domingo, 24 de julio de 2011

Capítulo 6 novela online "El robo del Códice Calixtino" (6) / (E.V.Pita, 2011)

Novela Online

“El robo del Codex Calixtinus”




Por E.V.Pita



Capítulo 6



Resumen del capítulo 1 al 5: La policía de Santiago de Compostela busca a la historiadora Alexandra Bidueira para interrogarla sobre el robo del Códice Calixtino. En la pensión en la que vivía, la policía halló una nota con la palabra “Palimpsesto”, un documento escrito en pergamino que fue raspado para escribir otro texto encima. Si se trata de la copia de un texto clásico perdido, su valor podría dispararse. Un buen móvil para el robo. Pero hay más sospechosos: los tres guardianes de la llave del arcón donde era guardado el Códice y otros tres eruditos que tenían acceso a los textos.



Capítulo 6



El inspector Filgueira caminaba por la cripta ensimismado. Se paró ante una ventana y observó distraído como la lluvia golpeaba los cristales. Los turistas y peregrinos caminaban con paraguas de múltiples colores. Había recibido un fogonazo mental como él llamaba a esas imágenes que le venían a la mente cuando se hallaba en mitad de la investigación de un caso. Se trataba de una casita de madera situada en la inmensa soledad escandinava, que reconoció como una escena de una de las novelas de Camilla Labeck. Tenía el título en la punta de la lengua cuando interrumpió sus pensamientos el sonido del móvil. Era el comisario jefe.

-¿Qué tenemos?-, dijo secamente el jefe.

-De momento, nada.

-Dame algo. Este es un marrón de los gordos, el delegado del Gobierno me acaba de llamar y quiere respuestas.

-Es lo que pasa siempre, los de arriba siempre presionan.

-No presiona, solo quiere saber si tenemos idea del tema o no.

-Llevamos horas en esto, no he parado ni para comer…

-Es lo que hay. La noticia ya está saliendo en todos los telediarios, hasta en el Washington Post. Algo tendrás…

-Dile al jefe que no podemos levantar la liebre.

El comisario jefe guardó silencio al otro lado del hilo. La respuesta no le convenció.

-Creemos que fue un robo por encargo.

La otra voz pareció más relajada.

-¿Quién?

-Algún coleccionista forrado de pasta.

-¿Quién iba a querer comprar en una subasta una obra tan famosa? No tendría salida en el mercado. Ese tipo solo podría ver en su casa y si se lo enseña a alguna visita, caerá pronto.

-Quizás el Códice oculte algo muy valioso.

-Estamos hablando del códice Calixtino, no del Código Da Vinci. ¿Qué película me estás contando? Si no tienes nada, pues dilo, pero no vengas con conspiraciones y otras paranoias. ¿Quieres que llame a los de Madrid? Esos tipos encontraron los mapas robados de la Biblioteca Nacional en una subasta en Nueva York. Son buenos.

Filgueira respiró antes de contestar. No le gustaba que le metieran presión.

-Tenemos una pista, una historiadora, la estamos buscando.

-¿La habéis visto en las cámaras saliendo con el libro? Te consigo la orden de detención ahora para todo el territorio nacional.

-No había cámaras en el entorno del libro, solo en el claustro.

-Pero, ¿se ve algo?

-Hay 400 personas, la mayoría turistas desconocidos, que pasaron por el claustro en una semana de grabaciones. Ni siquiera sabemos cuando ocurrió el robo. Nos llevará meses. Pero nos hemos centrado en seguir los pasos de la historiadora. Ya sabemos cuando fue la última vez que pasó por el claustro.

-¿Salió con una bolsa o un bulto?

-Unos minutos antes entró normal, como todos los días, pero, al poco, sale, solo la vemos de espaldas, con paso apresurado y llamando por el móvil.

-¿Tenemos ya la lista de llamadas?

-El juez acaba de pedirle la lista a su operadora.

-Entonces sí tenemos algo.

-Que posiblemente fue ella la primera en descubrir el robo.

-Pero no avisó al archivero ni al deán…

-Quizás no tuvo tiempo.

-Entonces, nuestra principal sospechosa se cae.

-Supongo que sí. Descubrió algo importante y ahora ha volado.

El comisario jefe tosió y se rascó la cabeza.

-Entonces, también está pringada.

-No sabemos qué intenciones tenía. Quizás tenía un plan y alguien se le adelantó, estas bandas de profesionales de robos de arte tienen buenos informantes. Alguien les sopla de que fulano de tal va a intentar algo y los otros se lo birlan.

-¿Por qué no llamas al famoso ladrón de arte, ese que vive retirado en la Costa del Sol?

A Filgueira aquello le recordó la escena de “El Silencio de los corderos”, donde la detective del FBI, Clarisa, va a la celda a pedir colaboración a Anibal Lecter.

-Hablaré con Udev-Málaga para que le hagan una visita.

-Gutiérrez te hace la gestión. ¿Y qué hay de los otros estudiosos?

-El caballero templario viene ahora mismo para aquí.

-¿Un templario, como esas sectas, los Illuminati, que salen en el Código Da Vinci?

-En realidad es un catedrático francés que, por casualidad, es miembro de la venerable Orden de Malta, experto en el medievo. También he mandado a una patrulla a buscar al profesor de Oxford a su hotel. A ver qué nos pueden aclarar estos dos eruditos. En las cámaras de grabación, se les ve entrar por última vez, hace una semana.

-¿Y los tres que guardaban la llave?

-El arzobispo está en Francia. Hay que esperar a que estén los tres reunidos y hacer un careo. Quizás alguno se dejó la llave puesta en el arcón, pasó por allí un electricista con guantes en plena faena, vio el libro y se lo llevó.

-Ojalá fuese tan sencillo. Esto parece muy profesional.

-Creo que no, se han olvidado de robar el Tumbo A, mucho más valioso, según el deán.

-¿El Tumbo A? ¿Qué me estás diciendo?

-Son documentos muy antiguos de la catedral, recopilaciones que valen su peso en oro. Y los pasaron por alto. Por eso, creo que pudo ser algo muy precipitado.

-Lo que encaja con la salida a toda mecha de la historiadora.

-Me vendría bien que Gutiérrez llamase a la operadora y le metiese prisa con la lista de llamadas del móvil.

El comisario jefe tamborileó en la mesa.

-O sea, que ahora mismo todo está en el aire y son especulaciones.

-Ya le dije que no teníamos nada.

-Llamaré a los de Madrid.

El comisario jefe colgó y Filgueira miró por la ventana a la plaza del Obradoiro. Los indignados del movimiento 15-M desmontaban sus tiendas de campaña bajo una intensa lluvia.



(fin del capítulo 6)

jueves, 21 de julio de 2011

Capítulo 5 novela online "El robo del Codex Calixtinus" (5)

Novela online

“EL ROBO DEL CODEX CALIXTINUS”


Capítulo 5

Por E.V.Pita (2011)

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Resumen de los capítulos 1 – 4: La Policía de Santiago busca a la historiadora Alexandra Bidueiro desaparecida. Solo ella, otros tres estudiosos y los tres religiosos que guardaban las llaves tenían acceso al original del Codex Calixtinus, la primera guía de viajes sobre el Camino de Santiago, valioso libro de pergamino que fue robado a primeros de junio. En el registro de la pensión donde residía la historiadora, la Policía Científica halla una rápida anotación con la palabra “Palimpsesto”.

Descargar en PDF los capítulos 1 a 4 de "El robo del Códex Calixtinus":
http://evpitafreebooks.files.wordpress.com/2011/07/robocodex1a4.pdf




CAPÍTULO 5

Por E.V.Pita (2011)

El agente de la Policía Científica sacó una foto con su móvil de la nota que hallaron en la mesa de la pensión donde se alojaba la historiadora desaparecida. Envió la imagen al número del inspector Filgueira, que seguía buscando pistas en la catedral con el deán y el archivero jefe.

El detective de la Udev-Robos de la comisaría de Compostela examinó la foto que apareció en su pantalla. Las letras borrosas no ayudaban.

-Esta mujer tiene letra de médico, inteligible. ¿Qué pone? ¿Pan Bimbo Sexto?

Los agentes de la Policía Científica soltaron una carcajada.

-Creemos que ha querido escribir “Palimpsesto”. Ya lo hemos consultado con la sección de Grafología. Los sesgos torcidos de las “s” y las “p” son inconfudibles, y la “i” se distingue bien de la “t”. No nos cabe duda. Además, tratándose de una estudiosa de libros mediavales...

-Buen trabajo.

El inspector jefe Filgueira consultó en Google a través de su teléfono móvil. Tecleó la palabra “Palimpsesto” y salieron miles de referencias. La primera era de la enciclopedia libre Wikipedia que daba una rápida definición. Por lo que pudo entender Filgueira, el palimpsesto era un pergamino escrito con un texto en la Edad Media y que había sido reutilizado para aprovechar el pliego de piel. Gracias a los aparatos de rayos X y otros sofisticados sistemas de radiografía se habían rescatado fragmentos de obras antiguas, del mismo Arquímedes entre otros, que dormían bajo una escritura moderna. Filgueira sonrió. Le recordó el juego de la tinta invisible o de los mensajes que salen a luz con jugo de limón. Lo que más le gustaba es que, por fin, veía un razonable móvil para el robo. Enseguida le vino a la mente el best seller, El Códice Da Vinci, de Dan Brown. Era una buena historia llena de sectas secretas, códigos ocultos...

-Entre los que tenían acceso al libro no había una orden de los caballeros templarios o algo así.

-Es un caballero de la Orden de Malta, pero eso es anecdótico. Monseiur Jules destaca más por sus estudios sobre el Camino de Santiago, un amigo de la casa.- intervino el archivero jefe.

-No podemos descartar a nadie, ni siquiera a ustedes- dijo severamente Filgueira. Vamos a interrogar a todos exhaustivamente.

Pero la gran pregunta que se hacía Filgueira era si esto tenía relación con el caso. Por suerte, las órdenes de registro que había firmado el juez, junto a la autorización de las escuchas telefónicas, no solo incluían a los tres sacerdotes que guardaban las llaves de la cámara donde estaba custodiado el Codex Calixtinus. También se extendía a los cuatro investigadores que tenían acceso a la magna obra.

Llamo a los agentes que seguían en la pensión donde residía la historiadora desaparecida.

-No estaría de más que rebuscaseis en algún cajón, a ver si aparece una bitácora donde anotaba sus avances la investigadora. Necesitamos saber si la palabra “palimpsesto” tiene alguna relación con el Códex.

Filgueira miró para el deán y el archivero jefe, que le acompañaban, y pulsó una tecla en su teléfono.

-He encendido el altavoz para que nos oigan los responsables de la Catedral. Señor deán, puede intervenir en cualquier momento para corregirnos o hacer aclaraciones. Como ven, sospechamos que la historiadora pudo hallar un texto oculto bajo el Codex Calixtinus.

-Jefe, tengo mis dudas de que, técnicamente, esa profesora tuviese acceso a la alta tecnología lumínica- interrumpió el agente de la Policía Científica, que registraba la pensión - No es tan fácil leer un palimpsesto, hay que tener luces especiales, al menos una linterna de luz ultravioleta.

-Quizás la historiadora usaba algún aparato similar al de esa serie televisiva, el CSI Las Vegas, que con luces especiales hallan manchas de sangre en la pared y la alfombra.- propuso Filgueira.

Al experto de la Policía Científica le molestaba que le comparasen con el CSI.

-Esto no es una película. Ella tendría que entrar con un laboratorio portátil en la cámara donde se custodiaba el Codex. Incluso con un maletín llamaría la atención de los vigilantes y de los curiosos del Claustro. Nadie se puede pasear la catedral con un maletín blanco que lleva impreso el símbolo de la radioactividad sin que le hagan un par de preguntas.

-Pero ella podría ocultar una linterna de luz ultravioleta en el bolso o en algún portadocumentos. Algo que no despertase sospechas, quizás los estudiosos de los libros están familiarizados con estas nuevas tecnologías, no solo al wifi y los iPhones.

-Posiblemente. He visto esas linternas ultravioletas en Internet de tamaño pequeño por 200 euros. Seguramente, se puedan conseguir en un bazar chino por 15 euros.

Filgueira sonrió. Filgueira recordó unas palabras del detective sueco Kurt Wallander, en La Quinta Mujer, “alguien con la mejor voluntad quiso hacer Justicia, pero se le fue la mano”. En apenas cinco minutos, habían resuelto cómo la historiadora había aplicado luz ultravioleta al Códex y halló debajo el texto oculto. Pero seguía sin explicar por qué, en tal caso, no había comunicado su hallazgo al deán y al archivero, ni tampoco por qué lo había robado, si es que había sido ella.

-Supongamos que la historiadora descubre las obras perdidas de algún filósofo griego, ocultas bajo el pergamino y se calla la información para sacar tajada con el mejor postor. ¿Cuánto crees que iba a sacar?

-Un millón de euros como anticipo,- dijo su interlocutor, el policía que estaba en la pensión.

El archivero, que oía la conversación, se acercó al inspector y meneó la cabeza.

-Ustedes no lo entienden. Para un científico es más valioso el prestigio de hallar una obra clásica que se creía perdida que el montón de dinero que le pueda dar un coleccionista que le exigirá anonimato. Va contra la lógica del profesional. Todos los hallazgos son publicados en revistas especializadas. Si esta mujer ha identificado el texto oculto, estaría interesada en escribir una reseña internacional, al día siguiente le lloverían patrocinadores para su investigación, desde fundaciones al mismo archivo del Vaticano. El arzobispado le estaría muy agradecido y correría a anunciar la noticia, una vez comprobada, porque coincidiría con el 800 aniversario de la consagración de la catedral de Santiago. La profesora saldría en todos los telediarios.

-Emborracharse de gloria también es un buen móvil para el robo. Si usted hallase una copia de la obra completa de Sócrates bajo el Códice, ¿no se sentiría deseoso de que nadie le quitase o pisase “su” descubrimiento hasta tener plena certeza de su hallazgo? - objetó Filgueira.

-Líbrenos el Señor del pecado de la soberbia y también... del de la ignorancia- dijo con sorna el archivero jefe y guiñó un ojo.

Al deán se le escapó la risa y el inspector les miró enfadado.

-¿He dicho algo gracioso?

-Sócrates dictaba las lecciones, pronunció la famosa frase: “Solo sé que no sé nada”, pero jamás escribió ningún libro porque, según él, la letra escrita hacía perder la memoria, tan importante para la cultura de transmisión oral, como la celta.

Filgueira asintió humilde. Las obras del tal Sócrates quedaban descartadas. Era evidente que no podían estar ocultas tras el palimpsesto porque simplemente no existían.

-Sócrats tenía miedo de que la gente dejase de memorizar continuó el deán- porque siempre podía consultas sus notas, como esas enciclopedias por Internet, Google o Wikipedia, o como se llame eso, que sabes que lo tienes ahí arriba, en la Nube, y no necesitas recordar nada.

-¿Y algún pasaje del Evangelio perdido o una versión del Beato de Liébana?

-No, se trata de una copia medieval que fue borrada. En todo caso, sería una copia de otra copia, pero los Evangelios apenas han variado. En todo caso, el hallazgo sería anecdótico, no creemos que aportase información de gran relieve.

-O sea, que la historiadora Bidueira tendría que darse cuenta de que tenía algo muy gordo delante, un texto único y tan valioso como para arriesgarse a robar el Códice, que pasaría a ser secundario. Si esta teoría se confirma, su nuevo poseedor podría raspar el texto para leer lo más antiguo.

-Jefe, perdone – intervino el policía científico desde el móvil -, bastaría con tener una aparato de resonancia, como esos en los que te hacen un escaner en el hospital, para fotografiar el texto oculto sin dañarlo. Hace falta mucha pasta pero hay millonarios que tienen acceso ilimitado a los aparatos médicos, pueden reservar una hora para escanear todo el códice y computerizar los datos.

Filgueira asintió y se rascó el mentón. Aquello parecía razonable.

-Huele a robo por encargo.

-Claro, el coleccionista millonario no querría el Códex para admirarlo en una vitrina sino para escanear el texto oculto. Imagínese que ese texto explica con gran precisión donde está la tumba de Cleopatra o de Alejandro, uno de los grandes misterios de la Historia. Esa información vale cientos de miles de millones, el Códice solo es una minucia. Podría devolverlo y nadie se daría cuenta, pensaríamos que había sido un extravío y el caso quedaría cerrado.

-Es cierto que no podemos hablar de robo porque no hay ladrón. Solo sabemos que el Códice ha desaparecido. Si mañana aparece perdido en un cajón de la sacristía, nadie podría sospechar que ha sido escaneado.

-Nadie salvo Alexandra, la historiadora...

-Y eso explicaría que haya desaparecido o que haya puesto pies en polvorosa. Quiero un informe completo de esa mujer, es la clave de este caso.

Filgueira miró por la ventana y vio cómo los acampados del 15-M recogían sus cosas. Apagó el móvil y se sentó sobre un banco de piedra del palacio de Xelmirez, por lo menos, tan antiguo como el Códice.

-Señor deán, ¿usted que ha pasado las páginas del Códice en innumerables ocasiones cree realmente que oculta otro libro debajo? ¿Ha encontrado algún indicio? Para considerar en serio esa teoría, necesito alguna prueba. Hasta ahora, solo hemos especulado con el encargo de un millonario que querría escanear los pergaminos en busca de otros textos.

-No es imposible que oculte otros textos más antiguos debajo- admitió el deán-. En todo caso, serían textos escritos por monjes medievales, amanuenses que copiarían obras clásicas para que no se perdiesen. En la catedral, nadie se ha preocupado por ello porque harían falta esos medios de los que antes hablaba su policía: escáneres, luces ultravioletas, algo que solo disponen en el archivo del Castel de San Angelo, en Roma.

El archivero jefe se sentó. Estaba nervioso.

-Tenemos los medios que tenemos, esto no es la Biblioteca del Congreso, ni la Universidad de Olkahoma ni nada parecido. Hemos conseguido algunas becas para enviar arqueólogos a Roma para seguir con sus estudios del sepulcro de Santiago y la reconstrucción histórica. Pero lo cierto es que a nadie se le ocurrió comprobar si el Códex tenía textos ocultos. Solo lo hemos escaneado para editar piezas facsímiles y divulgar su contenido, que es más valioso que las miniaturas.

-Y, técnicamente, ¿es posible que contenga un palimpsesto?

-No le diría que no. El Códice fue escrito en la Corte Papal, su autoría se atribuye en el prólogo al mismísimo papa Calixto II aunque creemos que lo redactó el viajero Picaud, a mediados del siglo XII, sobre 1130. Es muy posible que los escribas del Papado reaprovechasen y reciclasen pergaminos antiguos o copias defectuosas porque eran fabricados con piel de animales, muy caras pero fáciles de borrar con un mero raspado de la superficie escrita. Ya ha visto que este códice ha llegado entero hasta nuestros días, nueve siglos después. Si Picaud corrió a cargo de los costes de la obra, aunque parece de encargo, sería altamente probable que comprase pergaminos usados, más baratos, y los raspase él mismo. Como los estudiantes que escriben sus apuntes por la cara en blanco de las fotocopias.

-O sea, que nuestra teoría de la tinta invisible no se puede descartar. Pero, la pregunta que yo le hago es muy clara y directa. Usted, que pudo examinar personalmente el Códice, ¿vio alguna vez restos de tinta antigua en las páginas?

-Jamás. Las únicas manchas son de humedad pero ni rastro de letras. A no ser que...

(fin del capítulo 5)

jueves, 14 de julio de 2011

Capítulos 1 a 4 en PDF de la novela de intriga "El robo del Codex Calixtinus"

Autor: E.V.Pita (2011)

El inspector jefe Filgueira investiga el robo limpio del Códice Calixtino en la catedral de Santiago de Compostela. Solo tres personas tenían la llave de la cámara de seguridad, sin ventanas y con una puerta blindada. La única pista podría darla una historiadora que estudiaba el libro pero la cual lleva dos días desaparecida tras escribir una anotación en su diario de trabajo: "Palimpsesto".



Descargar aquí los capítulos 1 a 4 en formato PDF de la novela de intriga "El robo del Codex Calixtinus".

http://evpitafreebooks.files.wordpress.com/2011/07/robocodex1a4.pdf

sábado, 9 de julio de 2011

(Cap. 4) Novela online "El robo del Códex Calixtinus" (4)

Novela online

Por E.V.Pita (2011)

EL ROBO DEL CÓDEX CALIXTINUS

Capítulo 4


Resumen del capítulo 1 a 3:  La historiadora Alexandra Bidueira es una de las últimas personas en examinar el Códex Calixtinus, una joya literaria medieval. A medida que pasan las horas, la policía tiene más claro que ella es una de las principales sospechosas, sobre todo ahora que está ilocalizable.

Capítulo 4

El inspector jefe Filgueira dejó paso a tres hombres con batas y maletines. Estos se colocaron en el centro de la habitación sin ventanas.
-El libro estaba colocado en el centro, sobre aquella mesa-expositor.
Un policía científico pasó un dispositivo con luz infrarroja sobre la superficie de vetusta madera.
-Nada, ni una huella.
-Comprobad la puerta.
-Aquí hay muchas, nos llevará tiempo. La cerradura no está forzada.
-O sea, que abrieron con las llaves o unas copias. Eso reduce la lista de sospechosos a tres.
A Filgueira le gustaba que las inspecciones oculares se llevasen con sumo rigor y eficiencia. Por experiencia, sabía que las primeras indagaciones eran claves para resolver un caso porque luego las huellas se desvanecían.
El mando policial volvió junto al deán y el archivero. Su expresión parecía seria.
-Podrían ser profesionales, gente lista que no deja huellas. ¿Cuánto valía el libro? ¿Merecía la pena dedicar tantos esfuerzos como para planificar un golpe limpio?
-Su valor es incalculable,- explicó el archivero jefe.
-Necesito cifras. ¿Un millón de euros?
Los dos religiosos callaron.
-¿Diez millones? El que se lo llevó fue directamente a por el Códice. Sabía lo que iba a ganar.
-Como mínimo 16.600 millones de las antiguas pesetas, cien millones de euros, pero podría ser más,- explicó el arzobispo.
-Nunca se podrá vender en una subasta legal, el libro es demasiado bien conocido, es un símbolo del Camino de Santiago y del nacimiento de la Europa Cristiana,- añadió el archivero.
-Eso implica que un coleccionista con mucho dinero pudo haber encargado el robo. No podrá mostrarla en congresos, solo a su círculo más íntimo. Se habrá gastado una pasta en un capricho. Parece obra de profesionales, no han dejado huella, todo limpio.
Los agentes de la Científica cubrieron de polvo el suelo cercano a la mesa que sujetaba el libro.
-Señores, ¿me dejan ver las suelas de sus zapatos?- pidió Filgueira a los religiosos,- Es para descartarlos.
Estos obedecieron y Filgueira bajó por las escaleras hasta el atrio. En las paredes vio apoyados numerosas lápidas y escudos de casas nobiliarias. ¿No les bastaría esto al ladrón?
-Dígame, ¿por qué es tan valioso este libro? ¿Tiene ilustraciones bonitas?
-En realidad son cinco libros, que fueron unidos. Las miniaturas tienen menos interés que su texto, prácticamente es un guía de la peregrinación en el siglo XII. El Códex tiene casi mil años de historia. Posiblemente sea uno de los libros de pergamino más antiguos del mundo y que mejor se conserva. Ese libro es la historia del Camino y está vinculado al papa Calixto o al arzobispo Xelmirez, personajes de primera magnitud.
Filgueira tomo un poco de aire.
-¿Qué tamaño tenía?
-Unas 500 páginas, del tamaño de un periódico.
-Fácil de esconder en una maleta o una mochila,o salir con él en la mano. Mucho me temo que el Códice ya está fuera del país,- murmuró Filgueira. Aunque su intuición le decía que la clave estaba en aquellas personas más cercanas al libro, las tres que tenían las llaves, o esa historiadora que no daba señales de vida. Justo en ese momento, recibió una llamada de móvil.
-Jefe, estamos en el hostal de la sospechosa.
-Me habéis leído el pensamiento. ¿Qué tenéis?
-La patrona dice que hace dos días que no ve a su inquilina. Hemos abierto la puerta y todas sus pertenencias siguen en su sitio.

-¿Ha dejado alguna nota?
-Tiene una agenda abierta en la mesa, en la que con fecha de hace dos días, escribió: “Palimpsesto” ¿Alguien sabe que es eso? Suena a tecnicismo arqueológico.
-Compruébalo en Google, no podemos despreciar ninguna pista por humilde que sea.
(Fin del capítulo 4)

(Cap. 3) Novela online: "El robo del Codex Calixtinus" (3)

Novela online

Por E.V.Pita (2011)

"EL ROBO DEL CODEX CALIXTINUS"
Capítulo 3


Resumen de los capítulos 1 y 2: Cuando la historiadora Alexandra Bidueira se marchó del cuarto donde se custodiaba el Códice Calixtino todo estaba en orden. Dos días después, el inspector Filgueira ordenaba el precinto de la zona y el examen de la Policía Científica.

Capítulo 3

La jueza de Instrucción número 2 de Santiago, en funciones de guardia, hizo pasar a los dos agentes de la Judicial que le entregaron un sobre con documentación. Los policías iban vestidos de paisanos, con una pequeña cartera en bandolera. Eran una mujer rubia y alta, de unos 30 años, Maruxa, y un veterano de bigotes, García.
-¿Qué tenemos?- preguntó la magistrada mientras examinaba las solicitudes de registros, exámenes de grabaciones y escuchas.
-No mucho. Nadie se dio cuenta del robo,- refunfuñó García.
-¿Quién fue el último que vio el libro?,- preguntó la magistrada. El "último" solía ser siempre el principal sospechoso.
-Una historiadora. La hemos llamado al móvil pero no contesta.
La agente Maruxa señaló a uno de los papeles.
-Esa es la solicitud para la intervención de su teléfono y el examen de las llamadas.
La jueza la firmó.
-¿Cuando sabremos algo?
-El inspector Filgueira dice que el caso llevará tiempo porque se trata del típico robo de la cámara cerrada: sin ventanas y una sola entrada.- la expresión de García no denotaba entusiasmo.
-¿Y las cámaras? ¿Han reconocido a algún "habitual"?
-Estamos en ello, son 400 horas de grabación, hay que examinar los últimos diez días.
-Solo necesitamos 48 horas, ¿no? ¿No han localizado la secuencia en que desapareció el libro?
-Estamos en ello.
-¿Qué hay de las llaves?- preguntó la magistrada.
-La tenían tres religiosos y también personal de confianza. Habrá que interrogarlos a todos.
-¿El jefe archivero tiene móvil?- preguntó la jueza.
-Le llaman a la casa religiosa o al despacho,- dijo un agente y le pasó un papel.
-¿Es necesario?
-Filgueira ha dicho que todos son sospechosos y nadie está descartado.
La magistrada firmó mientras murmuraba "Todos son sospechosos".
Los agentes salieron del juzgado cuando sonó el móvil de uno. Era el inspector jefe. Contestó García. La voz del jefe parecía nerviosa.
-Id a la casa de la historiadora. Está hospedada en la plaza de la facultad de Historia, a solo 500 metros de la catedral. Sigue sin contestar al móvil y todo esto me "cheira" mal.
García colgó e hizo una señal a su colega.
-El maldito libro nos va a dar más trabajo del que pensábamos. Olvídate del fin de semana.
-Vamos, tanto lío por un libro.
-El robo es gordo. Dice Filgueira que el arzobispo le ha dicho que es como si roban la Torre Eiffel o la Estatua de la Libertad.
La agente Maruxa cerró la puerta del coche camuflado y le siguió García.
-O sea, que van a venir los de Madrid.
-¿Pensabas que ibas a resolver tú solita el caso? Esto tiene pinta de tener alcance internacional, grandes conexiones, mucho dinero...


(Fin del capítulo 3)

(Cap. 2) Novela online "El robo del Codex Calixtinus" (2)

Por E.V.Pita (2011)

EL ROBO DEL CÓDEX CALIXTINUS

Capítulo 2

Resumen del capítulo 1: La historiadora Alexandra Biduiera investiga un tramo del Camino de Santiago recogido en la guía para peregrinos de Picaud, el libro 5 del Códex Calixtinus, milenaria joya del medievo.


Capítulo 2.

Dos días después.
El jefe de la Unidad de Robos de la comisaría de Santiago, inspector Filgueira, caminó apresurado por el interior de la catedral sin prestar atención al espectáculo del botafumeiro. El sacerdote que le acompañaba le mostró el camino hacia el despacho del deán y del jefe del archivo. Sonó su móvil y el policía lo silenció hasta que salió del recinto religioso y entró en los pasillos del Tesoro. El comisario jefe pedía novedades, ya se había enterado el delegado del Gobierno.
-¿Qué sabemos del libro?
-No tenemos nada aún. He ordenado una discreta vigilancia en la plaza del Obradoiro mientras ponemos todas las piezas sobre la mesa.
-¿Crees que esto nos va a superar?
-Parece ser que el libro es muy importante, quizás haya que avisar a Madrid y la Interpol.
-¿Qué hay de las grabaciones?
-He mandado a un subinspector a buscarlas. Creo que no habia cámaras en el cuarto blindado.
El sacerdote lo confirmó y negó con la cabeza.
-Nada, no tenían.
-¿Quienes accedían habitualmente?
-En las últimas semanas, estaban autorizados un profesor de Literatura Medieval de Oxford, una religiosa de Roma, un caballero de la Orden de Malta y una historiadora de la Biblioteca Nacional.
-O sea, ratas de biblioteca. Llámeme cuando termine la entrevista con el jefe del archivo y el arzobispo.
El inspector jefe Filgueira asintió y apagó el móvil. El sacerdote le guió hasta el archivo. Allí dos religiosos, uno de pelo blanco y avanzada edad, daban vueltas nerviosos y se echaban las manos a la cabeza.
-No entiendo cómo pudo ocurrir,- dijo el deán.- Cuando el arzobispo regrese de Francia, se va a llevar un disgusto.
El policía examinó el cuarto detenidamente. Sin ventanas, muros gruesos y una puerta de mucha anchura que parecía blindada. Sonrió desafiante. Estaba ante el típico caso del cuarto cerrado de las novelas de intriga de Edgar Allan Poe. Filgueira era muy aficionado a leer novelas negras pero aquí haría falta emplear algo más que deducción.
-¿Han movido algo?
Los dos religiosos negaron con la cabeza. Se acababan de enterar del robo apenas 20 minutos antes.
-¿Donde estaba el libro?
El jefe archivero señaló a una mesa vacía en el centro del cuarto.
El inspector se rascó la cabeza. Hubiese esperado un cristal blindado, rayos láser de detección de movimientos. Pero si el grial era un vaso de madera de carpintero y no una copa de oro, tampoco tenía sentido dar mayor protección a un libro. ¿No?
Filgueira buscó cobertura, salió fuera del cuarto y llamó al comisario.
-Ha habido suerte. Necesito que vengan los chicos de la brigada de la Policía Científica. El escenario sigue limpio.
 
(Fin del capítulo 2)

(Cap.1) Novela on line: "El robo del Codex Calixtinus" (1)

Por E.V.Pita (2011)

Novela on line

"EL ROBO DEL CODEX CALIXTINUS"

Capítulo 1

Para estar a primeros de julio, la tarde era lluviosa. Un verano típico de Galicia, de los de antes del efecto invernadero y el calentamiento global. Varios peregrinos caminaban por la plaza de O Obradoiro, mezclados entre los jóvenes músicos de la tuna y decenas de indignados del movimiento 15-M que recogían sus tiendas tras casi dos meses de acampada y protestas. Un joven, vestido con camiseta y pantalones cortos, entró en el museo arqueológico de la Catedral tras mostrar su tique a un colaborador del Cabildo vestido de calle. El visitante caminó tranquilamente por la exposición del Coro Pétreo y después observó algunas lápidas. En la segunda planta, correspondiente al palacio del obispo Xelmirez se perdió entre los pasillos. Subió por unos escalones y llegó hasta la puerta del archivo diocesano. Allí, un sacerdote le indicó que la entrada estaba reservada a investigadores con acreditación y vedada a los turistas. El joven asintió y se perdió por el atrio de la catedral sin mayores incidencias.


En el archivo, la historiadora Alexandra Bidueira se quitó las gafas y apagó su iPad. Había pasado una larga tarde en la cámara estudiando con detenimiento un pasaje del libro 5 del Códex Calixtinus, una guía medieval del Camino de Santiago y auténtica joya bibliográfica. Le parecía asombroso que sus páginas hubiesen sido tocadas por las manos de Xelmirez o de reyes como Alfonso X el Sabio o doña Urraca. Quizás alguno de los pelos que había hallado en los fondos de las páginas pertenecían a alguno de los monarcas. Bastaría una prueba de ADN. Trató de centrarse en lo que la había traído allí durante aquellos meses. Miró por la ventana y vio que seguía lloviendo. ¿Cuando duraría aquel mal tiempo? Miró el reloj en su iPhone y consultó el correo electrónico. Ninguna novedad, salvo que la Biblioteca Nacional le apremiaba para que terminase su investigación sobre el tramo de Villafranca a Astorga. La idea era estudiar el Códice Calixtino para detectar pistas sobre calzadas romanas, mansiones, topónimos prerrománicos y hallar la localización del anfiteatro de Asturica Augusta. Cuando el peregrino Picaud recorrió la ruta fue muy meticuloso y su latín era correcto. Por tanto, era un observador fiable pese a los múltiples peligros que tuvo que sortear para que el libro supuestamente escrito por el Papa Calixto llegase sin un rasguño a Compostela. La estudiosa pasó otra página, que tenía un agujero en el centro, producto posiblemente de la combustión de un poco de cera ardiente que descuidadamente vertió un sacerdote. El pergamino incluso tenía más señales de maltrato, además de las huellas de la humedad. Por ejemplo, una de las páginas había sido burdamente raspada como si el autor hubiese querido borrar el contenido anterior, algo que era muy usual en la Edad Media para aprovechar las hojas y reescribir encima.
Alexandra inclinó su cabeza para examinar con más detalle la superficie del pergamino e intuyó unas formas de tinta azul diluidas en el papel, entremezcladas con las líneas escritas en negro. La historiadora se rascó la punta de la nariz y rebuscó entre su material hasta que halló una lupa. Examinó concienzudamente la mancha azul y su sonrisa dejó entrever un triunfo. Aquellos trazos habían pasado inadvertidos durante 900 años pero al ampliar la imagen podía distinguir, de forma muy débil, la letra alfa del alfabeto griego y otros caracteres que interpretó como griegos. Comprobó que en la sala no había nadie en ese momento y usó la cámara de su tableta iPad para fotografiar su hallazgo. Impaciente, guardó el fichero y lo adjuntó en un correro electrónico, en el que escribió un breve mensaje: "Vas a flipar con esto".

Bidueira recogió su tableta electrónica y la guardó en su maletín. Al salir de la cámara, de gruesos muros, llamó a un vigilante, que recogió el libro con casi 1.000 años de historia, que lo devolvió a su mesa de exposiciones. La profesional abrió la puerta y cruzó su mirada con un joven turista despistado al que el vigilante le echaba una regañina. La historiadora se encaminó al atrio y entró en el interior de la catedral, en el ala sur, justo cuando el botafumeiros oscilaba sobre cientos de peregrinos sobre los que vertía humo de incienso.

(Fin del primer capítulo)