprimido las distancias, 3.300 millones de personas han elegido concentrarse en estas densas aglomeraciones de altos edificios, marañas de calles y atiborrados autobuses. Las ciudades ejercen mayor atracción que nunca. Y no obstante, a menudo, se las acusa de ser lugares poco ecológicos y saludables, caros y asolados por la delincuencia.
Edward Glaeser, uno de los más reconocidos expertos internacionales en Economía Urbana, rompe en este libro los mitos que rodean a las ciudades demostrando cómo estas son en realidad los lugares más "verdes", sanos y ricos (en términos culturales y económicos) en los que podríamos vivir. Residir en una gran ciudad es estar permanentemente expuesto a una avalancha de ideas, gentes y experiencias extraordinarias.
Glaeser viaja alrededor del planeta - desde los bulevares de París a las calles de Nueva York o los suburbios de Bombay - adentrándose en la historia urbanística y el día a día de aquellos que viven y trabajan en estas bulliciosas metrópolis, para revelar cómo piensan las ciudades y por qué se han convertido en las puertas de acceso a nuestro mundo globalizado".
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Biografía del autor Edward Glaeser (hasta 2012)
Edward Glaeser es profesor de Economía en la Universidad de Harvard, donde también dirige el Taubman Center for State and Local Gobernment y el Rappaport Institute for Greater Boston. Es senior fellow en el Manhattan Institute y colaborador de City Journal. Estudia la economía de las ciudades y los problemas relacionados con la vivienda, la segragación, la obesidad, la delincuencia y la innovación, entre otros temas, y escribe sobre gran parte de ellos en el blog de The New York Times Economix.
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ÍNDICE
Introducción: Nuestra especie urbana
Capítulo 1: ¿Qué fabrican en Bangalore?
Puertos de entrada intelectual: Atenas
La Casa de la Sabiduría de Bagdad
Aprender en Nagasaki
Cómo se produjo el boom de Bangalore
Estudios y éxito urbano
El auge de Silicon Valley
Las ciudades del mañana
Capitulo 2: ¿Por qué decaen las ciudades?
Cómo surgió el "cinturón de óxido"
Detroit antes del automóvil
Henry Ford y el Detroit industrial
El por qué de los disturbios
Reinvención urbana: Nueva York desde 1970
La rabia justiciera de Coleman Young
El efecto Curley
El complejo de edificación
Permanecer en el "cinturón de óxido"
Menguar para llegar a la grandeza
CAPÍTULO 3 ¿Qué tienen de bueno los barrios deprimidos?
Las favelas de Río
Movilidad social ascendente
El éxodo urbano de Richard Wright
Auge y caída del gueto estadounidense
Los centros urbanos
Cómo la política agrava la pobreza
CAPÍTULO 4 ¿Cómo se domestican las barriadas?
La difícil situación de Kinshasa
Cuidar de las ciudades enfermas
Limpieza de calles y corrupción
¿Más vías públicas y menos tráfico?
Aumentar la seguridad urbana
Prestaciones sanitarias
CAPÍTULO 5. ¿Es Londres un centro turístico de lujo?
Las economías de escala y el Globe Theatre
La división del trabajo y el cordero "vindaloo"
Calzado y ciudad
Londres como mercado matrimonial
CAPÍTULO 6. ¿Qué tienen de estupendo los rascacielos?
La invención del rascacielos
La ambición ilimitada de A.E. Lefcourt
Regular Nueva York
Miedo a las alturas
Los peligros de la conservación
Repensar París
Mala gestión en Bombay
Tres reglas sencillas
CAPÍTULO 7 ¿Por qué se ha extendido la dispersión urbana?
La dispersión urbana antes del automóvil
Arthur Levitt y las viviendas producidas en masa
Reconstruir Estados Unidos entorno al coche
Bienvenidos a The Woodlands
Explicar los gustos: por qué un millón de personas se mudaron a Houston
¿Por qué es tan barata la vivienda en los estados del sur y del suroeste?
¿Qué tiene de malo la dispersión?
CAPÍTULO 8 ¿Hay algo más verde que el asfalto?
El sueño de la vida en el jardín
Huellas sucias: comparando las emisiones de carbono
Las consecuencias no deseadas del ecologismo
Dos visiones verdes: el príncipe y el alcalde
La mayor batalla: el ecologismo en la India y China
En busca de un ecologismo más inteligente
CAPÍTULO 9. ¿Cómo prosperan las ciudades?
La ciudad imperial: Tokio
La ciudad bien administrada: Singapur y Gaborone
La ciudad inteligente: Boston, Minneápolis y Milán
La ciudad del consumo: Vancouver
La ciudad en expansión: Chicago y Atlanta
Demasiadas cosas buenas en Dubái
CONCLUSIÓN: Mundo plano, ciudad alta
Ofrezcamos igualdad de condiciones a las ciudades
Urbanización por medio de la globalización
Un impulso al capital humano
Ayudemos a los pobres, no a las ciudades pobres
El desafío de la ciudad consumista
La maldición del NIMBYismo
La predilección por la dispersión
Ciudades verdes
Ofrendas en la ciudad
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Comentarios previos:
En el último siglo, el número de ciudades con más de un millón de habitantes se ha disparado, hay un éxodo del rural a las ciudades porque en estas urbes hay más posibilidades y oportunidades (pero también más competidores).
El libro recoge una tradición que ensalza la ciudad como lugar de oportunidades para prosperar y un lugar ecológico en el sentido de que la distribución de agua, alimentos, transporte es más eficiente que si la población y sus casas estuviesen dispersas. El gasto es menor porque el consumo se hace al por mayor. En cuanto a las oportunidades no tiene discusión: no es lo mismo vivir en una cabaña aislada que en el centro de Manhattan, donde puedes ir al teatro, a ver cine, buscar empleos atractivos y bien pagados, cenar en restaurantes de todo tipo.
Uno de los argumentos de Glaeser es que las ciudades con pobreza atraen a más pobres porque los alquileres y precios de las viviendas son muy bajos. La gente se resiste a marcharse de la ciudad porque quiere amortizar su inversión en vivienda. Dice que las subvenciones y otras ayudas también atraen a los pobres mientras que el apoyo a la inversión (por ejemplo mediante desgravaciones fiscales) es positivo si esas inversiones se destinan a infraestructuras útiles y no proyectos faraónicos sin sentido.
Ciudades como Bangalore en la India se han convertido en un polo de atracción para jóvenes con talento en la informática. Otros, como Detroit, dentro del llamado "cinturón de óxido", han perdido la mitad de su población por el declive de su industria automovilística y todos los planes para reflotarlos (mediante grandes construcciones urbanísticas y centros comerciales) han resultado fallidas porque representa una época pasada.
Un ejemplo de cómo se ha intentado reflotar ciudades industriales en decadenrcia del "cinturón de óxido" ha sido la construcción de grandes centros comerciales o museos de arte contemporáneo, para hacer más atractivas esas ciudades y atraer turistas. Glaeser pone como ejemplo a Detroit, Liverpool y Bilbao. Sobre esta última urbe, el autor señala que la construcción del museo Guggemheim disparó de uno a tres millones el número de turistas de Bilbao. Pero en otros casos, el resultado para reinventar una ciudad ha sido fallido: Detroit cuenta con uno de los mayores centros comerciales de Estados Unidos pero eso no ha sido suficiente para reflotar una ciudad que se muere y vacía de gente, con un centro derruido y abandonado (Detroit tuvo su auge en el siglo XIX porque estaba en una zona en la que era fácil transportar mercancías en tren o río a Nueva York y luego esa ciudad se convirtió en innovadora porque congregó a su alrededor a ingenieros, inventores y empresarios que desarrollaban un motor por combustión; de ahí salió Ford y General Motors). Pero esa economía basada en el transporte barato y las ciudades estratégicamente colocadas pasó a segundo término cuando todas las ciudades quedaron bien comunicadas. Al perder esa ventaja del transporte barato, muchas ciudades, como Detroit, dejaron de ser imprescindibles y las empresas buscaron otras localizaciones más baratas.
Fenómenos como este, que surgieron a partir de 1950 y continuaron hasta los años 70 y 80, conllevaron la decadencia de Detroit o Nueva York pero esta última ciudad supo reinventarse. La razón es que, cuando dejó de ser un importante polo textil, la ciudad de los rascacielos mantuvo su liderato gracias a otro sector afianzado en Manhattan: las finanzas. La desregulación financiera llenó los bolsillos de una clase de ejecutivos adinerados y grandes corporaciones que continuaron generando riqueza para la ciudad.
El autor también investiga los efectos de la segregación racial en las ciudades, sobre todo en el caso de Estados Unidos. Los ciudadanos de color que prosperaron y quisieron asentarse en barrios de blancos a principios del siglo XX fueron boicoteados y amenazados para marcharse. Incluso se instauraron leyes para impedir alquilar un piso en un barrio blanco a un afroamericano pero los activistas lo pararon al lograr que el Gobierno no interviniese y la ley fuese papel en blanco. Finalmente, quienes prosperaron salieron del "guetto" y este siguió sumido en la pobreza.
Por ejemplo, en el caso de Detroit, la clase blanca adinerada se construyó su propio cinturón de urbanizaciones a 12 km del centro de la decadente ciudad, a la que ya no tenían que ir a nada.
Una de las razones clave de que el centro de una ciudad en decadencia atraiga a los pobres es un buen servicio de transporte público que les permite ahorrar dinero a costa de su tiempo. Mientras, la gente rica usa el coche para todo.
En cuanto a las favelas de Río de Janeiro, Glaeser sostiene que, pese a la miseria y la delincuencia, estos lugares ofrecen mayores oportunidades para sus habitantes que el rural. Añade que, en su día, alrededor de ciudades como Nueva York también se crearon poblados chabolistas porque muchos inmigrantes eran atraídos a aquel lugar.
Graeser también analiza las ciudades disfuncionales como Kinsasa, capital de la R.D. del Congo, (hasta 1966 conocida como Leopoldville) fue fundada por dos explotadores coloniales: el aventurero Stanley y el rey belga Leopoldo II. Tras la independencia, el dictador Mobuto convirtió la capital del Zaire en un lugar inseguro y corrupto, que atraían a más corruptos que querían negociar con el dictador. A día de hoy, Kinsasa sigue siendo una de las ciudades más inseguras y peligrosas del mundo, lo que no impide que atraiga a más población, pues ya hay más de diez millones de habitantes. En Kinsasa, cuenta el autor, nada funciona.
En otro capítulo, Glaeser estudia cómo las grandes ciudades se protegieron de los estragos de la peste y la delincuencia. Un ejemplo es Nueva York, preocupada en el siglo XIX en obtener agua limpia tras un brote de cólera que se propagaba desde un pozo. Un banquero propuso una iniciativa privada que resultó poco eficiente por lo que el municipio invirtió un montón de dinero en alcantarillado y redujo la mortalidad por enfermedades. La ciudad volvió a ser castigada en 1918 con la gripe española y en 1980 con el sida.
El segundo reto fue la delincuencia; en el siglo XIX la policía neoyorquina era corrupta y la delincuencia escalaba a 5 crímenes por 100.000 habitantes en 1930, en la época del gansterismo. Ciertas reformas permitieron reducir la violencia entre 1930 y 1960 pero, a partir de entonces, se disparó hasta los 22 muertos por 100,000 habitantes. La situación era tan mala que la esperanza de vida en NYC era dos años menor que en el resto del país. En los años 80, se aplicaron políticas más duras con severas penas en la cárcel y se aumentó la plantilla de policías, por lo que la delincuencia bajó mucho. Graeser sostiene que las medidas progresistas para mejorar las condiciones de vida de los barrios pobres no redujo la delincuencia y lo único que funcionó fue meterlos a todos en la cárcel, con lo que ya no podían delinquir.
En otros sitios, con mucha miseria, como Bombay, apenas hay delincuencia porque los vecinos vigilan en favor de su comunidad.
Posteriormente, Glaeser examina el triunfo de Londres, ciudad en la que viven 32 multimillonarios. La razón por la que estos ultrarricos eligen Londres es porque hay una gran oferta de entretenimiento y porque tienen muchas tiendas en las que gastar su riqueza, caso de las calles Bond Street, Arcade y Picadilly. Salir a cenar también es una atracción mejor que el teatro. Los grandes autores de teatro ponen sus funciones en la ciudad porque hay un gran público potencial.
Otros ejemplos que analiza es el éxito de ciudades como la canadiense Vancouver que cuando dejó de tener importancia como puerto aprovechó la energía de sus emprendedores de la escuela de ingeniería que montaron sus propios negocios. En el caso de Boston, también dejó de ser un puerto importante cuando el transporte se abarató pero aprovechó su excelencia y formación superior de sus escuelas y prestigiosas universidades (Harvard, MIT) para reinventarse.
También estudió el caso de Dubai, que invirtió en ladrillo para generar ingresos a parte del petróleo pero el autor considera que algunos proyectos fueron desmesurados y la ciudad se endeudó por encima de lo que podía soportar y necesitó un rescate de un país vecino.
Por otro lado, examina casos de fracaso como el de la ciudad alemana de Leipzig, que tiene muchos edificios abandonados y han fracasado los intentos de reflotarla.
También estudia los intentos de mejorar la educación en los barrios pobres de Nueva York. Las iniciativas han sido fracasos, tanto cuando intentaron mezclar a alumnos ricos en barrios pobres como cuando ocurrió lo contrario. Los ricos siempre acabaron escapando a zonas de urbanización con mejores escuelas. Otro plan fue inyectar fondos a las escuelas pobres pero tampoco funcionó. Alguna iniciativa de alto nivel de exigencia a los alumnos pobres empezó a dar resultados y ese modelo ha funcionado mejor y se han repetido experiencias. Pero Glaeser recalca que el éxito de las ciudades radica en que atraiga a mentes privilegiadas y que estas contacten entre sí para generar nuevas ideas como ocurrió con Ford y otros emprendedores de la industria automovilística en Detroit o luego en Silicon Valley, donde la universidad de Stanford atrajo a numerosos ingenieros que a su vez crearon start ups, Parte de las ciudades que han sabido reinvertarse lo han podido hacer porque acumulaban un babaje cultural de varios siglos, como aquellas ciudades, caso de Boston, que contaban con universidades centenarias. Toda esa concentración de talento ha permitido que salgan adelante nuevas iniciativas empresariales.
La parte final del libro examina las ventajas de edificar a lo alto y en vertical, frente al modelo de casas bajas y de la protección del centro. Sostiene que la gente huye de los centros históricos, en los que no se puede construir, y se afinca en los suburbios. Su idea es que si una ciudad quiere abaratar su suelo tiene que permitir levantar grandes edificios que son más baratos y permiten que la ciudad sea más competitiva.
Relata cómo ciudades como Nueva York crecieron a lo alto gracias al esqueleto de acero que permite elevar la estructura rápido y sencillo. Hubo pioneros que empezaron en la industria textil, que levantaron grandes rascacielos hasta que la Gran Depresión hundió el negocio inmobiliario. El Empire Estate Building pudo terminarse incluso más barato porque, debido a la crisis, había abundancia de hierro barato.
El autor sostiene que las ciudades deben ser competitivas y que no deben rescatarse ni enterrar ayudas en ciudades que no son viables económicamente. Pone el caso de Nueva Orleáns, que fue un puerto prominente en el siglo XIX pero que lleva más de un siglo en decadencia, lo que se agravó con el huracán Katerinne. Los intentos de reconstruir esta ciudad y las grandes inversiones realizadas no ayudarán a reflotar la economía de la ciudad, que no ha sabido reinventarse ni hacerse competitiva. Sería el típico ejemplo de ciudad barata y pobre que atrae a más pobres porque su suelo es barato. Por eso, considera que el libre mercado es el gran árbitro que decide qué ciudad es competitiva y tiene futuro y cual no, y por eso cree que debe haber mayor movilidad entre sus habitantes para trasladarse allí a donde haya oportunidades de llevar una vida mejor, ganar más e intercambiar ideas.
(continuará)
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https://evpitasociologia.blogspot.com/2019/06/no-society-de-christophe-guillouy-2018.html
Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Sociología y Derecho
Sociología, clases sociales, estratificación social, desigualdad
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Ficha técnica:
Título: "No Society"
Subtítulo: El fin de la clase media occidental
Título original en francés: "No Society"
Publicado en 2018 (Francia)
Edición en español: Barcelona, 2019, Penguin Random House Grupo Editorial SAU
Número de páginas: 218
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Resumen de "El triunfo de las ciudades", de Edward Glaeser (2011)
El resumen completo y actualizado está en:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2015/09/el-triunfo-de-las-ciudades-de-edward.html
Resumen y anotaciones por E.V.Pita, licenciado en Sociología y Derecho
Sociología, urbanismo, crecimiento económico, desarrollo sostenible
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Título: "El triunfo de las ciudades"
Subtítulo: Como nuestra mejor creación nos hace más ricos, más inteligentes, más ecológicos, más sanos y más felices.
Título original: "Triumph of the City. How Our Greastest Inventions Makes Us Richer, Smarter, Greener, Healthier and Happier
Autor: Edward Glaeser
Fecha de publicación: 2011
Editorial en España: Santillana Ediciones Generales, SL, 2011
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Texto de la contraportada:
Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. En un planeta con enormes extensiones de espacio y en el que los avances tecnológicos han suprimido las distancias, 3.300 millones de personas han elegido concentrarse en estas densas aglomeraciones de altos edificios, marañas de calles y atiborrados autobuses. Las ciudades ejercen mayor atracción que nunca. Y no obstante, a menudo, se las acusa de ser lugares poco ecológicos y saludables, caros y asolados por la delincuencia.
Edward Glaeser, uno de los más reconocidos expertos internacionales en Economía Urbana, rompe en este libro los mitos que rodean a las ciudades demostrando cómo estas son en realidad los lugares más "verdes", sanos y ricos (en términos culturales y económicos) en los que podríamos vivir. Residir en una gran ciudad es estar permanentemente expuesto a una avalancha de ideas, gentes y experiencias extraordinarias.
Glaeser viaja alrededor del planeta - desde los bulevares de París a las calles de Nueva York o los suburbios de Bombay - adentrándose en la historia urbanística y el día a día de aquellos que viven y trabajan en estas bulliciosas metrópolis, para revelar cómo piensan las ciudades y por qué se han convertido en las puertas de acceso a nuestro mundo globalizado".
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Biografía del autor Edward Glaeser (hasta 2012)
Edward Glaeser es profesor de Economía en la Universidad de Harvard, donde también dirige el Taubman Center for State and Local Gobernment y el Rappaport Institute for Greater Boston. Es senior fellow en el Manhattan Institute y colaborador de City Journal. Estudia la economía de las ciudades y los problemas relacionados con la vivienda, la segragación, la obesidad, la delincuencia y la innovación, entre otros temas, y escribe sobre gran parte de ellos en el blog de The New York Times Economix.
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ÍNDICE
Introducción: Nuestra especie urbana
Capítulo 1: ¿Qué fabrican en Bangalore?
Puertos de entrada intelectual: Atenas
La Casa de la Sabiduría de Bagdad
Aprender en Nagasaki
Cómo se produjo el boom de Bangalore
Estudios y éxito urbano
El auge de Silicon Valley
Las ciudades del mañana
Capitulo 2: ¿Por qué decaen las ciudades?
Cómo surgió el "cinturón de óxido"
Detroit antes del automóvil
Henry Ford y el Detroit industrial
El por qué de los disturbios
Reinvención urbana: Nueva York desde 1970
La rabia justiciera de Coleman Young
El efecto Curley
El complejo de edificación
Permanecer en el "cinturón de óxido"
Menguar para llegar a la grandeza
CAPÍTULO 3 ¿Qué tienen de bueno los barrios deprimidos?
Las favelas de Río
Movilidad social ascendente
El éxodo urbano de Richard Wright
Auge y caída del gueto estadounidense
Los centros urbanos
Cómo la política agrava la pobreza
CAPÍTULO 4 ¿Cómo se domestican las barriadas?
La difícil situación de Kinshasa
Cuidar de las ciudades enfermas
Limpieza de calles y corrupción
¿Más vías públicas y menos tráfico?
Aumentar la seguridad urbana
Prestaciones sanitarias
CAPÍTULO 5. ¿Es Londres un centro turístico de lujo?
Las economías de escala y el Globe Theatre
La división del trabajo y el cordero "vindaloo"
Calzado y ciudad
Londres como mercado matrimonial
CAPÍTULO 6. ¿Qué tienen de estupendo los rascacielos?
La invención del rascacielos
La ambición ilimitada de A.E. Lefcourt
Regular Nueva York
Miedo a las alturas
Los peligros de la conservación
Repensar París
Mala gestión en Bombay
Tres reglas sencillas
CAPÍTULO 7 ¿Por qué se ha extendido la dispersión urbana?
La dispersión urbana antes del automóvil
Arthur Levitt y las viviendas producidas en masa
Reconstruir Estados Unidos entorno al coche
Bienvenidos a The Woodlands
Explicar los gustos: por qué un millón de personas se mudaron a Houston
¿Por qué es tan barata la vivienda en los estados del sur y del suroeste?
¿Qué tiene de malo la dispersión?
CAPÍTULO 8 ¿Hay algo más verde que el asfalto?
El sueño de la vida en el jardín
Huellas sucias: comparando las emisiones de carbono
Las consecuencias no deseadas del ecologismo
Dos visiones verdes: el príncipe y el alcalde
La mayor batalla: el ecologismo en la India y China
En busca de un ecologismo más inteligente
CAPÍTULO 9. ¿Cómo prosperan las ciudades?
La ciudad imperial: Tokio
La ciudad bien administrada: Singapur y Gaborone
La ciudad inteligente: Boston, Minneápolis y Milán
La ciudad del consumo: Vancouver
La ciudad en expansión: Chicago y Atlanta
Demasiadas cosas buenas en Dubái
CONCLUSIÓN: Mundo plano, ciudad alta
Ofrezcamos igualdad de condiciones a las ciudades
Urbanización por medio de la globalización
Un impulso al capital humano
Ayudemos a los pobres, no a las ciudades pobres
El desafío de la ciudad consumista
La maldición del NIMBYismo
La predilección por la dispersión
Ciudades verdes
Ofrendas en la ciudad
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Comentarios previos:
En el último siglo, el número de ciudades con más de un millón de habitantes se ha disparado, hay un éxodo del rural a las ciudades porque en estas urbes hay más posibilidades y oportunidades (pero también más competidores).
El libro recoge una tradición que ensalza la ciudad como lugar de oportunidades para prosperar y un lugar ecológico en el sentido de que la distribución de agua, alimentos, transporte es más eficiente que si la población y sus casas estuviesen dispersas. El gasto es menor porque el consumo se hace al por mayor. En cuanto a las oportunidades no tiene discusión: no es lo mismo vivir en una cabaña aislada que en el centro de Manhattan, donde puedes ir al teatro, a ver cine, buscar empleos atractivos y bien pagados, cenar en restaurantes de todo tipo.
Uno de los argumentos de Glaeser es que las ciudades con pobreza atraen a más pobres porque los alquileres y precios de las viviendas son muy bajos. La gente se resiste a marcharse de la ciudad porque quiere amortizar su inversión en vivienda. Dice que las subvenciones y otras ayudas también atraen a los pobres mientras que el apoyo a la inversión (por ejemplo mediante desgravaciones fiscales) es positivo si esas inversiones se destinan a infraestructuras útiles y no proyectos faraónicos sin sentido.
Ciudades como Bangalore en la India se han convertido en un polo de atracción para jóvenes con talento en la informática. Otros, como Detroit, dentro del llamado "cinturón de óxido", han perdido la mitad de su población por el declive de su industria automovilística y todos los planes para reflotarlos (mediante grandes construcciones urbanísticas y centros comerciales) han resultado fallidas porque representa una época pasada.
Un ejemplo de cómo se ha intentado reflotar ciudades industriales en decadenrcia del "cinturón de óxido" ha sido la construcción de grandes centros comerciales o museos de arte contemporáneo, para hacer más atractivas esas ciudades y atraer turistas. Glaeser pone como ejemplo a Detroit, Liverpool y Bilbao. Sobre esta última urbe, el autor señala que la construcción del museo Guggemheim disparó de uno a tres millones el número de turistas de Bilbao. Pero en otros casos, el resultado para reinventar una ciudad ha sido fallido: Detroit cuenta con uno de los mayores centros comerciales de Estados Unidos pero eso no ha sido suficiente para reflotar una ciudad que se muere y vacía de gente, con un centro derruido y abandonado (Detroit tuvo su auge en el siglo XIX porque estaba en una zona en la que era fácil transportar mercancías en tren o río a Nueva York y luego esa ciudad se convirtió en innovadora porque congregó a su alrededor a ingenieros, inventores y empresarios que desarrollaban un motor por combustión; de ahí salió Ford y General Motors). Pero esa economía basada en el transporte barato y las ciudades estratégicamente colocadas pasó a segundo término cuando todas las ciudades quedaron bien comunicadas. Al perder esa ventaja del transporte barato, muchas ciudades, como Detroit, dejaron de ser imprescindibles y las empresas buscaron otras localizaciones más baratas.
Fenómenos como este, que surgieron a partir de 1950 y continuaron hasta los años 70 y 80, conllevaron la decadencia de Detroit o Nueva York pero esta última ciudad supo reinventarse. La razón es que, cuando dejó de ser un importante polo textil, la ciudad de los rascacielos mantuvo su liderato gracias a otro sector afianzado en Manhattan: las finanzas. La desregulación financiera llenó los bolsillos de una clase de ejecutivos adinerados y grandes corporaciones que continuaron generando riqueza para la ciudad.
El autor también investiga los efectos de la segregación racial en las ciudades, sobre todo en el caso de Estados Unidos. Los ciudadanos de color que prosperaron y quisieron asentarse en barrios de blancos a principios del siglo XX fueron boicoteados y amenazados para marcharse. Incluso se instauraron leyes para impedir alquilar un piso en un barrio blanco a un afroamericano pero los activistas lo pararon al lograr que el Gobierno no interviniese y la ley fuese papel en blanco. Finalmente, quienes prosperaron salieron del "guetto" y este siguió sumido en la pobreza.
Por ejemplo, en el caso de Detroit, la clase blanca adinerada se construyó su propio cinturón de urbanizaciones a 12 km del centro de la decadente ciudad, a la que ya no tenían que ir a nada.
Una de las razones clave de que el centro de una ciudad en decadencia atraiga a los pobres es un buen servicio de transporte público que les permite ahorrar dinero a costa de su tiempo. Mientras, la gente rica usa el coche para todo.
En cuanto a las favelas de Río de Janeiro, Glaeser sostiene que, pese a la miseria y la delincuencia, estos lugares ofrecen mayores oportunidades para sus habitantes que el rural. Añade que, en su día, alrededor de ciudades como Nueva York también se crearon poblados chabolistas porque muchos inmigrantes eran atraídos a aquel lugar.
Graeser también analiza las ciudades disfuncionales como Kinsasa, capital de la R.D. del Congo, (hasta 1966 conocida como Leopoldville) fue fundada por dos explotadores coloniales: el aventurero Stanley y el rey belga Leopoldo II. Tras la independencia, el dictador Mobuto convirtió la capital del Zaire en un lugar inseguro y corrupto, que atraían a más corruptos que querían negociar con el dictador. A día de hoy, Kinsasa sigue siendo una de las ciudades más inseguras y peligrosas del mundo, lo que no impide que atraiga a más población, pues ya hay más de diez millones de habitantes. En Kinsasa, cuenta el autor, nada funciona.
En otro capítulo, Glaeser estudia cómo las grandes ciudades se protegieron de los estragos de la peste y la delincuencia. Un ejemplo es Nueva York, preocupada en el siglo XIX en obtener agua limpia tras un brote de cólera que se propagaba desde un pozo. Un banquero propuso una iniciativa privada que resultó poco eficiente por lo que el municipio invirtió un montón de dinero en alcantarillado y redujo la mortalidad por enfermedades. La ciudad volvió a ser castigada en 1918 con la gripe española y en 1980 con el sida.
El segundo reto fue la delincuencia; en el siglo XIX la policía neoyorquina era corrupta y la delincuencia escalaba a 5 crímenes por 100.000 habitantes en 1930, en la época del gansterismo. Ciertas reformas permitieron reducir la violencia entre 1930 y 1960 pero, a partir de entonces, se disparó hasta los 22 muertos por 100,000 habitantes. La situación era tan mala que la esperanza de vida en NYC era dos años menor que en el resto del país. En los años 80, se aplicaron políticas más duras con severas penas en la cárcel y se aumentó la plantilla de policías, por lo que la delincuencia bajó mucho. Graeser sostiene que las medidas progresistas para mejorar las condiciones de vida de los barrios pobres no redujo la delincuencia y lo único que funcionó fue meterlos a todos en la cárcel, con lo que ya no podían delinquir.
En otros sitios, con mucha miseria, como Bombay, apenas hay delincuencia porque los vecinos vigilan en favor de su comunidad.
Posteriormente, Glaeser examina el triunfo de Londres, ciudad en la que viven 32 multimillonarios. La razón por la que estos ultrarricos eligen Londres es porque hay una gran oferta de entretenimiento y porque tienen muchas tiendas en las que gastar su riqueza, caso de las calles Bond Street, Arcade y Picadilly. Salir a cenar también es una atracción mejor que el teatro. Los grandes autores de teatro ponen sus funciones en la ciudad porque hay un gran público potencial.
Otros ejemplos que analiza es el éxito de ciudades como la canadiense Vancouver que cuando dejó de tener importancia como puerto aprovechó la energía de sus emprendedores de la escuela de ingeniería que montaron sus propios negocios. En el caso de Boston, también dejó de ser un puerto importante cuando el transporte se abarató pero aprovechó su excelencia y formación superior de sus escuelas y prestigiosas universidades (Harvard, MIT) para reinventarse.
También estudió el caso de Dubai, que invirtió en ladrillo para generar ingresos a parte del petróleo pero el autor considera que algunos proyectos fueron desmesurados y la ciudad se endeudó por encima de lo que podía soportar y necesitó un rescate de un país vecino.
Por otro lado, examina casos de fracaso como el de la ciudad alemana de Leipzig, que tiene muchos edificios abandonados y han fracasado los intentos de reflotarla.
También estudia los intentos de mejorar la educación en los barrios pobres de Nueva York. Las iniciativas han sido fracasos, tanto cuando intentaron mezclar a alumnos ricos en barrios pobres como cuando ocurrió lo contrario. Los ricos siempre acabaron escapando a zonas de urbanización con mejores escuelas. Otro plan fue inyectar fondos a las escuelas pobres pero tampoco funcionó. Alguna iniciativa de alto nivel de exigencia a los alumnos pobres empezó a dar resultados y ese modelo ha funcionado mejor y se han repetido experiencias. Pero Glaeser recalca que el éxito de las ciudades radica en que atraiga a mentes privilegiadas y que estas contacten entre sí para generar nuevas ideas como ocurrió con Ford y otros emprendedores de la industria automovilística en Detroit o luego en Silicon Valley, donde la universidad de Stanford atrajo a numerosos ingenieros que a su vez crearon start ups, Parte de las ciudades que han sabido reinvertarse lo han podido hacer porque acumulaban un babaje cultural de varios siglos, como aquellas ciudades, caso de Boston, que contaban con universidades centenarias. Toda esa concentración de talento ha permitido que salgan adelante nuevas iniciativas empresariales.
La parte final del libro examina las ventajas de edificar a lo alto y en vertical, frente al modelo de casas bajas y de la protección del centro. Sostiene que la gente huye de los centros históricos, en los que no se puede construir, y se afinca en los suburbios. Su idea es que si una ciudad quiere abaratar su suelo tiene que permitir levantar grandes edificios que son más baratos y permiten que la ciudad sea más competitiva.
Relata cómo ciudades como Nueva York crecieron a lo alto gracias al esqueleto de acero que permite elevar la estructura rápido y sencillo. Hubo pioneros que empezaron en la industria textil, que levantaron grandes rascacielos hasta que la Gran Depresión hundió el negocio inmobiliario. El Empire Estate Building pudo terminarse incluso más barato porque, debido a la crisis, había abundancia de hierro barato.
El autor sostiene que las ciudades deben ser competitivas y que no deben rescatarse ni enterrar ayudas en ciudades que no son viables económicamente. Pone el caso de Nueva Orleáns, que fue un puerto prominente en el siglo XIX pero que lleva más de un siglo en decadencia, lo que se agravó con el huracán Katerinne. Los intentos de reconstruir esta ciudad y las grandes inversiones realizadas no ayudarán a reflotar la economía de la ciudad, que no ha sabido reinventarse ni hacerse competitiva. Sería el típico ejemplo de ciudad barata y pobre que atrae a más pobres porque su suelo es barato. Por eso, considera que el libre mercado es el gran árbitro que decide qué ciudad es competitiva y tiene futuro y cual no, y por eso cree que debe haber mayor movilidad entre sus habitantes para trasladarse allí a donde haya oportunidades de llevar una vida mejor, ganar más e intercambiar ideas.
(continuará)
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Resumen del libro "No society", de Christophe Guillouy (2018)
Resumen original y actualizado en el siguiente link:https://evpitasociologia.blogspot.com/2019/06/no-society-de-christophe-guillouy-2018.html
Resumen elaborado por E.V.Pita, doctor en Comunicación y licenciado en Sociología y Derecho
Sociología, clases sociales, estratificación social, desigualdad
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Ficha técnica:
Título: "No Society"
Subtítulo: El fin de la clase media occidental
Título original en francés: "No Society"
Publicado en 2018 (Francia)
Edición en español: Barcelona, 2019, Penguin Random House Grupo Editorial SAU
Número de páginas: 218
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Biografía oficial del autor Christophe Guillouy (hasta el 2019)
Christophe Guillouy (Montreuil, 1964) es un geógrafo que se alejó del mundo universitario para dedicarse a un trabajo de investigación aplicada. Es autor, entre otros, de L'Atlas des nouvelles fractures sociales en France (2004) y La France périphérique (2015), considerados libros de referencia. No Society es su primer libro dedicado a estudiar tendencias mundiales
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Texto de la contraportada
"El polémico ensayo que ha irrumpido con fuerza en el debate internacional.
"There is no society", dijo Margaret Thatcher en 1987. El mensaje caló en las clases dominantes occidentales y se ha producido una secesión entre la gente de arriba -que, abandonando el bien común, sumerge los países occidentales en el caos - y la más desfavorecida. Como resultado, se descompone la sociedad.
Crisis de la representación política, atomización de los movimientos sociales y gentrificación de las ciudades son algunos de los signos del agotamiento de un modelo que ya no construye sociedades. La ola populista que atraviesa el mundo occidental no es más que la parte visible de un "soft power" ejercido por las clases populares que obligará al mundo de los arriba o bien a unirse al movimiento real de la sociedad o bien a desaparecer.
Hace algunos años Christophe Guilluy acuñó el concepto de "Francia periférica", empleado hoy de manera muy generalizada, e hizo hincapié en el peligro del desprecio por parte del mundo mediático a las clases populares, y en la importancia del descontento de estas. Con este libro amplía su reflexión a un ámbito internacional: el Brexit, la elección de Trump o Bolsonaro y el auge de Vox en España dan cuenta del caracter internacional del fenómeno".
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ÍNDICE
Primera parte
Sobre las ruinas de la clase media, ha emergido el mundo de las periferias
1. Ha emergido el mundo de las periferias
2. El tiempo de la salida de la clase media
3. ¿Quién quiere ser deplorable?
Segunda parte
No Society
1. El repliegue de una burguesía asocial
2. El abandono del bien común
3. El caos tranquilo o la sociedad relativa
Tercera parte
El "soft power" de las clases populares
1. Un heartland popular o la inversión de los conceptos de potencia y poder
2. Ni guerra ni paz: la resistencia a la negación de las culturas
Conclusión: ¡Ayudémoslos a volver a la comunidad nacional!
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RESUMEN
La socióloga Saskia Sassen (Premio Príncipe de Asturias) lanzó en los 90 el concepto de ciudad global. París, Tokio, Londres, Nueva York o Barcelona son nodos cosmopolitas que atraen a las élites. Estos espacios urbanos de éxito están conectados con otras metrópolis que funcionan al margen de su periferia, más pobre y donde quedan atrapados los perdedores de la globalización. En la misma línea, Sergio del Molino destapó la crisis de la España vacía y el hundimiento del rural. Ahora, el geógrafo francés Christophe Guilluy, que acuñó la “Francia periférica”, acaba de publicar “No society”, un ensayo que denuncia cómo París se ha convertido en una ciudad global que agrupa a las élites, las cuales gentrifican el centro urbano y desplazan a los más humildes a la periferia.
Mientras París y las grandes ciudades concentran el empleo y los negocios con otros nodos internacionales y disfrutan de las ventajas de la "globalización feliz", las provincias se hunden en el paro y pierden población. Guilluy concluye que estas ciudades globales aspiran a la autosuficiencia (una especie de ciudades-estado) y se desligan de la periferia marginada. Si los perdedores de la globalización reaccionan con un voto populista, la élite urbana les tilda de brutos, ignorantes, racistas o fascistas, como ocurrió con los votantes del cinturón de óxido de Trump, del Brexit, la ultraderecha europea o los chalecos amarillos, dice el autor.
Dado que la ciudad global atrae a los ganadores y a la clase dominante (los llamados "bobos", de bohemios y burgueses, en francés), estos la conforman a su gusto, lo que hace de efecto llamada a nuevos ricos. La subida del precio del alquiler en los centros urbanos expulsa a los habitantes humildes (la llamada gentrificación), que se deben acomodar en la periferia, así como a los "ghetos" y los "banlieues" y otros territorios disfuncionales. Los pobres se mudan a los barrios más alejados del centro, que se convierte en un distrito "chic" y bohemio solo asequible para personas de alto poder económico, y que suele coincidir con los mismos afortunados que se han enriquecido con la globalización. El nuevo modelo ya no integra a las clases populares, a los que un presidente francés llamó "desdentados".
Así, el autor sostiene que los de arriba se están separando de los de abajo y advierte que eso es peligroso en el sentido de que la alta burguesía siempre ha necesitado tener a un aliado de otra clase (normalmente, la clase media) como pegamento de cohesión social. Pero ahora, a causa de la precarización y el desempleo ocasionados por la globalización, la clase social se disgrega y diluye o, directamente, se hunde en las clases más bajas. Y esto no afecta a países en desarrollo sino al propio corazón de Occidente, como Francia o Estados Unidos, dice, cuya clase media ve cómo se pierden los valores del American Way of Life (el sueño americano) y su versión europea. Entre los perdedores no están solo los marginales de los suburbios, sino también los obreros, empleados, pequeños asalariados y jubilados modestos. Estas categorías,. antes opuestas, se reúnen poco a poco en una misma oposición, "unidas por el mismo sentimiento de relegación cultural y geográfica".
Según señala Guillouy, poco a poco se van distinguiendo dos extremos: por un lado, los ultrarricos y triunfadores de la globalización, que se han "bunkerizado" en ciudades gentrificadas, y, por otro, los pobres y perdedores de la mundialización, que se quedan atrapados en la periferia. Este pegamento social constituía antes la sociedad por lo que ahora hay una "no society", el desentendimiento y abandono de los de arriba hacia los de abajo. No solo se sacrificó a la clase obrera, como pretendía Margareth Thatcher en 1978 al decir: "This is no society", sino a la propia sociedad. "Esta ruptura de la relación, aunque fuese conflictiva, entre arriba y abajo y el abandono del bien común, nos hunde en la asociedad", dice el autor.
Entre los factores que contribuye a la "no more society" incluye la crisis de la representación política, la atomización de los movimientos sociales, las burguesías que se encierran en sus fortalezas, las clases populares que se asilvestran y el comunitarismo ("segregacionismo étnico"). Estos son los síntomas del agotamiento de la sociedad. De ahí surge la secesión de los ricos, el hundimiento del Estado del Bienestar, las paranoias y tensiones identitarias. El autor añade que las clases populares reaccionan preservando su capital social y cultural.
El autor explica que los políticos mantienen el mito de la clase media como clase social mayoritaria e integrada que se beneficia de las ventajas del progreso y de un capitalismo en permanente mutación (a pesar de que los investigadores alertan desde hace décadas de la pulverización de la clase media). Según el autor, los políticos, los medios y los académicos transmiten este mensaje tranquilizador. Aquellas minorías excluidas y marginadas se benefician de unas políticas benignas. Pero bajo este mito subyace otra realidad secreta disimulada desde hace décadas: el progresivo alejamiento y desvinculación política y cultural masiva de la mayoría de las clases populares. Aunque las clases dominantes elogian la multiculturalidad, no la sufren porque van a colegios privados y viven en elegantes barrios, dan sermones desde sus cómodas burbujas alejadas de los conflictivos suburbios. Y este huir de las minorías es algo general, de forma que solo quedan barrios con "mayorías", ya que el resto se ha marchado por miedo a la inseguridad (todo esto genera inestabilidad demográfica). Se ha optado por la convivencia, pero separada.
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RESUMEN
La socióloga Saskia Sassen (Premio Príncipe de Asturias) lanzó en los 90 el concepto de ciudad global. París, Tokio, Londres, Nueva York o Barcelona son nodos cosmopolitas que atraen a las élites. Estos espacios urbanos de éxito están conectados con otras metrópolis que funcionan al margen de su periferia, más pobre y donde quedan atrapados los perdedores de la globalización. En la misma línea, Sergio del Molino destapó la crisis de la España vacía y el hundimiento del rural. Ahora, el geógrafo francés Christophe Guilluy, que acuñó la “Francia periférica”, acaba de publicar “No society”, un ensayo que denuncia cómo París se ha convertido en una ciudad global que agrupa a las élites, las cuales gentrifican el centro urbano y desplazan a los más humildes a la periferia.
Mientras París y las grandes ciudades concentran el empleo y los negocios con otros nodos internacionales y disfrutan de las ventajas de la "globalización feliz", las provincias se hunden en el paro y pierden población. Guilluy concluye que estas ciudades globales aspiran a la autosuficiencia (una especie de ciudades-estado) y se desligan de la periferia marginada. Si los perdedores de la globalización reaccionan con un voto populista, la élite urbana les tilda de brutos, ignorantes, racistas o fascistas, como ocurrió con los votantes del cinturón de óxido de Trump, del Brexit, la ultraderecha europea o los chalecos amarillos, dice el autor.
Dado que la ciudad global atrae a los ganadores y a la clase dominante (los llamados "bobos", de bohemios y burgueses, en francés), estos la conforman a su gusto, lo que hace de efecto llamada a nuevos ricos. La subida del precio del alquiler en los centros urbanos expulsa a los habitantes humildes (la llamada gentrificación), que se deben acomodar en la periferia, así como a los "ghetos" y los "banlieues" y otros territorios disfuncionales. Los pobres se mudan a los barrios más alejados del centro, que se convierte en un distrito "chic" y bohemio solo asequible para personas de alto poder económico, y que suele coincidir con los mismos afortunados que se han enriquecido con la globalización. El nuevo modelo ya no integra a las clases populares, a los que un presidente francés llamó "desdentados".
Así, el autor sostiene que los de arriba se están separando de los de abajo y advierte que eso es peligroso en el sentido de que la alta burguesía siempre ha necesitado tener a un aliado de otra clase (normalmente, la clase media) como pegamento de cohesión social. Pero ahora, a causa de la precarización y el desempleo ocasionados por la globalización, la clase social se disgrega y diluye o, directamente, se hunde en las clases más bajas. Y esto no afecta a países en desarrollo sino al propio corazón de Occidente, como Francia o Estados Unidos, dice, cuya clase media ve cómo se pierden los valores del American Way of Life (el sueño americano) y su versión europea. Entre los perdedores no están solo los marginales de los suburbios, sino también los obreros, empleados, pequeños asalariados y jubilados modestos. Estas categorías,. antes opuestas, se reúnen poco a poco en una misma oposición, "unidas por el mismo sentimiento de relegación cultural y geográfica".
Según señala Guillouy, poco a poco se van distinguiendo dos extremos: por un lado, los ultrarricos y triunfadores de la globalización, que se han "bunkerizado" en ciudades gentrificadas, y, por otro, los pobres y perdedores de la mundialización, que se quedan atrapados en la periferia. Este pegamento social constituía antes la sociedad por lo que ahora hay una "no society", el desentendimiento y abandono de los de arriba hacia los de abajo. No solo se sacrificó a la clase obrera, como pretendía Margareth Thatcher en 1978 al decir: "This is no society", sino a la propia sociedad. "Esta ruptura de la relación, aunque fuese conflictiva, entre arriba y abajo y el abandono del bien común, nos hunde en la asociedad", dice el autor.
Entre los factores que contribuye a la "no more society" incluye la crisis de la representación política, la atomización de los movimientos sociales, las burguesías que se encierran en sus fortalezas, las clases populares que se asilvestran y el comunitarismo ("segregacionismo étnico"). Estos son los síntomas del agotamiento de la sociedad. De ahí surge la secesión de los ricos, el hundimiento del Estado del Bienestar, las paranoias y tensiones identitarias. El autor añade que las clases populares reaccionan preservando su capital social y cultural.
El autor explica que los políticos mantienen el mito de la clase media como clase social mayoritaria e integrada que se beneficia de las ventajas del progreso y de un capitalismo en permanente mutación (a pesar de que los investigadores alertan desde hace décadas de la pulverización de la clase media). Según el autor, los políticos, los medios y los académicos transmiten este mensaje tranquilizador. Aquellas minorías excluidas y marginadas se benefician de unas políticas benignas. Pero bajo este mito subyace otra realidad secreta disimulada desde hace décadas: el progresivo alejamiento y desvinculación política y cultural masiva de la mayoría de las clases populares. Aunque las clases dominantes elogian la multiculturalidad, no la sufren porque van a colegios privados y viven en elegantes barrios, dan sermones desde sus cómodas burbujas alejadas de los conflictivos suburbios. Y este huir de las minorías es algo general, de forma que solo quedan barrios con "mayorías", ya que el resto se ha marchado por miedo a la inseguridad (todo esto genera inestabilidad demográfica). Se ha optado por la convivencia, pero separada.
La periferia estaría conformada por las zonas suburbanas castigadas, las rurales, las residenciales pero poco dinámicas, las ciudades medias, las ciudades grandes desindustrializadas (y que acogen a la antigua clase media y modesta y que desde hace 20 años es la base del voto populista) mientras que la zona dominante incluye las metrópolis y las zonas turísticas privilegiadas gracias a la burguesía metropolitana.
Frente al populismo, las clases dominantes califican a sus votantes de irracionales, marginales, minoría de deplorables (los hillbillis), obreros o analfabetos funcionales. El autor cree que el terremoto populista de quienes votaron al Brexit, a Le Pen o Trump son algo más que "resentidos" de la vieja clase obrera desindustrializada. No son marginales, sino la sociedad entera del American Way of Life que reacciona ante otro modelo que está finiquitando la clase media occidental. El autor menciona a Marcek Gauchet como el primero que, en los años 80, acuñó el concepto de "fractura social" justo cuando comienza a despegar Le Pen. Guillouy dice que la clave populista consiste en combinar una doble inseguridad: la social (los efectos del modelo económico) y la cultural (la aparición de la sociedad multicultural). Recuerda que las clases populares siempre estarán ahí (el obrero que hace la carretera) y que estas siempre defienden la comunidad y el bien común porque es la garantía de protección que tienen frente a la adversidad.
En este sentido, ya no hay derechas e izquierdas, sino ganadores o protegidos de la globalización contra los perdedores o debilitados, los nómadas contra los sedentarios, las nuevas clases altas contra las nuevas clases populares, los de un sitio contra los de ninguno.
El modo de reaccionar de las clases altas contra el populismo es el miedo y la llamada al "guerracivilismo", una pose de estar al borde de la conflagración nacional aunque solo pretende ahuyentar a los posibles votantes moderados de la tentación populista o antisistema. Y lo cierto es que las clases populares rehuyen el conflicto y prefieren la paz porque saben que los perdedores de cualquier guerra son siempre los humildes, por lo que su estrategia es reducir los territorios de contacto entre otras etnias. El autor añade que la inmigración nunca fue un tema tabú, ni para la izquierda, cuando, hace unas décadas, estudiaba sin complejos el desafío demográfico y el número de inmigrantes que había que acoger. Dice que mientras la población reclama una regulación de la inmigración, las élites hacen oídos sordos (pues apuesta por la desaparición de las identidades y el multiculturalismo). El autor añade que el destino de los nuevos inmigrantes no es integrarse sino amontonarse en barrios donde ya ya hay más inmigrantes y altas cifras de desempleo pero es igual porque los hijos de la alta burguesía (que apuesta por la eliminación cultural) no irán a esos colegios de los suburbios.
Las zonas afectadas por el populismo son el Rust Belt (cinturón de óxido) americano, el Yorkshire británico (zona de York), las cuencas industriales de Alemania del Este y el rural francés, entre otros. Cada vez se agranda la grieta entre las metrópolis y las ciudades de más de 500.000 habitantes se enriquecen cada vez más y atraen empleo (y suben los precios) y la periferia donde no para de reducirse el empleo (y bajan los precios). El problema no solo es la creciente desigualdad sino que los más modestos queden atrapados en la periferia para siempre. Y ocurre otro fenómeno: las grandes ciudades están empezando a dar señas de agotamiento y perder población (que huyen de los precios; las "deseconomías de escala") mientras se repuebla la periferia.
El autor concluye que el actual modelo ha fallado en lo esencial: en crear sociedad. Ante esta "regresión social", el mundo de arriba está sin referentes sociales ni culturales, atrapado en un callejón (es una clase egoísta y asocial) y tendrá que aprender a convivir con los de abajo.
Frente al populismo, las clases dominantes califican a sus votantes de irracionales, marginales, minoría de deplorables (los hillbillis), obreros o analfabetos funcionales. El autor cree que el terremoto populista de quienes votaron al Brexit, a Le Pen o Trump son algo más que "resentidos" de la vieja clase obrera desindustrializada. No son marginales, sino la sociedad entera del American Way of Life que reacciona ante otro modelo que está finiquitando la clase media occidental. El autor menciona a Marcek Gauchet como el primero que, en los años 80, acuñó el concepto de "fractura social" justo cuando comienza a despegar Le Pen. Guillouy dice que la clave populista consiste en combinar una doble inseguridad: la social (los efectos del modelo económico) y la cultural (la aparición de la sociedad multicultural). Recuerda que las clases populares siempre estarán ahí (el obrero que hace la carretera) y que estas siempre defienden la comunidad y el bien común porque es la garantía de protección que tienen frente a la adversidad.
En este sentido, ya no hay derechas e izquierdas, sino ganadores o protegidos de la globalización contra los perdedores o debilitados, los nómadas contra los sedentarios, las nuevas clases altas contra las nuevas clases populares, los de un sitio contra los de ninguno.
El modo de reaccionar de las clases altas contra el populismo es el miedo y la llamada al "guerracivilismo", una pose de estar al borde de la conflagración nacional aunque solo pretende ahuyentar a los posibles votantes moderados de la tentación populista o antisistema. Y lo cierto es que las clases populares rehuyen el conflicto y prefieren la paz porque saben que los perdedores de cualquier guerra son siempre los humildes, por lo que su estrategia es reducir los territorios de contacto entre otras etnias. El autor añade que la inmigración nunca fue un tema tabú, ni para la izquierda, cuando, hace unas décadas, estudiaba sin complejos el desafío demográfico y el número de inmigrantes que había que acoger. Dice que mientras la población reclama una regulación de la inmigración, las élites hacen oídos sordos (pues apuesta por la desaparición de las identidades y el multiculturalismo). El autor añade que el destino de los nuevos inmigrantes no es integrarse sino amontonarse en barrios donde ya ya hay más inmigrantes y altas cifras de desempleo pero es igual porque los hijos de la alta burguesía (que apuesta por la eliminación cultural) no irán a esos colegios de los suburbios.
Las zonas afectadas por el populismo son el Rust Belt (cinturón de óxido) americano, el Yorkshire británico (zona de York), las cuencas industriales de Alemania del Este y el rural francés, entre otros. Cada vez se agranda la grieta entre las metrópolis y las ciudades de más de 500.000 habitantes se enriquecen cada vez más y atraen empleo (y suben los precios) y la periferia donde no para de reducirse el empleo (y bajan los precios). El problema no solo es la creciente desigualdad sino que los más modestos queden atrapados en la periferia para siempre. Y ocurre otro fenómeno: las grandes ciudades están empezando a dar señas de agotamiento y perder población (que huyen de los precios; las "deseconomías de escala") mientras se repuebla la periferia.
El autor concluye que el actual modelo ha fallado en lo esencial: en crear sociedad. Ante esta "regresión social", el mundo de arriba está sin referentes sociales ni culturales, atrapado en un callejón (es una clase egoísta y asocial) y tendrá que aprender a convivir con los de abajo.